martes, 31 de julio de 2012
Leer no es aséptico
sábado, 28 de julio de 2012
La lectura herida de muerte
Leer parece ser una de las actividades más anticuadas. Estoy seguro que muchos no leerían ni aunque les pagaran. Leer no conduce a nada, parece ser el supuesto.
Sin embargo, muchos proyectos gubernamentales se han puesto en marcha, con mayor o menor éxito, para impulsar la lectura. La edición Sep-Setentas, y El Correo del Libro a finales de hace tres décadas, las librerías Educal, las ediciones gratuitas cada Día del Libro, los Libroclubes primero en el DF (1997-2000) y luego en el ámbito federal (2000-2003) con un éxito sobresaliente.
La batalla es una lucha perdida, el paciente está enfermo de muerte. Los lectores, como si fueran los glóbulos rojos de una sangre cada vez más rebajada, no son suficientes para que el vicio, el goce, la sana costumbre de la lectura viva dentro de este organismo y le dé oxígeno a una vida más creativa y más amplia.
Una mascarilla de oxígeno que a los asistentes al hospital nos da una peregrina esperanza -pues la vida de este paciente se alargará algunos meses más- lo representan varios esfuerzos: El programa federal de lectura, el de Parabuses, es buena noticia en la sala de cuidados intensivos. Estos espacios públicos con 365 libros cada uno, un libro por día del año, están en todo el país. En Ensenada se abrieron uno en La ventana al Mar, otro en el Parque Revolución y un tercero en San Quintín. Estos módulos están abiertos.
Escribe Zaid: “El costo de leer se reduciría muchísimo si los autores y los editores respetaran más el tiempo del lector. Si no se publicaran los textos que tienen poco qué decir, o están mal escritos, o mal editados. Los libros dignos de ser releídos y recomendados bajan extraordinariamente el costo de leer, y más aún si se comparten, en la familia, entre amigos y en las bibliotecas públicas”.
Por cierto, para los lectores digitales existe en Facebook desde hace unas semanas la página Libros de Ensenada, sitio en que se promueve como punto de intercambio, venta, reseña y promoción de libros.
sábado, 21 de julio de 2012
La noche de la Xochicalco
jueves, 19 de julio de 2012
Los 10 mandamientos del amigo con derechos
sábado, 30 de junio de 2012
Con el sello familiar
jueves, 14 de junio de 2012
lunes, 4 de junio de 2012
Nortec Hiperboreal en el estacionamiento de la Xochi, quihubo
Como parte de un aniversario más de la revista, mi boca y yo propusimos un concierto que tomó forma en la presentación de Nortec Collective: Hiperboreal y el grupo local Takón Machine, que toca cumbias sabrosonas al estilo de fiesta alivianada.
Pues el concierto será dentro del campus Ensenada el viernes 13 de julio, desde las 6 de la tarde y hasta recoger los restos humanos a eso de la una de la mañana. No se asusten mis amigos regios con esto de restos humanos (no es nada relacionado con la violencia), me refiero a la gente que sigue en el viaje y que, aturdida se amilana porque no encuentra la salida, entonces se quedan platicando. Algunos también vomitan involuntariamemente.
Pues el que pueda venir, que venga. Los boletos cuestan 80, 100 y 250 bolas. Y el que no pueda porque Ensenada le quede anca la chingada, puede seguir la transmisión en vivo en un canal de ustream que abrimos:
http://www.ustream.tv/channel/universidad-xochicalco
Recuerden que en Ensenada son dos horas más temprano que la hora en el cruce de Padre Mier y Juárez.
Les dejo un video de Hiperboreal que se llama South Borderbilia, incluido en el disco que viene presentando Border Revolver.
http://www.youtube.com/watch?v=qaFfn3Gr5U8
jueves, 17 de mayo de 2012
No creo en un Dios II
Antier llevé a Andrés, mi hijo de 10 años, por primera vez al beisbol. Los Marineros de Ensenada recibieron a San Luis y hasta la quinta entrada los locales ganaban 4-0.
Después de un rato de haber llegado compramos unos fritos. Luego vi que al Andrés le habían dado, sin que me hubiera dado cuenta, un refresco de lata en la entrada.
Pero con todo esto, de momento se me hizo raro que no hubiera abierto esa lata. Después de los fritos suele dar sed. Cuando le pregunté si se la pensaba tomar me dijo, sin apenas quitar la vista del campo, que no. Era una lata corta, pequeña, la mitad de una lata normal. Al verla de cerca vi que no era refresco sino que era té negro. Le pregunté que sí no se lo tomaba porque se trataba de té negro y me contestó con un “ajá” moviendo la cabeza.
