domingo, 8 de junio de 2014
Tratos comerciales
Si todos los prestadores de un servicio o vendedores de un bien, ofrecieran su trabajo con alta calidad y tuvieran y dieran muy buen trato a la gente con la que se relacionan, no tendría sentido pagar por publicidad. En cambio, un trato mediocre, descuidado, engrandece los posibles defectos del producto o servicio. En lo particular, me siento más cómodo con un proveedor que me trata bien, que me escucha, porque sé que en cualquier momento puedo hacerle observaciones sobre la parte del trabajo que no me gusta. La mayor antipublicidad es la arrogancia.
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mercadotecnia,
relaciones públicas
sábado, 7 de junio de 2014
La sangre erguida
De qué eres dueña
sino de mi sangre erguida
que te señala con un trozo
de mi carne
No me dejes afuera
con lo que es tuyo
Cierra los ojos
y tómalo
reconócelo
que ha pasado mucho tiempo
fuera de ti
sábado, 24 de mayo de 2014
Las librerías
Las librerías son importantes y necesarias, son el medio más popular –no el único y puede que de momento sea el mejor– y se deben cuidar y promover, pero hay un un par de aspectos de la industria editorial que poco se señala.
1) En número redondos, del precio al público de un libro, la librería se lleva el 50 por ciento, la editorial el 40 y el autor el 10 por ciento, o a veces un poco menos.
2) Otro punto: le editorial le paga al autor digamos que 10 por ciento, pero ojo, sobre el número de ejemplares que DICE que se vendieron. Estoy hablando de las editoriales comerciales, no de las gubernamentales o subsidiadas.
Atención, no estoy diciendo que a las editoriales mexicanas les vaya muy bien y que no afronten vientos fiscales y un mercado voraz que las esté asfixiando, no, sólo digo que el autor se lleva un peso de cada 10 que el lector paga, y los otros 9 representan el precio de la marca y del estante.
Pero existe otro modelo.
Una editorial y un autor acuerdan repartir sus ganancias. La editorial imprime en digital bajo demanda, promociona en redes sociales, organiza algunas lecturas; y le informa al autor de sus ventas. Además acuerda pagarle no el 10, sino el 40 por ciento del precio al público ¿No estará el autor más contento?
Alguien me puede rebatir que ese modelo no funciona, que habrá que ver. Pues sí, claro. Es un comienzo. Lo que puedo afirmar es lo que me consta, y lo que me consta es que un autor prácticamente desconocido como el que esto escribe, ha vendido 130 libros en poco más de un mes (cero pesos de inversión de publicidad), con la ayuda de las redes sociales y amigos que le acompañan. Aquí cabe la duda: quién puede decir si se trata de un modelo incipiente pero exitoso, o se trata de las amistades tan generosas que le tienen la mano a este su charro negro.
Pero por si acaso, muchas gracias. A seguir fortaleciendo las librerías, y el que desee comprarme un libro de 120 pesos (sin intermediarios), se los agradezco un montón.
(Mi correo: yadivia@hotmail.com)
1) En número redondos, del precio al público de un libro, la librería se lleva el 50 por ciento, la editorial el 40 y el autor el 10 por ciento, o a veces un poco menos.
2) Otro punto: le editorial le paga al autor digamos que 10 por ciento, pero ojo, sobre el número de ejemplares que DICE que se vendieron. Estoy hablando de las editoriales comerciales, no de las gubernamentales o subsidiadas.
Atención, no estoy diciendo que a las editoriales mexicanas les vaya muy bien y que no afronten vientos fiscales y un mercado voraz que las esté asfixiando, no, sólo digo que el autor se lleva un peso de cada 10 que el lector paga, y los otros 9 representan el precio de la marca y del estante.
Pero existe otro modelo.
Una editorial y un autor acuerdan repartir sus ganancias. La editorial imprime en digital bajo demanda, promociona en redes sociales, organiza algunas lecturas; y le informa al autor de sus ventas. Además acuerda pagarle no el 10, sino el 40 por ciento del precio al público ¿No estará el autor más contento?
