La errata
Pasa uno, pasan dos, y luego pasan tres soldados de la Guardia Pretoriana, y la errata se agazapa tras la sombra de una columna. Respira en silencio, a veces se oculta por semanas, y cuando las fiestas han terminado, de su túnica negra extrae una sica que hunde en el asesor ante la vista de todos.
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