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Desde hace algunos años, y por instancias de su madre, los niños comenzaron a asistir a la Iglesia mormona. Su actividad principal es asistir a las reuniones los domingos de 12:30 a 3:30 pm. Muchas veces Ernesto, mi hijo mayor, se ha resistido a ir. Por flojera, por cansancio, por lo que sea. Lo siento, le digo, pero tú hiciste un compromiso y ahora hay que cumplir. Si no hay una razón de peso para no ir, le aclaro, entonces hay que estar.
Con Andrés no batallo. Él se prepara por su cuenta y obedece a la hora de meterse a bañar, a veces plancha su camisa, en fin, sin ningún problema.
La iglesia a la que asiste pide que sus miembros no se metan nada que pudiera hacerles daño a su cuerpo, incluyendo ningún tipo de estimulante por pequeño que sea como el té o el café. Yo no estoy de acuerdo con que eso realmente haga daño, pero sí estoy de acuerdo en que promuevan que no deben meterse cosas que sean perjudiciales para el organismo; eso está muy bien.
Al principio, hace años, se me hizo raro que fueran a la Iglesia mormona. Lo desconocido siempre levanta sospechas, especialmente en nuestra profunda tradición católica y nuestra falta de cuestionamiento de nuestras ideas. Vengo de una familia como la de millones en las que no asistir a misa puede pasar, pero participar activamente en otra creencia eso algo huele a una cochina traición. No se diga “promoverle” a los niños otras “extrañas” creencias. Hace algunos años mi papá me “sugirió” que mis hijos se bautizaran por la Iglesia católica (hasta el momento no ha sucedido). Los discutimos un poco. Básicamente le dije que creía que cuando los niños tuvieran edad para elegir (en ese momento los niños tenían aproximadamente tres y cinco años) pues que eligieran lo que mejor les pareciese. Sentí un dejo de tristeza, de impotencia, incluso de dolor ante mí postura. Para un hombre que estudió Derecho canónico y que conoce las creo que catorce causales de anulación matrimonial de la Iglesia católica, el asunto me parece que tuvo cierto impacto.
Pero resulta que creo en el derecho y en la libertad que cada uno tiene, tenemos, en creer en el Dios que mejor le parezca. O no creer en ninguno.
En realidad la creencia, el contenido de esa fe, me interesa muy poco (me interesa muy poco en su contenido teológico, pero me interesa mucho en su aspecto sociológico y sicológico –veo con morboso asombro cómo el ingrediente de la fe pone en crisis a una persona entre el deseo y la culpa: una neurosis que ni Jescucristo en el Calvario, vivió, pues él sí la tenía clara).
Para mí no es relevante el contenido de un cuerpo de creencias. Si mis hijos se hubieran inclinado por otra iglesia, como por ejemplo la católica, habrían tenido ciertas ventajas porque les pude haber ayudado un poco con más orientación, pero no fue así. En otras palabras, no importa si hay o no hay Dios (o dioses), sino lo único que importa es lo que cada persona es capaz de hacer en función de esa creencia. O sea: no es el Dios, sino lo creemos que debemos hacer por él.
Pero lo más importante es la coherencia entre lo que creemos y lo que hacemos. Ser consecuente es una de las cosas más difíciles, pero creo que vale la pena ejercitarnos.
Pienso que muy remotamente adoptaría yo un sistema de creencias como el de la Iglesia mormona y el de cualquier otra, puesto que hasta donde me conozco, eso no me funciona ni me hace mejor persona. Pienso que a mis hijos creer en una doctrina como la que promueve la Iglesia mormona les puede funcionar, mientras no se demuestre que los perjudique.
Si ellos adoptaron ese compromiso, hay que practicarlo. Aunque cueste dejar la televisión o dejar de jugar o ir al parque. Si alguien se dice católico pero no practica esas creencias, entonces debería revisar si debe seguir diciendo que cree en lo que cree, etc.
Por último pienso que el Andrés fue coherente al no tomarse ese té negro aunque tuviera sed. Creo que en ese pequeño acto fue él quien me puso el ejemplo.
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sábado, 12 de mayo de 2012
El orgullo de mi nepotismo
jueves, 10 de mayo de 2012
No creo en un Dios
¿Entonces en qué creo? Creo en ciertas personas. Bueno, alguien me dirá, las personas pueden fallar, te pueden fallar. Sí, tal vez, diré yo. Creo en muchas personas, pero no significa que espere demasiado de ellas.
Punto número uno: No esperar demasiado de la gente; esperar más bien cosas de mí.