Alguien me puede rebatir que ese modelo no funciona, que habrá que ver. Pues sí, claro. Es un comienzo. Lo que puedo afirmar es lo que me consta, y lo que me consta es que un autor prácticamente desconocido como el que esto escribe, ha vendido 130 libros en poco más de un mes (cero pesos de inversión de publicidad), con la ayuda de las redes sociales y amigos que le acompañan. Aquí cabe la duda: quién puede decir si se trata de un modelo incipiente pero exitoso, o se trata de las amistades tan generosas que le tienen la mano a este su charro negro.
Pero por si acaso, muchas gracias. A seguir fortaleciendo las librerías, y el que desee comprarme un libro de 120 pesos (sin intermediarios), se los agradezco un montón.
(Mi correo: yadivia@hotmail.com)
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domingo, 18 de mayo de 2014
Tampón
Pequeño usurpador de los jardines
que mueres cada día en el intento
efímera misiva del contento
mensaje curador del sufrimiento
Un albo centinela de ojo tierno
un mártir silencioso que yo espero
al tiempo me resigno con esmero
no tardes demasiado te lo ruego
domingo, 11 de mayo de 2014
Fue más o menos así...
Es de esas letras del cancionero ochentero que tienen un narrador tan presente como el de la canción "La maldita primavera", que interpreta Yuri.
Desde el inicio, a pesar de la aparente inseguridad, narra los hechos con todo detalle, al punto que raya en lo morboso: "Fue más o menos así: vino blanco noche viejas canciones..."
Desde el inicio, a pesar de la aparente inseguridad, narra los hechos con todo detalle, al punto que raya en lo morboso: "Fue más o menos así: vino blanco noche viejas canciones..."
lunes, 5 de mayo de 2014
Seis puntos sobre la fe
Con todos estos temas de la canonización del papa Juan Pablo Segundo y de Juan XXIII, de la película de Obediencia perfecta, de Luis Urquiza, y esos debates que me parecen estériles, pocas veces tengo muy claras:
1) El hecho de que haya dejado de ser católico por allá de mis 20 años, no implica que haya dejado de reflexionar en asuntos de la fe, las iglesias y el papel de algunos religiosos célebres.
2) Muy difícilmente una persona va a abandonar o a sumarse a un credo religioso por motivos puramente "racionales". Por ende no hay argumento válido en sí mismo que puede convencer a nadie de ello.
3) La fe religiosa de cada quien, cuando es arraigada, es algo que está tejida en las fibras más sensibles de un ser humano. Tocarla es equivalente a lastimar, y si no me gusta que me lastimen, no debo tocarla a la ligera.
4) El hecho de que un cura católico haya intentado propasarse conmigo, no significa que todos los curas estén cortados por la misma tijera, pero sí me parece fundamentado que esto me haya hecho sensible a los posibles abusos por parte de adultos que están en un posición privilegiada.
5) La coherencia es un valor alto para mí, pero sólo aplicado a mí. Creo que mi filiación a cualquier creo me obligaría a profundizar y comprometerme en el conocimiento de lo que digo practicar o seguir. De lo contrario estaría "estando a medias".
6) Creo que la fe no es para todos, por el hecho de que no en todos tiene el mismo efecto. En unos los hace mejores personas. Lamentable que una persona tenga una relación enferma, se la viva lamentando, quejándose, pero no tome una decisión. Es enfermo no decidir cuando algo en nuestra relación anda muy mal.
1) El hecho de que haya dejado de ser católico por allá de mis 20 años, no implica que haya dejado de reflexionar en asuntos de la fe, las iglesias y el papel de algunos religiosos célebres.
2) Muy difícilmente una persona va a abandonar o a sumarse a un credo religioso por motivos puramente "racionales". Por ende no hay argumento válido en sí mismo que puede convencer a nadie de ello.
3) La fe religiosa de cada quien, cuando es arraigada, es algo que está tejida en las fibras más sensibles de un ser humano. Tocarla es equivalente a lastimar, y si no me gusta que me lastimen, no debo tocarla a la ligera.
4) El hecho de que un cura católico haya intentado propasarse conmigo, no significa que todos los curas estén cortados por la misma tijera, pero sí me parece fundamentado que esto me haya hecho sensible a los posibles abusos por parte de adultos que están en un posición privilegiada.
5) La coherencia es un valor alto para mí, pero sólo aplicado a mí. Creo que mi filiación a cualquier creo me obligaría a profundizar y comprometerme en el conocimiento de lo que digo practicar o seguir. De lo contrario estaría "estando a medias".
