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domingo, 24 de febrero de 2013

Diario íntimo de un esposo

Observe las obsesiones de su mujer respecto a la casa, y respételas, no las critique, y si puede colaborar mucho mejor. Escuche sin juzgar (no abra la boca y diga "tus obsesiones...") todo lo que tiene que decir ella al respecto, recuerde que la mitad de las veces no es personal, y la otra mitad le dirá sus verdades, pero esto tampoco es personal. Si para usted es un sitio de descanso y relajación, para ella es una extensión de su cuerpo, así que sea considerado.

miércoles, 7 de abril de 2010

Locura, cordura y calentura

Hace poco estaba viendo en el canal 22 un programa dedicado a la locura. Fue interesante porque soltaban breves reflexiones-entrevistas de especialistas, como siquiatras, etc. También me pareció interesante el enfoque que le dieron en relación con los trabajos artísticos, de especialmente escritores y poetas famosos.

Me quedé pensando en la locura. Y hoy tuve la sensación de que he recorrido un amplio espectro del catálogo de padecimientos mentales a través de las personas con las que he convivido de cerca.

El programa ese tenía razón: la locura muchas veces tiene que ver con cierto tipo de creación artística. Pienso que yo me fui con la finta en cierto modo: al descubrir personas muy interesantes, con mucho talento y buena capacidad creativa, pues me les pegaba (en algunas ocasiones ellas se me pegaron).

Así me relacioné con la mitomanía, la paranoia, la esquizofrenia, la bipolaridad, la cleptomanía, con las relaciones dependientes, las depresiones crónicas, con las adicciones a los fármacos y al alcohol... un bello catálogo.

Por supuesto que estoy simplificando al extremo y estoy siendo injusto; sabemos que una persona es muchas cosas al mismo tiempo (muchas realmente extraordinarias), sin embargo lo mío, lo mío, lo mío, (no necesito decir qué era: ya sabemos que era platicar bien sabroso).

Ya mencioné que la gran mayoría fueron personas sumamente talentosas, inteligentes, con habilidades que me dejaban asombrado. Aprendí, me enseñaron cosas y tuve muchísimos momentos de alegría y felicidad... pero. (Siempre hay un pero). Cuando las cosas no giran como deben girar, seguro hay un falso contacto en la toma de corriente.

¿Por qué dejé de frecuentar a esas personas, con las que bien podría haber mantenido, posiblemente, una amistad?

¿Cuál fue ese pero? No lo sé.
Diría que no quiero complicaciones.
Diría que ya batallé mucho tratando de entender de a gratis.
Diría que ahora estoy mucho menos loco que antes.
Podría decir muchas cosas, pero tengo la sensación de que los asuntos que ahora me importan realmente, no pasan de tres,
y en ellos no puedo dejar entrar a la locura.

domingo, 7 de marzo de 2010

Desvanecimiento de los recuerdos

No sé en qué momento dejé de voltear atrás, pero seguro fue en algún momento de los últimos doce meses.
No sé cómo el barco de mis recuerdos se fue separando de la orilla de mi vida, del pedazo de playa que hoy descalzo camino. No sé cómo esos recuerdos fueron desapareciendo en el horizonte. Sólo hasta que quienes aún intentan caminar con el agua a la cintura muestran un trozo de mi arqueología sentimental que se han encontrado tan fácilmente como si nunca se hubieran alejado lo suficiente de mis naufragios amorosos, sólo hasta entonces yo me descubro extrañado.
Me dicen: "¿Recuerdas este punto de la ciudad?¿Recuerdas aquella llamada a las tantas? No, no me acuerdo. "¿Recuerdas cómo me llamabas, lo escribiste?". No, tampoco me acuerdo.
Yo, que he fijado tantas fechas con alfileres en un mapa que se está haciendo pedazos, que he levantado un reporte puntual de la noticia que siempre ha sido para mí el amor, hoy no encuentro novedad ni asombro, intensidad ni sentido en recuperar lo vivido, lo ya muerto.
Cómo es posible, me pregunto, que reciba impávido una señal de vida, un guiño, una palabra de alguien por quien hace unos años habría sido capaz de levantarme dos horas antes y cruzar la ciudad para estar con ella quince munutos.
Uno decide cómo se gasta el parque, pero en cuanto a los cañonazos de amor, esos no se compran ni con 50 mil pesos. No, el amor no se compra. Claro que no.

***

Las relaciones suelen tener tantas ventanas que a veces con una que se quede abierta es suficiente para que el viento revuelva el escritorio, las negociaciones y las esperanzas, y al volver encontremos un pequeño desorden ahí donde había flores y un aroma de amor en el ambiente. Nada de gravedad.

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No envidio al rico ni al poderoso, sino al que, dueño de su silencio, puede sentirse acompañado siempre por su voz interior y sentir paz.

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Me cité con dos chavos este fin de semana en un sitio de gratos recuerdos. Les llevé unos libros míos que me habían pedido y algunos de otros autores. Sus comentarios me hicieron saber no sólo que me habían leído con amable interés, sino que aún se acordaban. Gracias a Anaís y a Daniel, que me mostraron su credencial de lectores de este humilde tecleador. Chingado.

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Regresé a mi otra realidad pero me traje lo más esencial. Me fijé y ya vi que sí me lo traje.