Eduardo del Río falleció el pasado 8 de agosto, pero
en sus libros y revistas dejó un legado con el que siempre incitó, con humor
corrosivo, la curiosidad de varias generaciones
A principios de 1969 el caricaturista Eduardo del Río,
“Rius”, fue secuestrado por hombres armados al sur de la Ciudad de México. En
un campo militar en Toluca, fue interrogado por varias horas y amenazado de
muerte. Se le señalaba de posibles vínculos con la guerrilla de Lucio Cabañas
en Guerrero, nexo que él negó.
Lo que sí parece un hecho es que jóvenes del
Movimiento del 68 le pedían caricaturas que distribuían como volantes en los
mítines, lo que irritó al presidente en turno, Gustavo Díaz Ordaz.
Repentinamente, durante su cautiverio, el trato
cambió. De forma inesperada fue liberado, incluso le ofrecieron alimentos.
El expresidente Lázaro Cárdenas del Río, pariente
suyo, había llamado a Díaz Ordaz para pedirle que fuera puesto en libertad. “Rius”
declararía, con cierta mofa, que era el único en no haber desaparecido por
órdenes de Luis Echeverría, en ese entonces secretario de Gobernación.
“Rius inauguró a riesgo de su propia vida el hecho de que uno se pudiera
expresar libremente en un país, en el que si bien no había una dictadura,
siempre había reglas implícitas sobre el silencio”, señala María de Lourdes
Casillas, ex activista originaria de Morelos que en diversas ocasiones conversó
con el caricaturista.
Para Casillas, participante de movimientos sociales en los noventa, el
cartonista fue un educador político pues, afirma, “te podía explicar los temas
complejos. Era el maestro que te hacía parecer sencilla la filosofía, la
economía y los entramados de los partidos políticos porque te lo bajaba a un
lenguaje muy sencillo. Ese fue su legado: acercar a muchos a la política y
también a la discusión sobre el veganismo, las corridas de toros (a las que
siempre se opuso), a la medicina alópata, entre otros muchos temas".
La farsa, un
género doloroso
Para el especialista en cultura popular, Genaro Saúl
Reyes Calderón, la obra de “Rius” jugaba un doble papel, al provocar risa y al
mismo tiempo enfrentar a una realidad trágica de una forma crítica.
“Con su obra —señala Reyes—, ‘Rius’ nos ha dejado un
mural de México cuya acidez, cuya corrosividad nos permitió ver críticamente
nuestro entorno. Es el mejor ejemplo de que la farsa es un género doloroso,
porque nos hace reír con la forma, pero nos golpea con la realidad trágica que
encierra”.
Desde sus tiras cómicas, el caricaturista nacido en Michoacán en 1934,
retrató un México de opresión y abusos que lo llevó a colaborar en muchas
revistas y periódicos de México, como
“El Universal”, “Siempre!”, “Proceso”, “La Jornada” y “Ovaciones”.
Para el también crítico literario, “Rius” “nos
enfrentó desde ‘Los Supermachos’ a otro México: el México real, el México
aplastado por la corrupción y la prepotencia de las fuerzas vivas, como sucedía
en San Garabato.
Y detalla: “Juan
Calzonzin fue nuestro guía en el recorrido por ese mundo de corrupción, opresión
y abusos que mangoneaba el presidente municipal don Perpetuo del Rosal, apoyado
por las fuerzas vivas representadas por el cantinero gachupín Fiacro Franco, el
burócrata sin conciencia don Gedeón Prieto, la bigotona beata Doña Eme, el
burgués explotador don Plutarco, la frívola primera dama de San Garabato doña
Pomposa y su inútil hija Enedina, y los policías animalescos ‘El Lechuzo’ y ‘El
Arsenio’”.
Ganador en dos ocasiones del Premio Nacional de
Periodismo —1987 y 2010— Eduardo del Río escribió y dibujó desde 1965 la
historieta “Los Supermachos”, que duró apenas 100 números pero cuyo tiraje
alcanzó los 250 mil ejemplares a la semana.
Por presiones gubernamentales, el editor lo retiró y “Rius” comenzó a
producir “Los Agachados”. Esos ejemplares hoy son objeto de colección.
Primero humorista, educador después
Lector de
“Rius” y poseedor de casi medio centenar de sus libros así como de “Los
Agachados”, Aarón Aguirre Reyna quien por años trabajó en la redacción para
Grupo Reforma, menciona que a Eduardo del Río se le atribuye ser el inventor de
la historieta didáctica.
Señala que el
humor “pachanguero” fue uno de los factores para ser recordado con agrado. “Lo que me enganchó a ‘Rius’
desde la primera vez que lo leí fue su humor, que tiraba desde lo cómico de
situación hasta llegar a sus ganchos al hígado a las vacas sagradas del país,
ya sea de la política, el espectáculo o las artes”, subraya.
“Lo didáctico era también algo que me atrajo de sus libros, pero para mí
primero fue humorista y luego educador.
Para Aguirre, había gente que lo leía a escondidas “porque, hasta hoy,
no había una lectura más demodé y ‘anticool’ que ‘Rius’, odiado por la
izquierda y la derecha, y echo a un lado por las nuevas generaciones.
“Todavía es conocido por ser quien inventó la historieta didáctica
(‘cómic’ era un término que no se usaba normalmente en México), además de
atreverse a usar su creación (ya fueran "Los Supermachos" o "Los
Agachados") desde una óptica de oposición al régimen priista en el poder,
y ya después abiertamente socialista. Ésta es la razón por la que fue arrumbado
por mucho tiempo al cuarto de los trebejos ideológicos, y del que luego salió
al abjurar de la dupla URSS-Cuba cuando descubrió los crímenes cometidos por
estos países en nombre de la libertad. El humor tan fresco y pachanguero que
siempre estuvo en sus publicaciones también es algo para poder recordarlo con
mucha simpatía”.
María de Lourdes Casillas tal vez resuma la esperanza que significó para
muchos, siempre con humor, el trabajo de Eduardo del Río: “Sentí que al morir ‘Rius’
se moría una parte importante de mi juventud, aquella de ideales y la ilusión
de un cambio verdadero en el país”.
Eduardo del Río murió el 8 de agosto, a los 83 años, en su querido
pueblo de Tepoztlán, Morelos. Un humorista crítico y a la vez impulsor de
causas sociales, maestro de generaciones de caricaturistas, “Ruis” fue sin duda
uno de los grandes educadores de México del siglo XX.