martes, 14 de octubre de 2014

Los músicos y el baile

Es por todos sabidos que no toda la música es bailable. A mí la mitad de la música que me gusta es precisamente aquella que produce mover el cuerpo, con o sin pareja, en público o en privado.
Y claro, bailar no es un deber religioso ni cívico, no es una obligación impuesta por las Naciones Unidas ni nada parecido. Nadie está obligado a nada: unos tocan, otros bailamos y todos escuchamos.
Lo que sí me parece que va en contra de los derechos humanos fundamentales es que una persona que no tiene ni la más remota idea de lo que es bailar, porque no sabe, no quiere o no lo interesa, sea la encargada de manejar la música en una fiesta.
¿Por qué digo esto? Por los errores que comete. En el último año me ha pasado unas tres veces. Una de ellas fue en una Posada en diciembre pasado. Apenas entraba en ambiente la pista, el sujeto que manejaba la música cortaba la fiesta. Algo inhumano. Absurdo, además. Yo creo que estaba drogado.
No sé si sabía lo que era bailar –seguro que de música sabía bastante–, no sé si estaba ciego, no sé si recibía instrucciones, no sé si odiaba ver gente bailar, lo único que me vino a la mente fueron esos buenos músicos que son unas enciclopedias, han investigado, han escuchado todos los discos, pero que en el campo de batalla a la hora de los manazos nomás corren pa' las gradas y echan todo a perder.
Ya lo he dicho, los placeres no se aprenden de los libros.

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