La
cantante Selena es una muestra de la cultura popular nacida y encumbrada por un
sector norteamericano pero orgulloso de sus raíces mexicanas
Hay
expresiones que son rápidamente aceptadas por amplios sectores de la población
debido a que éstos encuentran en esas formas expresivas un reflejo de su
sentir. De cierto modo esas voces se vuelven “representantes” de una comunidad
que de tanto en tanto adoptan y encumbran a quien creen que reúne aspectos
dignos de ser admirados, pero que emergió de una comunidad que de ese mismo colectivo.
El
concepto de cultura popular se refiere principalmente a esas expresiones
folclóricas que surgen de las clases populares y que reflejan sistemas de
creencias y valores colectivos y que pueden o no llegar a salir de su geografía
de nacimiento.
Entre
las expresiones de cultura popular podemos encontrar la lucha libre, los
inicios del rock, los cómics y el grafitti. Entre todas ellas, la música es una
de las de mayor influencia debido a su accesibilidad, a las emociones que
remueve y a la “duradera” impresión mental que produce en el receptor.
En
México, uno de los ritmos musicales de mayor aceptación de las últimas cinco
décadas es la cumbia, especialmente en las clases populares o sencillamente en
quienes ven un símbolo de identidad en ese ritmo. A principios de los noventa, Selena
Quintanilla, una chica nacida en el poblado costero de Lake Jackson, en Texas en
1971, pero criada desde toda la vida en la ciudad texana de Corpus Christi,
Estados Unidos comenzó a sonar en la región. Sus padres habían emigrado de
México en la década de los cincuenta y se establecieron en Lake Jackson, para
trasladarse luego a Corpus a finales de los ochenta. Tuvo una carrera breve
pero frenética. Selena fue asesinada el 31 de marzo de 1995 en un momento de
mucho auge. En una época en la que no existían las redes sociales, ganó un
premio Grammy en 1994 al mejor disco, 10 premios de 12 nominaciones del premio
Lo Nuestro y en números generales obtuvo 66 premios de 83 nominaciones.
Su
éxito comercial fue evidente, también fue cierto que Selena (pronunciado
“Selina” por sus seguidores) brotó de una cultura popular para estar cada vez
más cerca de los reflectores comerciales.
Al
menos eso opina Luis Alfonso Gutiérrez, quien creció en Monterrey y que en más
de una ocasión presenció una baile de Selena en su ciudad natal.
“Para mí fue como todo lo bueno,
se vuelve comercial y pierde su encanto”, explica, “en su momento su carisma
vino a terminar de ubicar este género (el Tex-Mex), como toda una época,
después la quisieron volver estrella de Televisa y ahí ya no fue lo mismo. Aquí
(en Monterrey) tuvo mucho impulso; me tocó verla en el Far West y en el Rodeo
de Media Noche”.
Para Miguel Angel Arritola,
periodista de espectáculos por más de 25 años, Selena es un fenómeno que no ha
podido ser remplazado: “Sigue siendo una súper estrella porque aun ahora no hay quién ocupe su
lugar. De hecho, con ella murió el género Tex Mex”. El periodista, quien
la entrevistó en dos ocasiones, la describe así: “Todo mundo recuerda su forma de vestir. Su figura sensual... su
peculiar manera de atender a sus fans. Ella marcó un lazo muy importante con
sus admiradores. Era muy terrenal pero a la vez inalcanzable, manejaba mucho y
sin querer, ese aire de ‘diva’ que hoy nadie tiene...”.
Para otros no hace falta haber vivido
en aquella época para apreciar su carisma y su energía. Como es el caso de la
cantante Ilse McCarthy, de 22 años, quien ha incluido algunas piezas en su
circuito de presentaciones tanto en Ensenada como en la región: “Me encanta la naturalidad con la
que cantaba, como si estuviera en una reunión familiar y no frente a miles de
personas, me gusta esa intimidad, como si casi pudiera ser ella o más bien,
cantar con ella. Me gusta esa energía natural. Se lo admiro y me gustaría poder
transmitirlo al yo estar en el escenario”.
Selena Quintanilla Pérez
probablemente seguirá siendo parte de la cultura popular de nuestro país, o
quizá más precisamente, de los mexicoamericanos que gustan de bailar y recordar
la mezcla de sus raíces que se tejen tanto como los géneros que escuchan.
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