6) Creo que la fe no es para todos, por el hecho de que no en todos tiene el mismo efecto. En unos los hace mejores personas. Lamentable que una persona tenga una relación enferma, se la viva lamentando, quejándose, pero no tome una decisión. Es enfermo no decidir cuando algo en nuestra relación anda muy mal.
Yo te amo matemáticamente
Yo te amo matemáticamente
con un amor tan trigonometrical
que ya sea prácticamente o teóricamente
todo mi sistema decimal
Yo te amo con mi tangente mirada
y con el cuadrado del aire que respiro
y si mis ecuaciones algebraicas no son errónea
en el infinitesimal cielo yo te miro
Yo te amo a mi máxima potencia
y estás en un profundo lugar geométrico dentro de mi alma
a tu par de ojos hago referencia
por que me hacen número real y me dan la calma
Yo te amo a una velocidad acelerada
como la existente al caer un objeto
por favor siéntate a mi lado y formemos
un trinomio cuadrado perfecto
Y si graficase cuánto te amo
utilizando mis funciones
el plano utilizado
se llenará de corazones
no teniendo más raíces
que mi amor sin dimensiones
Yo te amo con cualquier ecuación
ya que me es fácil al cuadrado elevarte
si me divides pasas multiplicada
ya que me es difícil despejarte
Yo te amo en las cuatro operaciones
te sumo te resto y te divido
veo tus ojos en mis pizarrones
las equis del recuerdo y del olvido
con un amor tan trigonometrical
que ya sea prácticamente o teóricamente
todo mi sistema decimal
Yo te amo con mi tangente mirada
y con el cuadrado del aire que respiro
y si mis ecuaciones algebraicas no son errónea
en el infinitesimal cielo yo te miro
Yo te amo a mi máxima potencia
y estás en un profundo lugar geométrico dentro de mi alma
a tu par de ojos hago referencia
por que me hacen número real y me dan la calma
Yo te amo a una velocidad acelerada
como la existente al caer un objeto
por favor siéntate a mi lado y formemos
un trinomio cuadrado perfecto
Y si graficase cuánto te amo
utilizando mis funciones
el plano utilizado
se llenará de corazones
no teniendo más raíces
que mi amor sin dimensiones
Yo te amo con cualquier ecuación
ya que me es fácil al cuadrado elevarte
si me divides pasas multiplicada
ya que me es difícil despejarte
Yo te amo en las cuatro operaciones
te sumo te resto y te divido
veo tus ojos en mis pizarrones
las equis del recuerdo y del olvido
domingo, 4 de mayo de 2014
Búsquedas y encuentros
En algunos de los cuentos la fatalidad está presente, no como algo tangible, inmediato, sino como una posibilidad que amenaza. Es el caso de la primera de las historias, en donde el diputado pasa por un duro trance nunca especificado, mas preso de la angustia toma una decisión definitiva.
En la primera mitad del libro, es decir, en los primeros siete textos, se respiran situaciones ligadas al misterio, a una incógnita, como la angustia en el inicial, “La Burla”, pasando por el logrado suspense del segundo, “Condenado”, hasta llegar a una anécdota, a la vez “real” y asociada a lo fantasioso.
A partir del octavo cuento, “Encuentro”, se diluye esa angustiosa nube onírica de las historias y predomina más el tono realista, incluso dentro de un entorno urbano, pero en donde suele aparecer algún rasgo de misterio, como el caso de la misma historia “Encuentro”, donde la protagonista se encuentra casualmente con un hombre, que trabaja como agente de tránsito, que había sido sirviente en su casa de infancia.
En “Los tiempos de Dios”, el sacerdote jesuita Salvador Petri narra a la concurrencia asombrosos hechos vividos en su juventud y que definieron en buena medida su futuro. En esta historia aparece un poco más evidente ese ingrediente de reflexiones sencillas y profundas, dichas como al descuido, entreveradas con el hilo de la trama, como cuando el padre Petri dice en algún momento: “Las palabras tienen uso sólo para lo concebible”.
Ya en el cuento “Mariquita” asistimos a la crónica de un amor no consumado, al parecer parte de la historia de Ensenada, pero trabajada desde la literatura. Al igual que la historia de La Bikina, Mariquita se vuelve emblemática, punto de referencia de la belleza de su época con una historia que al parecer pocos conocen.
