Para
quienes comenzamos a ser jóvenes en los años ochenta, el grupo español Mecano
fue una feliz novedad. Con sus letras un poco frívolas y divertidas en un
principio, y con temáticas más sociales al final nos acompañaron como la banda
sonora de varias secuencias autobiográficas.
Además de
abordar varios ritmos, sus letras jugaban con modismos, guiños y
licencias literarias. Estas últimas, “infracciones” a favor del estilo o
del sentido de una canción, en ocasiones nos parecieron algo extrañas.
En “Cruz de
navajas”, su primer éxito en México, se menciona un “somier taciturno que usar
por turnos”. Sólo algunos observadores detectaron que María y Mario, los
protagonistas del tema, compartían apenas una rústica base de colchón que los
distanciaba más.
En esta misma
pieza, un juego de palabras altera y “oculta” un sentido que va en la misma
dirección que la presentada: “y María se moja las ganas en el café/ magdalenas
del sexo convexo” puede leerse como un tropo (recurso literario) de los versos
“y María se moja las ganas del sexo convexo/ magdalenas en el café”. Esta última parte es una construcción visual de sentido erótico... aunque de todas
maneras el tal Mario no captó la indirecta.
En los
ochenta escuchamos también “Me cuesta tanto olvidarte”. De momento no supimos
qué era aquello de “la cara vista es un anuncio de Signal”. Que nadie nos
culpe, pues en México esa marca de pasta de dientes nunca se conoció. En la
canción la frase expresa ese fingir una feliz sonrisa mientras que en el
interior “la cara oculta es la resulta de mi idea genial de echarte”.
Un modismo
español nos dejó “en ayunas” al escuchar “Los amantes”. La pieza dice: “Y como
no tengo complejos/ me miro siempre en todos los espejos/ antes de echar los
tejos”. Mientras en México conocíamos la “bebeleche” o “avión”, en España
jugaban a derribar con una piedra —o tejo— un palo clavado en la tierra. El juego
derivó en la “treta” en arrojar “los tejos” muy cerca de los pies de una
muchacha con el fin de sacarle plática.
Una rosa es un rosario
Cuando
William Shakespeare escribió: “La rosa no dejaría de ser una rosa y de esparcir
su aroma aunque se llamara de otro modo”, hacía referencia a aquella vieja
discusión sobre la cosa y su relación con el nombre que la designa. A
principios del siglo XX, la escritora Gertrude Stein creó su famoso aforismo:
“Una rosa es una rosa es una rosa”, con el que expresaba que sólo usando el
nombre del objeto se le puede invocar.
José María
Cano, uno de los integrantes de Mecano y sin lugar a dudas un buen lector, escribió
la canción “Una rosa es una rosa”, rumba a ritmo de flamenco que, más allá del
tema del amor doloroso da una vuelta de tuerca al tema de la rosa: “Una mentira
y un credo/ por cada espina del tallo/ que injertándose en los dedos/ una rosa
es un rosario”. Este último verso captura con toda su fuerza el dolor
existencial encerrado en un nombre. Nada menos.
En las
letras de José María e Ignacio Cano aparecen decenas de referencias literarias,
homenajes (“Eungenio Salvador Dalí”,
“Laika”, “Los héroes de la Antártida”, “JC”, “Aidalai”) y alusiones al cine
(“Almodóbar”, la película “Hijos de un dios menor”) y asuntos de discusión
social como la homofobia, el VIH, la discriminación por raza.
Lo que en
todo momento evitó que sus canciones cayeran en el panfleto fueron su riqueza
de recursos y que en sus letras abunda la poesía acompañada de una excelente
composición musical.
Lo anterior
demuestra que, en asuntos de belleza, la culpa no siempre es de los ojos: a
veces la culpa es de los oídos.
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