Una de las discusiones más amargas que he tenido con mi
mujer, La Nube ,
fue hace unos dos años y se trató sobre el diseño en general, y sobre el diseño
editorial en particular. Ella es diseñadora gráfica con muchos años de
experiencia, en una época fue fotógrafa y además ama el cine, en una palabra es
muy visual. Yo soy un lector metido a editor que poco sabe de diseño, aunque he
tomado cursos de diseño editorial eso no me hace profesional en el área.
Decía que aquella discusión fue amarga, me entristece recordarla,
no sé si se me salían las lágrimas pero lo que sí fue cierto es que nuestra
relación había pasado un bache ensenadense a 80 kilómetros por
hora y nos había dejado un poco dolidos, al menos a mí. El meollo de la
discusión, la recuerdo bien, ambos de pie a cada lado de la cama, era lo visual
del diseño frente a lo funcional de la lectura. Y es que para mí el lector se
debe conectarse con el autor sin nada que le estorbe. Ella acababa de presentar
nuestra publicación, una que en lo editorial nos unía, en azul pálido, celeste.
Casi no se leía. Esa fue la mecha de la discusión.
Hace cosa de un mes vino Jorge de Buen a dar un curso de
Diseño Editorial en Ensenada, lo dio en el Cetys y me habría gustado que todos
los diseñadores que hacen o alguna vez han hecho algo para leerse en papel,
hubieran asistido. Jorge no sólo es diseñador, sino que es diseñador editorial,
tipógrafo, editor, profesor y por fortuna, un obsesivo del trabajo con la letra
impresa. Haciendo una comparación con un auto, si un diseñador gráfico puede
hacer un plano de un automóvil, Jorge puede comparar 10 tipos de relaciones
peso/potencia y decirte qué puedes esperar de ese modelo en carretera lluviosa la-locura.
Pues decía que Jorge vino a Ensenada, no tomé el curso pero
mi mujer sí, y cuando regresó y me dijo que un diseñador editorial debe ser
invisible se me salían las lágrimas. No lo fue, pero parecía una
reconciliación, y las reconciliaciones terminan con los libros tirados.
Me puse en contacto con Jorge de Buen, no para contarle todo
este novenario, sino para hacerle unas preguntas más directamente. La primera
tiene que ver con la “invisibilidad” del diseñador, y la segunda fue así, aquí
la transcribo:
En el marco de las
celebraciones del Día del Libro ¿qué aspecto nos puede mover al optimismo, a la
alegría? Me refiero a los bajos niveles de lectura, a que la industria
editorial no parece precisamente en su mejor momento, y que muchos de los
soportes en papel, especialmente los periódicos, están migrando al terreno
digital.
Desde luego, no son buenos tiempos para los editores
tradicionales, para quienes plasman su trabajo en papel; tampoco, por cierto,
para quienes trabajan en la industria editorial, y aquí debo incluir a los
diseñadores. Sin embargo, no podemos pasar por alto que la gente, quizás, lee
más que nunca antes; no libros, sino mensajes telefónicos, historias de
Facebook, Twitter y cosas similares. Es imposible adivinar hacia dónde nos
llevará este fenómeno, pero hay algo esperanzador.
“Por otra parte, es verdad que los libros y otros artículos
editoriales de papel se venden cada vez menos. Ni modo. Debemos adaptarnos a
los tiempos. La tecnología ha cambiado muchas cosas muchas veces: la imprenta
destruyó poco a poco el negocio del copiado manual de libros, el celular va
destronando poco a poco al teléfono fijo, la televisión local pierde ante las
transmisiones por microondas o cable... En fin, hay miles de ejemplos, unos más
dramáticos que otros”.
Esta reflexión me hizo pensar en los jóvenes que pasan más
tiempo ante un aparato que ante una persona o ante un libro, precisamente sobre
el libro escribí ayer un apunte, en el que incluyo esta idea de que el trabajo
editorial pase inadvertido. (Pero para que él no pase inadvertido, incluyo aquí
su foto).
***
Entre la idea que concibió un autor, hasta el objeto que
llamamos libro existe un mercado de actividades, oficios, conocimientos y
tradiciones.
Han pasado más de 460 años en que Juan Gutemberg comenzó a
trabajar su Biblia de 42 líneas, no el primero pero sí su trabajo más famoso.
Desde el aparato de tipos móviles hasta el Indesign CSC6, la
tradición de los impresores a lo largo de más de cuatro siglos se ha ido
perfeccionando y automatizando, sin embargo, hay un cúmulo de conocimientos
básicos que no cambian.
Hoy en día una buena parte del oficio de edición de
publicaciones impresas las abarca una profesión de nombre diseño editorial.
Uno de los más prominentes diseñadores editoriales mexicanos
es Jorge de Buen, nacido en la cuidad de México en 1956 y egresado de la
carrera de Diseño para la Comunicación Gráfica de la Universidad Autónoma
Metropolitana.
Sobre el trabajo del diseñador editorial, ¿desde qué punto
valorar algo que por su naturaleza pasa inadvertido?, le preguntamos, ahora que
recién celebramos el Día del Libro pero pocos se acordaron de quienes diseñan
los libros.
“Me gusta hacer un
símil con los bailarines y acróbatas —nos escribe en una entrevista a
distancia. Cuando vemos a un bailarín tomar a su pareja y pasearla
prácticamente en vilo a lo largo del escenario, no nos preguntamos cuánto pesa
la mujer. Por más delgada que sea, sus cincuenta kilogramos se deslizarán
graciosamente sin que el público note el menor esfuerzo, porque el bailarín
tendrá el gesto de quien carga una pluma. ¿Recuerdas la última vez que cargaste
un bulto de arena? Eso pesa una bailarina. Así que sólo quien tiene un gran
entrenamiento técnico y físico puede disimular el gran esfuerzo que imprime en
su trabajo.
El también miembro de la Association Typographique
Internationale, de la Society
of Typographic Aficionados, continúa: “El diseño editorial puede tener muchas
facetas, pero, cuando se trata de diseñar libros, periódicos y ciertas
revistas, el diseñador debe intentar que el lector se ensimisme con el texto,
que se sumerja en el relato, la narración o la idea.
“En muchos casos, como en las novelas, el lector querrá
vivir la escena y olvidarse totalmente del autor; en otros, como en los
artículos de prensa, deseará vincularse con el autor y sus ideas; pero
rararmente querrá tener algo que ver con el diseñador.
“Si el diseñador, el editor, el impresor o el alzador de un
periódico aparecen en la escena de la lectura, es porque se equivocaron en
algo: porque hay una mancha, una página mal colocada o un diseño terrible. La
magia termina cuando hay errores.”
El autor de los libros Manual de diseño editorial (2009) e
Introducción al estudio de la tipografía (2011) refiere que la mano del
diseñador no debe ser notada: “En ciertos medios gráficos, debe ser invisible.
Tiene que garantizar que la relación estrecha y fuerte sea la del lector con la
escena o con el autor. Su presencia está de más. Lo paradójico es que, como en
el caso de los bailarines y los acróbatas, se necesita una gran técnica y mucha
pericia para que no se noten los esfuerzos”.
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