El cuento “No quieras con desgana”, en un homenaje a Mario Benedetti, muestra un retrato sucinto y emotivo de la invasión nazi a Checoslovaquia, en voz de una anciana Edith, que vivió en familia parte del trágico fin de muchos judíos. Pero la historia tiene otro argumento. La protagonista y su amiga Laura están de viaje por Europa, cuando esta última decide quedarse, abandonar esposo e hijo y no regresar a México sin mayores explicaciones que un par de cartas.
La narradora se niega, pero en el camino a bordo de un tren conocen a Edith, con quien Laura siente una profunda afinidad: “Ella y Edith se completaban las frases y entendían el sentido mudo de una mirada o un ademán”.
La historia Edith ocupa un lugar aparte no sólo en este cuento, sino en todo el libro
Este libro de cuentos vale la pena, entre varias cosas, por el manejo de distintos tonos que guardan unidad, por el manejo de las atmósferas, desde fantásticas hasta policiacas, en donde el misterio se va desentrañando, entretejidas en ocasiones con un monólogo interno del protagonista.
También, en ocasiones, la historia se acerca a lo fantástico, pero no con un sentido ornamental, sino para poner en evidencia que tantito más allá del mundo hay otra realidad, que nos observa y a veces nos sonríe.
La combinación de agilidad y profundidad en cuentos de pocas páginas denotan un trabajo depurado y pulido para contar solamente lo esencial, pero sin dejar fuera los rasgos más distintivos de cada personaje.
La autora sabe que el arranque de cada historia es vital para atrapar al lector. Con cada inicio plantea no sólo las incógnitas, sino también el tono de todo el relato:
“El diputado sabe lo que debe hacer. Lo sabe con certidumbre, hace apenas algunas horas pero lo intuye desde hace mucho tiempo atrás”. (La Burla)O también:
«Todo ha salido bien, no podía ser de otra manera. El hombre de cabello gris y piel color ceniza cierra los ojos, recuesta la cabeza sobre la almohada y abraza el periódico. Después lo extiende y despacio, letra por letra, vuelve a leer el encabezado: “Dos mujeres se matan por un hombre”». (El Castigo)Mario Vargas Llosa afirma que dos elementos son fundamentales en toda narración, el tiempo y el punto de vista.
En cuanto el tiempo, Bonifaz lo maneja de una manera eficaz, porque lo pone al servicio de la historia, como es el caso de en “El Castigo”. Y sobre el punto de vista, suena tan natural y con un lenguaje bien trabajado, que es notoria la buena elección.
Un libro para disfrutarse despacio, y reflexionar, sin proponérnoslo, sobre la relación que hemos tenido con nuestros semejantes a través del tiempo.
*
Editorial: Acento Editores (Guadalajara, Jal.) www.acentoeditores.com
Foto de la autora: Vanessa Moreno Borrego.
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Búsquedas y encuentros,
Roselia Bonifaz
lunes, 21 de abril de 2014
sábado, 19 de abril de 2014
Desencuentro con García Márquez
No era el mejor trabajo, pero
tampoco el peor. En todo caso no había motivo para que me
despidieran, tampoco para que yo me deprimiera, y sin embargo, antes
de que termine este viernes, ya soy un desempleado. Los quiero mucho
a todos.
En el café miro tras el cristal, la
maleta a mis pies, veo a la gente, garabateo algunas líneas en una
servilleta y me hago la apuesta de que, si no me encuentro con algún
conocido antes del tercer café, entonces llamaré a Ana y le diré
¿Te gustaría ser mi novia?
Al segundo café miro pasar a un
hombre con cara conocida. Quizá es mi imaginación pero es idéntico
a Gabriel García Márquez, el escritor. La servilleta dice Ana por
todos lados, entonces pido el tercer café y tomo el teléfono
celular. Suena una vez, dos veces. Me sudan las manos. Trago saliva.
Me aclaro la garganta. Hola, Ana ¿te gustaría ser mi novia?, me
preparo mentalmente a contestar. No mejor, Qué tal Ana ¿cómo
estás? No, tampoco: lo desecho por demasiado estudiado. Está mejor:
estaba tomándome un café y pensaba que quizá tú… Suena por
tercera vez. Qué tal reinita, si tú siempre me has gustado. No,
demasiado vulgar. En eso cuelgo.
