domingo, 20 de julio de 2014

La poesía, una experiencia significativa


Presentación de la antología Poesía de América Latina para el mundo, compilada por Roberto Arizmendi


Es sabido que más allá de la vida material, los humanos tenemos una vida simbólica muy compleja en la que ponemos sentido. Y esta necesidad de sentido es algo necesario para la sobrevivencia, como bien concluyó Víctor Frankl.
De tal modo que los humanos elaboramos una intrincada red de significados, símbolos y valoraciones que nos salvan del caos, nos prometen una convivencia más civil y nos otorgan ciertos satisfactores que hacen de nuestra existencia algo que mira hacia lo que se conoce como plenitud, aunque bien sabemos que se aleja varios pasos de nosotros en la medida que avanzamos, como lo expresó Benedetti en uno de sus poemas.
Y en este caminar la vida se compone de experiencias, y como son tantas —decenas de estímulos al día— solamente las que nos son significativas tienen cabida en la bitácora de nuestra vida, y acaso algunas moldeen, nos enriquezcan y nos marquen.
Salvadas nuestras necesidades básicas, nos damos a la tarea de hablar del entorno, de recrear nuestras vivencias, de expresar nuestros anhelos y reinventar el mundo, lo cual nos da la posibilidad de remover el entendimiento y proponer constantemente lo que entendemos por bondad, verdad o belleza, conceptos supremos pero siempre tamizados por el aire de la cultura que respiramos.
Entre las actividades más altamente simbólicas para la vida en sociedad, como lo han dicho algunos pensadores, están la ciencia, la religión, la filosofía y el arte, que además de condicionar la forma de entender nuestros conceptos de verdad, bondad y belleza, determinan el resto de los valores con los que palpita una sociedad. A la economía, eje de primera importancia en el mundo occidental, la incluyo dentro del campo de la filosofía porque implica ya un forma de entender al ser humano.
La ciencia nos ofrece explicaciones, la religión también, aunque por otros medios. La filosofía nos pone enfrente preguntas, problemas y se solaza en esa exploración.
El arte, en cambio, toma prestados algunos tornillos de estos tres campos, pero celoso de su independencia trata de situarse en un sitio bastante aparte. El arte explora métodos de conocimiento y no es rígido como la ciencia. Hace preguntas como la filosofía, pero le preocupa mucho las formas, los vehículos, que también son parte de su naturaleza.
El arte también suele creer que hay un más allá inasible, algo más profundo que se puede, y yo agregaría, que se necesita desentrañar o al tratar de nombrar. El arte suele referirse a asuntos como si de temas sagrados se tratara, aunque rara vez lo son.
En términos generales, el arte nos permite apreciar una experiencia significativa, que puede ser un cuestionamiento, una idea, una perspectiva, nos permite acercarnos y presenciar tratando de involucrarnos, y al mismo tiempo dejándonos a salvo para seguir con nuestra vida cotidiana.
Aquí voy a dar un brinco y espero no cometer eso que llaman petición de principio con mi aseveración. Considero que en el ámbito del arte, la poesía es aquella que, tomando algunos manteles los salones de la filosofía, la ciencia y la religión, trata encapsular experiencias significativas para hacerlas revivir a través del entendimiento, el goce, los sentidos.
En esto toma lo que necesita de otras artes, que alguna vez la cargaron de chiquita, como su tía la música, su madrina la arquitectura, su bisabuela la retórica o su prima la pintura.
II
La antología que el día de hoy nos reúne es una recopilación de obras artísticas. Esta reunión de 49 voces forma a su vez otra obra no pensada así originalmente, sino planeada por su compilador Roberto Arizmendi.
En ella hay poemas de autores de 19 países de América Latina, entre los que abundan hay nueve mexicanos y siete argentinos.
Una experiencia significativa es por ejemplo que en la vida hayamos visto y tratando en persona con unas 8 mil, o 30 mil o 80 mil personas, pero sólo un puñado pequeño, uno realmente muy pequeño están en nuestro catálogo (excepto Roberto Arizmendi, que como él tiene muchos y muy buenos amigos, pues evidentemente su catálogo de personas significativas es considerablemente más amplio).
Decía que de las muchas personas que hemos conocido, sólo algunas se quedan permanentemente o por largos periodos.
El argentino Horacio Salas nos habla, sin mencionarlo por su nombre, de la herencia de un padre físicamente ausente, pero visitante ocasional del yo lírico quien en él poema “Génetica” desentraña un poco ese vínculo.
Otra experiencia es el tierno amor que Gloria Gabuardi siente por su patria, Nicaragua, en su poema “Confesión de amor”.
En poesía, es común que no sea preponderante el objeto del que se habla, sino el significado que hay detrás, el sentido y lo que es capaz de contagiar en esa atmósfera que se crea. En el poema “El árbol” el boliviano Eduardo Mitre comienza:

Hoy derribaron el árbol
que nos acompañó tantos años
Sin más venda que una nube
La herida azul del espacio
Palabra a palabra
hoja por hoja
vuelvo a plantarlo en el huerto de la memoria (…)

En otro tipo de experiencia, en uno de los poemas más limpios, certeros y profundos de este volumen, el mexicano Eduardo Langange menciona refiere el límite y alcance que suele tener la poesía. Su poema “El Oficio”, como al pan, pan, y al vino, vino, habla de ese pozo oscuro que es la carencia del ser humano, o si e quiere ver así la permanente construcción. (ver como administra su material)

Tengo una mesa.
Puedo escribir tengo una mesa
Tengo una silla.
Puedo escribir tengo una silla.
Aún más:
Tengo papel y tinta.
Puedo escribir sobre el papel y con la tinta.

Pero la poesía me dice
que ella no está en lo que ya tengo.
La poesía me dice
que está en lo que me falta

Experiencia significativa es también lo que comparte Roberto Arizmendi en los poemas que se incluyen en este volumen. En sus textos, sobre la apariencia de la vida cotidiana, el acto de compartir aparece como el mantel sobre el que se pone la alegría, la música, la amistad, el amor y a veces también el dolor.
Es un poeta del detalle y de la ternura, también sus poemas reflejan que la vida es fluida, diáfana, no se detiene, y que nosotros la bailamos al son que nos toque, pero siempre asumida de la mejor manera posible.
Todo esto se puede ver desde sus poemas “Cotidianidades” y en “No me quites mi tristeza”.
Dejé al último deliberadamente a Waldo Leyva, para decir que la sensualidad de sus poemas viene no de la superficie, sino del fondo de la respiración. Este elemento y el tema del tiempo son elementos desde donde construye, definitivamente el tiempo.

Me da mucho gusto compartir la palabra con ustedes, con Roberto y con Waldo, e invitarlos que conozcan estas experiencias significativas que se componen a través del arte de la palabra y que están dirigidas a decirle al mundo lo que los poetas de nuestra Latinoamérica les preocupa o los anima.

Gracias a que es una edición bilingüe, este libro tendrá unas fronteras más pequeñas, aunque de todos modos, por el sólo hecho de tratarse de poesía, este libro está destinado a instalarse sin fronteras muy cerca de otra experiencia significativa. Muchas gracias.


Poesía de América Latina para el mundo.
Roberto Arizmendi, (Compilador). Poesía.
Ed. Universidad Juárez Autónoma de Tabasco / Ediciones Fósforo.
México, 2013, 300 pp,









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