lunes, 2 de diciembre de 2019

Lo que sé de las mujeres




No es lo mismo. Yo tuve conciencia de los derechos y abusos de las mujeres a través de las mujeres con las que conviví desde hace muchos años. Ellas me confrontaron, hice el ridículo (después lo vi), sus pláticas me obligaron a pensar, me recomendaron libros y aún con toda mi formación machista de raíz, me aceptaron. Todo esto no se aprende en una peda con los amigos, se aprende en un café, en escuchar la vida de ellas, en ratos de intimidad, que puede ser la amistad que confía.

Muchas veces la cagué, con errores que hoy me parecen básicos, de primaria, hice daño, por soberbio y por pendejo (¿les suena familiar?), otras veces fui el compañero, el que acompañó, pero a mí lo que me pasó es que me enseñaron, al mostrarme sus heridas me mostraron un espejo.

Más del 90 por ciento, aunque no lo anduvieran cantando por la calle, sufrieron abusos y puedo decir que en todos los casos, por alguien cercano a ellas, como quien en su tiempo fue su pareja, o un familiar. Casi que en todas las historias que conozco hay un sujeto que ahorita debería estar en la cárcel. Y no lo está.

No estoy denostando a todo el género masculino, por ahí veo a varios, a algunos, que desde que los conozco me parecen respetuosos (creo que esa es la palabra clave en esta reflexión). Un día voy a escribir mi explicación de esto del respeto donde diré que nosotros hemos aprendido que mostrar un excesivo respeto, especialmente en privado, eso la sociedad lo asocia a comportamientos "poco masculinos".

Pero la mayoría tenemos problemas para aceptar que el respeto debería ser lo habitual, lo cotidiano.

Comencé a tener conciencia de los abusos a través de ellas. No porque yo haya sufrido abusos por el sexo opuesto, o sólo por ser varón. No. Ellas han enfrentado esto en carne propia, y no es lo mismo. Nunca va a ser lo mismo.

Me alegro de tener amigos y conocidos que sé que respetan; para el mundo, al menos para la gente de su entorno, eso es una tranquilidad.