El acto de nombrar, después del de
alimentarse y sentir, es la acción más vital para el ser humano;
sin esta operación de la mente seríamos unos primates peleando por
alimento, territorio y apareamiento.
Nombrar, sin embargo, una acción
aparentemente elemental —y en el principio de la civilización sin
duda lo fue— es una de las actividades más engañosamente
complejas que hay; es más fácil fijar una voluta de humo en la
habitación que tratar de definir qué cosa es el significado, o sea, aquello que relaciona la luna con el dedo que la señala.
Y para complicar más las cosas,
se trata del lenguaje intentando hablar de sí mismo. Hay un ejemplo
—una alegoría— muy curioso: Un reo escapa de la cárcel y huye a
un poblado próximo; ahí se arma una cuadrilla que intenta ir
tras el evadido para regresarlo a prisión. El fugado se une al grupo
de caza y les da indicaciones, les dice por dónde ir y se entusiasma
ante las supuestas pistas. Algo así es investigar asuntos del
lenguaje, de donde nombrar sea quizá el más básico de todos.
Una persona que quiere nombrar un
objeto que está a la vista de su interlocutor se lo puede señalar
con el dedo, pero más allá de eso se trata de una convención, de
un acuerdo. “Perro” va a significar más o menos lo mismo para el
que habla como para el que escucha.
Si nos brincamos el enorme problema del
significado, que es algo que los lingüistas no han podido aclararnos
de manera satisfactoria, podemos decir que las palabras le dan
sentido y estructura al actuar humano.
Las palabras neutras son más bien
escasas, todas llevan una carga que puede empatizar, encajar muy bien
con nuestra sensibilidad —o valores y principios— o producirnos
un rechazo visceral, no tan pensado como queremos hacernos creer.
Acaba de salir una nota en la que le
piden al grupo de rock mexicano Molotov eliminen de su repertorio, en
su gira por Estados Unidos, una canción cuyo título de cuatro
letras expresa algo que se interpreta como innoble, y en una de sus
consonantes contiene la misma “t” de “contra natura”. Los
músicos han repetido que el significado de la canción no es lo que
parece, pero los grupos que defienden los derechos de cierto sector
humano son difíciles de convencer, se sienten injuriados. Todo por
una palabra.
Nombrar más que encerrar, comprime
varias operaciones cognitivas y culturales como una extensión
simbólica, pero no menos poderosa, para incidir sobre el entorno,
empezando con nuestros semejantes. “Todo el idioma, explica Álex Grijelmo, está integrado por un cableado formidable del que apenas
tenemos consciencia, y que, sin embargo, nos atenaza en nuestro
pensamiento. Pensamos con palabras; y la manera en que percibimos
estos vocablos, sus significados y sus relaciones, influye en nuestra
forma de sentir”.
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