miércoles, 24 de abril de 2013

El Diseño Editorial y la pareja



Una de las discusiones más amargas que he tenido con mi mujer, La Nube, fue hace unos dos años y se trató sobre el diseño en general, y sobre el diseño editorial en particular. Ella es diseñadora gráfica con muchos años de experiencia, en una época fue fotógrafa y además ama el cine, en una palabra es muy visual. Yo soy un lector metido a editor que poco sabe de diseño, aunque he tomado cursos de diseño editorial eso no me hace profesional en el área.

Decía que aquella discusión fue amarga, me entristece recordarla, no sé si se me salían las lágrimas pero lo que sí fue cierto es que nuestra relación había pasado un bache ensenadense a 80 kilómetros por hora y nos había dejado un poco dolidos, al menos a mí. El meollo de la discusión, la recuerdo bien, ambos de pie a cada lado de la cama, era lo visual del diseño frente a lo funcional de la lectura. Y es que para mí el lector se debe conectarse con el autor sin nada que le estorbe. Ella acababa de presentar nuestra publicación, una que en lo editorial nos unía, en azul pálido, celeste. Casi no se leía. Esa fue la mecha de la discusión.


Hace cosa de un mes vino Jorge de Buen a dar un curso de Diseño Editorial en Ensenada, lo dio en el Cetys y me habría gustado que todos los diseñadores que hacen o alguna vez han hecho algo para leerse en papel, hubieran asistido. Jorge no sólo es diseñador, sino que es diseñador editorial, tipógrafo, editor, profesor y por fortuna, un obsesivo del trabajo con la letra impresa. Haciendo una comparación con un auto, si un diseñador gráfico puede hacer un plano de un automóvil, Jorge puede comparar 10 tipos de relaciones peso/potencia y decirte qué puedes esperar de ese modelo en carretera lluviosa la-locura.

Pues decía que Jorge vino a Ensenada, no tomé el curso pero mi mujer sí, y cuando regresó y me dijo que un diseñador editorial debe ser invisible se me salían las lágrimas. No lo fue, pero parecía una reconciliación, y las reconciliaciones terminan con los libros tirados.


Me puse en contacto con Jorge de Buen, no para contarle todo este novenario, sino para hacerle unas preguntas más directamente. La primera tiene que ver con la “invisibilidad” del diseñador, y la segunda fue así, aquí la transcribo:

En el marco de las celebraciones del Día del Libro ¿qué aspecto nos puede mover al optimismo, a la alegría? Me refiero a los bajos niveles de lectura, a que la industria editorial no parece precisamente en su mejor momento, y que muchos de los soportes en papel, especialmente los periódicos, están migrando al terreno digital.

Desde luego, no son buenos tiempos para los editores tradicionales, para quienes plasman su trabajo en papel; tampoco, por cierto, para quienes trabajan en la industria editorial, y aquí debo incluir a los diseñadores. Sin embargo, no podemos pasar por alto que la gente, quizás, lee más que nunca antes; no libros, sino mensajes telefónicos, historias de Facebook, Twitter y cosas similares. Es imposible adivinar hacia dónde nos llevará este fenómeno, pero hay algo esperanzador.

“Por otra parte, es verdad que los libros y otros artículos editoriales de papel se venden cada vez menos. Ni modo. Debemos adaptarnos a los tiempos. La tecnología ha cambiado muchas cosas muchas veces: la imprenta destruyó poco a poco el negocio del copiado manual de libros, el celular va destronando poco a poco al teléfono fijo, la televisión local pierde ante las transmisiones por microondas o cable... En fin, hay miles de ejemplos, unos más dramáticos que otros”.

Esta reflexión me hizo pensar en los jóvenes que pasan más tiempo ante un aparato que ante una persona o ante un libro, precisamente sobre el libro escribí ayer un apunte, en el que incluyo esta idea de que el trabajo editorial pase inadvertido. (Pero para que él no pase inadvertido, incluyo aquí su foto).

                                                             ***

Entre la idea que concibió un autor, hasta el objeto que llamamos libro existe un mercado de actividades, oficios, conocimientos y tradiciones.

Han pasado más de 460 años en que Juan Gutemberg comenzó a trabajar su Biblia de 42 líneas, no el primero pero sí su trabajo más famoso.

Desde el aparato de tipos móviles hasta el Indesign CSC6, la tradición de los impresores a lo largo de más de cuatro siglos se ha ido perfeccionando y automatizando, sin embargo, hay un cúmulo de conocimientos básicos que no cambian.

Hoy en día una buena parte del oficio de edición de publicaciones impresas las abarca una profesión de nombre diseño editorial.

Uno de los más prominentes diseñadores editoriales mexicanos es Jorge de Buen, nacido en la cuidad de México en 1956 y egresado de la carrera de Diseño para la Comunicación Gráfica de la Universidad Autónoma Metropolitana.

Sobre el trabajo del diseñador editorial, ¿desde qué punto valorar algo que por su naturaleza pasa inadvertido?, le preguntamos, ahora que recién celebramos el Día del Libro pero pocos se acordaron de quienes diseñan los libros.

 “Me gusta hacer un símil con los bailarines y acróbatas —nos escribe en una entrevista a distancia. Cuando vemos a un bailarín tomar a su pareja y pasearla prácticamente en vilo a lo largo del escenario, no nos preguntamos cuánto pesa la mujer. Por más delgada que sea, sus cincuenta kilogramos se deslizarán graciosamente sin que el público note el menor esfuerzo, porque el bailarín tendrá el gesto de quien carga una pluma. ¿Recuerdas la última vez que cargaste un bulto de arena? Eso pesa una bailarina. Así que sólo quien tiene un gran entrenamiento técnico y físico puede disimular el gran esfuerzo que imprime en su trabajo.

El también miembro de la Association Typographique Internationale, de la Society of Typographic Aficionados, continúa: “El diseño editorial puede tener muchas facetas, pero, cuando se trata de diseñar libros, periódicos y ciertas revistas, el diseñador debe intentar que el lector se ensimisme con el texto, que se sumerja en el relato, la narración o la idea.

“En muchos casos, como en las novelas, el lector querrá vivir la escena y olvidarse totalmente del autor; en otros, como en los artículos de prensa, deseará vincularse con el autor y sus ideas; pero rararmente querrá tener algo que ver con el diseñador.

“Si el diseñador, el editor, el impresor o el alzador de un periódico aparecen en la escena de la lectura, es porque se equivocaron en algo: porque hay una mancha, una página mal colocada o un diseño terrible. La magia termina cuando hay errores.”

El autor de los libros Manual de diseño editorial (2009) e Introducción al estudio de la tipografía (2011) refiere que la mano del diseñador no debe ser notada: “En ciertos medios gráficos, debe ser invisible. Tiene que garantizar que la relación estrecha y fuerte sea la del lector con la escena o con el autor. Su presencia está de más. Lo paradójico es que, como en el caso de los bailarines y los acróbatas, se necesita una gran técnica y mucha pericia para que no se noten los esfuerzos”.


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