viernes, 10 de agosto de 2012

La segunda esposa


Hay un momento inquietante en la vida cuando uno se vuelve a casar, amasiar, arrejuntar, empiernar o amancebar, y la primera pareja, a veces madre de nuestros hijos, pasa a ser “La innombrable”, “La-mamá-de-su-hijos” o, en casos suaves “su primera esposa”.
Como el pasado es historia, la vida de pareja para el esposo se centra en la mujer actual. Para los amigos y gente cercana es inevitable la comparación, para el marido es muy claro lo que antes tenía y lo que ahora tiene, pero ¿a qué se enfrenta la segunda esposa?
Cuando el hombre da a conocer o se presenta con una nueva mujer, al parecer una relación formal, las sospechas son inversamente proporcionales al tiempo en que pasó desde que se acabó la relación anterior.
La nueva esposa entra al banquillo de la nueva familia, de los hijos anteriores y del círculo de amigos. A ojos de los amigos es esperable que la nueva sea más joven y atractiva que la anterior, aunque la primera se haya partido la vida sacando adelante a los hijos o en largas batallas conyugales por cualquier motivo.
Para los hijos y demás familiares, es común que unos se coloquen en el palco, otros en la zona de gol y otros en Entrada General, pero todos tomando partido. Si la nueva esposa pasa la prueba, es decir, gana por puntos o por decisión de la mayoría de los jueces, además que gana aliados, deja el papel de arpía que tenía y se convierte en amiga o compañera (algunas además, cocinan riquísimo).
En todo caso el fantasma de la primera esposa seguirá presente en la relación: a veces los hijos la recordarán, con sus defectos y sus demás defectos. En ocasiones esa misma ex se encargará de hacer la vida imposible a la nueva relación, y en los casos más curiosos pero deseables, se mantendrá al margen evitando envenenar la sangre de los hijos contra la nueva esposa de su ex.
Si el esposo aprendió lo importante, seguro tendrá una vida más agradable y amorosa, de lo contrario, repetirá la historia y pronto encontrará una más joven que lo siga y que le consienta. Pues para qué tanto brinco estando el suelo tan parejo


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