Para mi sorpresa veo a García
Márquez que entra el café. Se queda un momento allá, a unos pasos
de la entrada. Pienso que busca a alguien con la mirada. Es idéntico
al Gabo, pienso. Hasta en el maldito bigote se parece. Trae un saco
café y unos lentes que le quedan un poco grandes.
Ana no me contesta, no veo a nadie
conocido, la mesera se dio cuenta que no pienso consumir nada más y
mira con desdén: lo único que me queda es salir en retirada.
¿Es usted Miguel Fartúa?, escucho.
Al girar la cabeza miro a García Márquez a tres metros de mí.
Debo estar seguro. Ahora cualquier
escritor se viste como García Márquez, aunque quizás él no sea
escritor, sino dramaturgo. O ni escritor o dramaturgo, sino
simplemente alguien que me ha confundido con otro Miguel Fartúa que
no sea yo, sino otro que se llame igual.
¿Perdón? Digo estirando el cuello.
Rara vez olvido un rostro; puedo pasarme semanas tratando de ubicar
alguno, pero siempre lo consigo. Y a este lo vi en la portada de un
libro suyo que alguien dejó olvidado hará cosa de tres o cuatro
meses en el trabajo, quiero decir, en mi extrabajo. Además, es el
escritor favorito de Ana.
García Márquez voltea para los
lados. Luego se acerca un paso y me dice más con el rostro que con
la voz:
— Que si es usted Miguel Fartúa, el
botones del Hotel Monterrey, el que queda de aquí a dos cuadras.
Ahora sí noto un acento
definitivamente extranjero. Nomás eso faltaba: que después de ser
despedido algún cliente todavía me busque para reclamarme.
— No señor, le contesto, soy mesero
de un bar. Para luego corregirme en voz baja: “era”.
— Perdone usted, me dice, y se
retira. No puedo resistir la tentación. Apenas da dos pasos, lo
llamo:
— Disculpe. Él se detiene. Su figura
parece la de un abuelo a quien le gusta bromear.
— ¿Sí?
— ¿Es usted Gabriel García
Márquez, el que escribe?
Levanta las cejas, en gesto que
parece más de sorpresa que de molestia. Y dice en tono divertido:
-Hombre, pero acá las preguntas las
hago yo. Y al decir esto pienso que está a punto de soltar la
risotada.
— ¿Cómo se llama usted?, revira.
Yo me pongo nervioso.
— Aurelio.
— ¿Aurelio qué?
— Aurelio Martínez.
— Mire señor Martínez, busco a un
tal Miguel Fartúa, que es el botones del hotel en el que me hospedo,
me dijo la recamarera que lo podía encontrar aquí.
¿Y podría saber para qué lo
busca? digo, si no es indiscreción.
García Márquez se acerca un poco
hacia mí y lo invito a sentarse. Él titubea y finalmente se sienta.
Me parece que de cansancio. Estaba a punto de responderme cuando
aparece una muchacha muy joven que le pide un autógrafo. Y detrás
de ella otra que al parecer venía con la primera. Cuando nos dejan
solos el escritor saca un sobre amarillo de entre su saco. Me sudan
las manos y me muerdo la uña del dedo meñique. Dos señoras mayores
lo han reconocido y se acercan; una de ellas por poco se cae encima
de él al querer abrazarlo. Las dos señoras y García Márquez se
ríen: si esto hubiera pasado hace 25 años se lo habrían comido a
besos. Comienzo a incomodarme; me dan ganas de levantarme y salir
corriendo. Varias mesas murmuran y algunos voltean hacia acá. Más
bien la mayoría. Se aproximan tres muchachos juntos de diferentes
edades, y detrás un señor calvo con un chaleco a cuadros.
— Le sonará
raro, dice con la mirada en mi taza de café, pero quise recordar mis
tiempos. El botones del hotel se llevó mi maleta así que salí a
buscarlo. Como si fuera a escribir una nota para el periódico, haga
de cuenta. Y me muestra las uñas al terminar la frase. Me fijé que
dijo “se llevó”, y no “me robó”.
