martes, 2 de agosto de 2011

El Berlín II

Si me preguntaran cómo resumiría el espíritu de la ciudad, de esa llaga cubierta de nuevos edificios y viejas construcciones, mitad ingeniería artística, mitad arte funcional, me quedaría con el tema de la memoria:


Berlín es una ciudad que escoge su memoria. Como si hubiera algunas cosas que no se deben pasar por alto, por ejemplo el Holcausto y sus víctimas, que nos recuerda a todo el mundo las atrocidades de las que es capaz la mente humana.



Otras deben olvidarse definitivamente. Por ejemplo, en el lugar en donde estuvo el bunker de Hitler no queda nada, sólo un pequeño mapa informativo, turístico. Me dicen que es para evitar que nuevos brotes nazis tengan un lugar de reunión, de peregrinaje, pero de todas formas es algo que decide enterrarse para siempre. Y es que el sitio en donde se refugiaba el líder nacionalsocialista era un complejo subterráneo de salas, cámaras y estancias conectadas por puertas, como celdas cuadriculadas.



Me queda eso. La memoria es selectiva, sí, pero ¿qué cosas debemos enterrar para siempre?¿qué cosas no se nos deben olvidar nunca?¿y qué cosas son parte de nuestro paisaje vital, emocional, que simplemente quedaron ahí como cuerpo inerte luego de años vividos en nuestras páginas?



Elegir la memoria es uno de los trabajos más importantes de los seres humanos, en ello va parte de nuestra identidad y acaso de nuestra salud mental.



Los atroces fantasmas del pasado deben quedar enterrados como en un sótano que ya ni siquiera existe. Como dice el poema: "La palabra recuerdo tiene cuatro patas y un cuerpo espantoso. Por eso la aplasté con una chancla y apagué la luz". Para siempre.




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