Como editor, mi vida laboral tiene el destino manifiesto de hacer mancuena con diseñadores. En los últimos años me ha tocado convivir y contrabajar al lado de estos oficiantes del buen gusto visual. Ellos me han enseñado mucho.
Primero en una revista del Congreso por dos números, y después en Conarte por unos cincuenta números, me tocó conocer y de inmediato hacer pareja con Martín. Luego nos hicimos cuates, pero en los primeros años me tocó lidiar con su mutismo, con su aparente indiferencia ante el mundo exterior y con su humor. Nos quedábamos hasta la madrugada cuando era necesario, revisábamos las pruebas en la imprenta, la calidad de la impresión, diálogos mínimos.
Juntos hicimos medio centenar de números de 64 páginas cada quincena. Más tarde me fui al periódico, ahí fueron tres páginas diarias durante casi dos años, más un suplemento diario adicional con esto del Fórum de las Culturas. El diseñador no tenía tiempo de decir pío, mucho menos de quejarse.
Para el Urbanario también trabajo con una diseñadora, y en La huella del coyote lo mismo. (El trato con el diseñador es un capítulo aparte)
Alguna vez tomé un curso de diseño editorial, por ahí otro de corrección de estilo y en otro tiempo uno de periodismo digital. Con esto quiero decir que he intentado revisar mi trabajo tratar de mejorarlo.
Pero volvamos con los diseñadores.
En otro momento ya he comentado que la gran mayoría de los diseñadores editoriales provienen del campo del diseño gráfico. Tal vez sea la rama más cercana que hay, pues se manejan casi las mismas herramientas (excepto el fundamental Indesign que pocos diseñadores gráficos conocen bien), pero con el tiempo las diferencias entre ambos tipos de diseñadores me parecen cada vez más grandes.
En principio, los DG tiene su base en la cultura visual y publicitaria, esa que atiende a proporciones, colores, equilibrio, mensaje, y que le apuesta a un único impacto eficaz. Los DE, por otra parte, deben o deberían tener sólidas bases en una cultura de la letra impresa. No encuentro otro modo de encuadrar el trabajo de aquellos que cuyo objetivo es armar libros, periódicos y revistas (no sólo carteles). Es elemental que estén familiarizados con estos tres objetos.
Por desgracia, según he visto de cerca, los diseñadores (gráficos) y buena parte de una instancia empleadora tienen la creencia de que el diseño editorial lo puede realizar sin mayores problemas un diseñador gráfico. El problema es que sí hay problema.
Estoy acostumbrado a que la chamba sale o sale, no importa cuántas horas continuas hay que trabajar. Ese es un problema mío, porque no en todos lugares piensan así. El asunto es que si hay que quedarse toda la noche, o si hay que elaborar una muy buena coartada, en ambos casos el diseñador tiene que ser tu sombra, debe haber una coordinación absoluta, casi telepática (exagero)
Sin embargo, cuántas veces mi diseñador y yo pensábamos lo mismo al escuchar el timbre del teléfono, o cuántas veces uno entendió perfectamente cómo iba a estar la jugada con sólo escuchar el tono de voz del otro al teléfono.
Dios: danos muchos diseñadores editoriales. Dios: danos muchos y muy buenos diseñadores editoriales, que tu santo reino de la letra impresa necesita más de estos que amen y veneren con mucha devoción al menos al santo de su familia tipográfica, y tengan el placer de posar su vista, Dios por tu merced, en un libro, por favor Señor nuestro, bien diseñado. Te lo pedimos por tu santo nombre, amén.
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