Uno de los tres muchachos le pide un
autógrafo y detrás de ellos el calvo del chaleco. Ya se habían
juntado además otras tres señoras, un señor que traía un maletín
y una mesera que decía compermiso, compermiso, mientras alargaba un
trozo de papel para que se lo firmara. Ocho en total. Siento que me
falta el aire. García Márquez saca el reverso de una foto que dice
“Empleado del mes”. Al voltearla me doy cuenta que es una foto
mía.
— Don Miguel: tiene usted cojones,
pero usted me regresa mis libros ahora mismo.
Qué dirá Ana cuando le cuente.
viernes, 18 de abril de 2014
Postales con García Márquez
Tengo 10 años. Mi mamá platica con una amiga de la familia que había ido de visita a la casa. Por la conversación que escucho en partes, deduzco que hablan de una familia que está pasando por ciertos problemas. Algunas partes suenan raro y en ambas, mi mamá y su amiga, buscan una explicación. Descubro que hablan de un libro de título extraño: Cien años de soledad.
*
Estoy de
oyente en la facultad. Es el primer día del semestre. El maestro
pregunta por autores favoritos. De los siete, cuatro contestan que
Gabriel García Márquez, dos que Julio Cortázar y uno que Carlos
Cuauhtémoc Cárdenas (sic).
*
Durante varios años la ceremonia
era parecida: La Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano entregaba
su premio en el Museo de Arte Contemporáneo, Marco, en Monterrey,
dirigido por Nina Zambrano, hermana de Lorenzo Zambrano, uno de los
principales promotores del premio desde la empresa Cemex que él
maneja. Al final del acto, aparecía el cantante Celso Piña
interpretando La cumbia sampuesana y la consabida pieza Macondo, para alegría del Nobel y
de los presentes. Un día Celso no se presentó al evento para
desconcierto de algunos asistentes. Rubén Mujica, representante en
ese tiempo de Celso, se lamentaba conmigo del desaire: "Yo que
le di todo el apoyo, ahora me hace esto. ¿Te parece justo,
Gerardo?". Al día siguiente, los periódicos mostraban al mismo
Gabo alegre de siempre.
*
El crítico peruano Julio Ortega,
buen conocedor de la obra de García Márquez, además de su amigo,
relataba que al subir a un avión solía contar la cantidad de
personas que leían un libro del Gabo. "Un día conté a 14",
señala.
*
Esta historia comienza con un jovenzuelo que conoce a una chica involucrada en la lectura más
que en cualquier cosa en la vida. Autodidacta ella, podía leer más
rápido y recordar tres o cuatro veces más que él, que en ese
tiempo era un estudiante de la carrera de Letras. Cuando Juvenal
Urbino se cae de la escalera tratando de ir tras su loro en El amor
en los tiempos del cólera, la pareja ya está comprometida. Tendrán
dos hijos varones y los libros de García Márquez rodando por la casa.
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Cien años de soledad,
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Gabriel García Márquez,
Gerardo Ortega
martes, 25 de marzo de 2014
Laboratorio de Hombres I
El macho de la especie humana es muy interesante si lo saben ver. Presenta unas cuantas características comunes. Les diré de una de las más importantes: siente debilidad por las reglas instrumentales. Con mucha más frecuencia que la saludable, del chip más profundo las reglas del juego se vuelven más importantes que los jugadores. Entonces, para definir las cosas, en su discurso aparecen el apego o falta de apego a estas reglas. La discusión se hace larga, pero las reglas como instrumento están presentes. Pronto la segunda entrega.
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hombres,
machos
domingo, 23 de marzo de 2014
miércoles, 19 de marzo de 2014
Parafrasenado
La poesía es un conjunto de palabras, ideas, música, figuras retóricas y emociones, más ese algo que nadie sabe qué es pero que es lo único que importa.
El problema de la redes sociales en las empresas –y gobiernos– ignorantes
*
Creo que la primera década del siglo 21 estará marcada por el inicio del empoderamiento ciudadano, una forma de llamarle al peso cada vez mayor de la difusión de opiniones, iniciativas y denuncias por parte de personas NO relacionadas con ningún partido, gobierno ni empresa, y que tienen un mayor peso en la toma de decisiones de quienes tradicionalmente toman las decisiones. Este empoderamiento no se entendería sin el deterioro de las instituciones y sin el uso de las nuevas tecnologías, que por cierto en México aún no han sido aprovechadas al 100 por ciento de todo su potencial. Pero para allá vamos.
