miércoles, 21 de julio de 2021

Combo de la paz

 


Algunos de mis compas son duchos en proveerse de compañía. En silencio, me emociona escucharlos y les celebro sus andanzas. Me da gusto por ellos. Su placer se describe igual que un descubrimiento gastronómico. 

    Hace 20 años un amigo me dijo que luego de pasar la noche con una chica salida de un téibol, por la mañana le daban ganas de meterse debajo de la cama. O de meterla a ella. O de irse de inmediato. El amor, pienso, es lo que queda después del orgasmo. Pero además, satisfecho el sexo, darían ganas de desaparecer, por una sensación de enorme hastío, soledad y sinsentido. Esto me lo haría saber otro compa y yo creo que es cierto. Aunque cada varón tiene serias variantes —y apunto yo, versiones—en su sistema operativo.

    El sexo me gusta más que otros tres lugares comunes que proveen de placer al cuerpo. El sexo es un tema complejo y muchas veces problemático, por ser una especie de material radioactivo, evanescente y huidizo y en relación, no siempre evidente, con otros ámbitos de nuestra historia, deseos y miedos. En otro momento quisiera profundizar en esto pero no ahora. Volviendo al tema, sí, me gusta, especialmente la intimidad sexual. 

Ahora bien, como escucho a otros, observo, reflexiono un poquito y tengo algunos años conociendo y  conociéndome, el mejor sexo no es sólo el que se tiene con hambre (sí, sí, al amor también podemos llamarle el viagra natural), sino al que le permite a uno permanecer en completa paz en relación con los hechos consumados, sin ningún pendiente ni apuro, sin ningún temor, culpa, incomodidad o preocupación.

Pondré un ejemplo más gráfico, el mejor sexo es aquel tras el cual, puedes mantener a la mañana siguiente una plática interesante y tranquila, digamos que acompañada de un café. Estoy obviando el tipo de pareja y el tipo de relación de la que tendría que tratarse, pero ustedes sabrán entender el no dicho. 

    Porque la paz dura más que el sexo y es más valiosa. 

    Y a mí me gusta el combo completo.