martes, 1 de mayo de 2012

No confíes en alguien que lee

Mis libros aún están en Monterrey. Son pocos, muy pocos comparados con la cantidad que tienen mis cuates que leen; ellos tienen muchos metros de libros. Aquí yo tengo apenas un librero y estoy haciéndome de libros, en tanto mando traer los de Monterrey. Envidio a quienes recorren páginas y páginas con mejor olfato y agilidad. Me llama la atención el argumento de quienes son poco afines a la lectura: "Es que no tengo tiempo". Pero al final es una cuestión de gustos, de intereses. Cómo es posible que algunos de los que conozco, que tienen su horario ocupado, puedan leer al menos una novela en una semana. O varios libros. A veces más. Simplemente porque les gusta. (Es cierto que haciendo fila, esperando en algún lugar o hasta en el baño se puede sacar tiempo para leer, por lo menos hasta una hora al día de puros tiempos "muertos", eso lo vivo). Pero leer no es ninguna obligación; cuando lo es, se pierde el gusto. Hemos, en todos caso, perdido la curiosidad. Muchas veces pienso que no tiene ningún objeto ese "adoctrinamiento" en favor de la lectura. Pienso que, al menos en los adultos, eso no funciona. A los adultos, a los adultos poco interesados en la lectura recreativa (ah, me aventé con el término, jaja), les vale reverenda madre que les vienen con la monserga de que encontraste un libro o una revista muy buenos. NO-TIENEN-TIEMPO. Entiende, NO-TENGO-TIEMPO. No leen ni aunque les pagues. En los chamacos, creo que el gusto como dice Felipe Garrido, es por contagio. Tienen la imaginación más fresca. Mi hijo mayor acaba de leer El Psicoanalista, de John Katzenbach, un triller sicológico muy truculento. Dudé en comprárselo porque la trama no me pareció muy propia para un chamaco de 14 años. Pero han visto más mugrero en la televisión, me dije. Se lo leyó con gusto. Creo que le interesarán más libros de ese mismo autor, pero por lo pronto ya tiene el interés. Sí, sé que hay cientos de conocidos cuyos hijos leen, mucho y bien desde muy corta edad. Afortunados son. Si empezaron por los cómics y se ampliaron a Harry Potter y de ahí ya pasaron por los productos juveniles estilo ¨El crepúsculo", prácticamente ya están del otro lado. En el caso de mis hijos, ellos han tenido al alcance libros, pero sobre todo lo han amamantado de su madre, que es una lectora, ella sí, voraz, es decir: enferma. En fin, todo este rollo no es para decir que mis hijos les gusta un poco leer, sino para decir que leer es una actividad que preferentemente se le haya gusto en la infancia. De adultos ya está muy cabrón. Incluso, en muchos ámbitos, quien lee es un poco una persona media rara. En fin. No confíes en alguien que lee; si no es arrogante se le pueden ocurrir cosas muy enfermas. O ambas cosas.

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