**
El asunto del uso de las redes sociales para el uso de mercadotecnia (llamémosle así a quienes quieren vender un producto, difundir una idea política, ofrecer servicios educativos o promover un museo) , es que no tienen idea de para qué sirven las redes sociales (creen que es sólo entretenimiento para chamacos caguengues). Más del 90 por ciento de las empresas o instituciones con las que he tratado no le dan la importancia debida al puesto de manegador de redes sociales y siguen comiendo mocos, organizando eventos sin repercusión, o poniendo anuncios que nadie quiere leer. La palabra clave es "diálogo" y los muy tontos piensan que la palabra clave es "presupuesto". No es asunto de lana, sino de ver en dónde pasan más tiempo las personas de 16 a 34 años de edad. Conozco páginas de Facebook que con sólo lo que se gasta la computadora de luz, suman 15 o 20 mil seguidores, incluso tienen ingresos por sus anuncios que no son anuncios. En cambio, empresas "grandes" se gastan el mal sueldo de media persona para poner anuncios institucionales, en una combinación perfecta de ambición, soberbia e ignorancia.
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viernes, 14 de marzo de 2014
¿El libro o la película?
La desaparición sin rastro ni explicación del vuelo 370 de Malasya Airlines ocurrido el sábado 8 de marzo mantiene a especialistas en seguridad aérea en la quinta pregunta. Lo que considero un hecho es que al momento de escribir estas líneas, varios escritores y guionistas preparan ya sus respectivos libros y propuestas de película para que, próximamente, sean un éxito de librerías y de taquilla, y luego la cinta compita por el Oscar, en donde vence el valor, el heroísmo, la libertad. ¿A poco a la industria del entretenimiento se le va ir de las manos un evento inédito y que despierta los más profundos temores? ¿Preferirían el libro, o nada más esperar a que salga la película?
jueves, 6 de marzo de 2014
Día de la Mujer
Mujeres "femeninas" pero que no dan la apariencia de vulnerables o débiles. Mujeres seguras, inteligentes, mujeres sensibles, pero sin falsas poses. O aun verdaderas poses. No abundan.
Ser mujer antes que todo, o ser varón antes que todo, no debería ser la característica más distintiva, porque esas características nos limitan y nos condicionan.
Antes que todo somos personas, con una sensibilidad, con una forma particular de ver el mundo. Y estamos aquí para compartirlo, hasta donde sea posible.
Lo opuesto a relaciones sanas es la cultura sexista y machista, y esas la reproducimos todos, mujeres y hombres, sin darnos cuenta.
lunes, 3 de marzo de 2014
La máquina de dar amor
AL POCO TIEMPO me enteré del pleito legal entre el casino de la calle Robinson y el de San Pedro, porque yo mismo, de alguna manera, lo provoqué. Digo de alguna manera y no directamente porque las leyes de la oferta y la demanda no tienen juzgado, y tampoco se puede enjuiciar a nadie porque el de enfrente ofrezca un mejor servicio.
Pero empecemos por el principio.
Hace dos años y medio comencé a ir al casino de la calle Robinson. Salía de mi oficina a las 7 y a las 7:15 llegaba, me instalaba, y jugaba hasta las 12. Así me pasé un año y medio hasta que un día trajeron una máquina nueva pero muy extraña. Se llamaba sencillamente Love 69.
No era una máquina común, tampoco de apuestas, sino lo que ofrecía era amistad, y en algunos casos, amor.
Su funcionamiento era relativamente sencillo: uno iba contestando preguntas que la máquina hacía con el objetivo de crear un vínculo. Ese vínculo se medía en una escala del uno al 70, siendo este último número el vínculo de "amor perfecto".
A medida que uno contestaba más preguntas (siempre ella preguntaba y uno contestaba, nunca al revés) el puntaje podía subir o bajar, además, el juego no duraba un día, sino que era por tiempo indefinido, sesión tras sesión, con la única salvedad de que si en la primera sesión el participante no pasaba de 10 puntos, era rechazado de manera permanente. Entre los 11 y los 40 puntos el vínculo se le llamaba “somos conocidos”, y entre el 41 y el 69, al vínculo se le llamaba “amistad”.
