viernes, 12 de marzo de 2021

"Todos los enamorados tienen 20 años"

 



Un día tienes una relación de pareja y es maravilloso. Dos que crean un universo, se divierten, aman, platican. Se besan, bailan o cuentan chistes y chismes que da gusto. Aprendes más cosas.

Un día esa relación termina y por un tiempo todo es triste.

Más adelante se conoce a alguien, hay mucha emoción y euforia al disfrutar esos rasgos de esa persona que son únicos y bellos. La relación funciona por pocos o por algunos años, o quizá por cinco meses absolutos. Aprendes de temas desconocidos, gozas del mundo del otro en rebanadas de descubrimiento.

Un día la relación cojea y luego despacio se extingue. Te vas con agradecimiento y no vuelves a saber de esa persona. Aprendiste que se puede vivir de otros modos, sin la mochila de piedras que traías.

Las historias se repiten con combinaciones variadas. Se repiten una vez o dos. Quizá puede que más. 

En cada ocasión sí, hay una pérdida, un desprendimiento que suele doler, algo que muere un poco dentro. 

Pero también hay mucho enriquecimiento. Y más que comparar personas, comparas cómo eras en aquel otro momento y cómo eras en aquel otro, cómo pensabas y qué valorabas tanto que ahora ya no. 

O bien, llega uno a una vida más sencilla que valora detalles simples, que experimenta uno por sí mismo o detalles lindos con las personas que a uno le importan.

Debe ser muy hermoso llegar al ocaso de la vida con una misma pareja con la que uno lleva décadas, muchas décadas. No estoy despreciando eso, pero no todos tuvimos esa fortuna.

Para mí cada persona es un universo con el que uno, eventualmente, puede intercambiar partes de su vida. De su intimidad.

Así pues, que la intimidad afectiva esté al servicio del crecimiento, propio y de los demás.




 





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