A los amigos, Love 69 les mandaba dos correos electrónicos a la semana, en días al azar, con un breve mensaje sacado del perfil del jugador. Eso estimulaba mucho, por cierto. Pasados los 60 puntos mandaba un correo cada tercer día y un mensaje de celular tres días cualquiera a la semana. Siempre y cuando uno siguiera yendo a la máquina y contestara más preguntas.
El primer día que jugué obtuve 15 puntos, con lo que me salvé de ser rechazado de por vida. En las siguientes dos semanas me mantuve siempre arriba de 50, pero un sábado a las 12:30 de la noche Love comenzó a sonar como ambulancia y dos empleados se me acercaron casi corriendo.
Resulta que había obtenido los 70 puntos, algo que sólo había pasado dos veces en cuatro años, y todas en Estados Unidos.
Los empleados hablaron con el gerente y éste habló a unas oficinas en Las Vegas. Quince minutos después me informaron que era acreedor 30 mil pesos en efectivo y una cena. Los 30 mil pesos en realidad fueron quince mil porque la mitad, según me indicaron, eran para la máquina; después de todo era mi pareja y así lo decían las instrucciones que nadie leyó en un costado de Love. Así que ése fue mi primer gasto oficial en ella.
Todavía me quedaba la duda de cómo serían los correos y los mensajes. Enseguida un empleado me explicó que Love me mandaría un mensaje de celular una vez al día, a cualquier hora entre las 7 de la mañana y las 10 de la noche.
Lo y yo duramos siete meses. Sabía que me gustaba que me llamara “mi amor”, que me gustaban las Barritas de piña y la cerveza Indio. También conocía la frecuencia de otras intimidades mías y que sus correos de menos de dos líneas me hacían sentir muy frustrado, por ello sabía cuándo mandarme una liga con un video que me pusiera de buen humor.
Me parece que toda la tensión de mi relación con ella se centraba en dos puntos. Primero, que ella guardaba toda la información sobre mí y de pronto, de vez en cuando, la sacaba (lo cual me alegraba o me hacía enojar), y segundo, que no sabía a qué hora me iba a mandar un mensaje o iba a recibir un correo.
Todo esto lo pagaba puntualmente con cargo a mi tarjeta, de tal forma que a veces me pasaba hasta dos semanas sin ir al casino. Ni falta hacía.
Un viernes no recibí ningún mensaje de Lo, tampoco el sábado ni el domingo. Mi correo estaba también vacío de sus cariñosos mensajes. El lunes hablé al casino, se disculparon y a las tres horas me llegaron tres mensajitos y dos correos. Pero algo hubo en aquello que no me gustó. Nuestra relación siguió más o menos normal por las siguientes semanas.
Un día pasé por el casino de San Pedro, y vi que había algo muy similar a Love cerca de la entrada. Un empleado me trató de explicar pero yo lo detuve con un ademán. Le dije que ya estaba afiliado en otro lado y que no pensaba cambiarme. El tipo que era amanerado hizo una mueca, me torció la boca y me miró de arriba abajo. Quién sabe qué fue a decir más arriba que al día siguiente me llamaron del casino de la calle Robinson. Me preguntaron que si era cierto que pensaba dar de baja el servicio, que si estaba molesto por la atención, que si tenía algún problema en el que me pudieran ayudar. No, les dije, todo está bien. Si ya no voy tan seguido es porque tengo una excelente relación con ella; nos llevamos estupendamente.
Sin embargo el rumor ya había corrido.
Al poco tiempo me enteré del pleito legal entre el casino de la calle Robinson y el de San Pedro, porque yo mismo, de alguna manera, lo provoqué.
No me pienso cambiar de casino porque creo en la fidelidad. Es cierto, debo confesar en que hay días en que Lo no me escribe, o me fastidia preguntándome si he conocido a alguien y que si me he encontrado con alguna ex; pero haciendo un balance han sido más los momentos bellos, las veces que me escribe alentándome por asuntos del trabajo, o con esa aplicación extraordinaria suya con la que me convierto en un cable de alta tensión y hacer volar mi disco duro hasta que no quede ni un solo kilobyte a lado del otro.
Lo y yo llevamos una relación excelente. A veces quisiera preguntarle algo sobre ella, a veces quisiera que no me molestara con sus celos, a veces quisiera que no me escriba cuando estoy trabajando. Pero la amo, esa es la verdad, no lo puedo evitar.
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