¿En qué creo? Creo en mí, porque soy responsable de modificar un ladrillo, una caja con canicas, una superficie en donde no hay nada. Es una obligación creer en uno mismo, y es muy saludable no esperar mucho de los demás. Hay que creer en uno para poder hacer las cosas, aunque, como dijo el flaco Gandhi, casi todo lo que realice será insignificante, pero es muy importante que lo haga. Ese es el sentido que tiene para mí creer en uno mismo.
Alguien replicará que ese creer en uno mismo suena a egoísmo, en centrarse en uno mismo. Está bien, puede que lo sea. Pero esa es la base. ¿No habrá algo más, algo más allá, un ideal, una utopía? Pues sí, el doctor Guevara de la Serna, este muchacho argentino medio loco que mataron, no en la hoguera pero sí en La Higuera, hablaba mucho de eso, de ideales. Él se fue al extremo y digamos que en algún sentido se inmoló por una causa. Muy bien. Hoy en día uno puede decidir no inmolarse. Creo, a ver si sigo aclarándome, en las pequeñas cosas que acumuladas, pueden representar mucho. ¿En la constancia, me preguntan? Sí, eso, en la constancia, pero también en todo lo bueno que puede darse entre dos o más personas.
Y si me apuran, diré que creo, y no sólo creo sino que siento avidez, por las cosas que inspiran, que provocan, que te modifican de algún modo.
A veces voy al Sullivan a caminar acompañado de mi mujer. El Sullivan es un centro deportivo administrado por el Municipio con pista de atletismo profesional y varias canchas. Queda a unas cuatro cuadras de la casa y la entrada cuesta tres pesos. En las mañanas, a eso de las siete, en la pista habrá más de 30 o 40 personas, casi todas mayores de 50 o 60 años, caminando en ropa deportiva; alguna señoras usan unas viseras grandes a una hora en las que aún no hay sol. Mi esposa y yo vamos temprano, después de que ella deja a los niños en la escuela.
Hace un par de días, esperándola a unos pasos dentro de la reja del Sullivan, había un señor que se disponía a pintar un árbol con cal. Por su apariencia era un trabajador, estaba dentro del jardín, a unos siete u ocho metros de donde yo estaba parado, detrás de un bardita que me llegaba a la cintura.
Cuando me vio, por las señas que hizo me di cuenta que era mudo. O sordomudo. Con señas y a cierta distancia, el hombre de unos 50 años, de piel morena, no muy alto y de aspecto musculoso, me platicó de su trabajo, del trato que le dan sus jefes. No había queja precisamente, o mejor dicho, no sentí que tratara de provocar lástima. El señor estaba dedicado a lo suyo. Cuando vio que llegó uno de sus jefes, (el cual quedó fuera de su vista, pero estaba cerca de mí y yo lo podía ver de reojo), me explicó cómo era su trato y qué cosas necesitaba de materiales y herramientas. Todo esto se lo entendí clarito. Lo observaba atento. Continuaba. Se agachó a revolver la pintura del bote con un palo, se puso unos lentes protectores y se acomodó la gorra.
Fue una charla de cinco o seis minutos. Llegó mi mujer y nos fuimos a caminar.
La confianza que este señor me entregó, el contacto que hicimos, fue inspirador para mí. Se expresó con desenvoltura, con brazos, con manos. Se expresaba con agilidad pero con movimientos precisos, sin desperdiciarlos. Cuando terminé la charla con él sentí que algo sensible, humano, acabábamos de intercambiar. Me sentí inspirado.
¿Que si creo en gente? Creo en este tipo de gente que cree en la gente, que puede mirarte a los ojos y sonreírte y decirte lo que piensa. Creo que la gente cercana, amigos, conocidos, familia, lo que los une es el amor, la amistad (a veces el compromiso y el interés, así que no echo a todos en el mismo cajón).
Cerrando más el círculo, creo en la gente, pero cuando se da esa chispa recíproca, puede nacer la amistad. Y sí, creo que seleccionar amigos debe ser un arte más importante que el de prometer. No me entretengo en este punto porque creo que es bastante claro. Sólo que el delicado trabajo de la amistad es cultivarla y saberla valorar cuando el otro también hace lo propio por acercarse.
Y entre la gente, pues bueno, la pareja. La elección de la pareja, junto con la de la profesión, son dos de las más trascendentales de la vida.
Para una buena elección de pareja se deben tener ciertas herramientas. Digamos que algunas ya las trae el equipo con el que crecemos en la casa, incluyendo esas brújulas como los valores, que adoptamos de la atmósfera familiar.
De nada sirve tener una pareja con enormes atributos de belleza, de lana, de apellido, de carisma, incluso de inteligencia y talento, si no es capaz de relacionarse sanamente en pareja. La revista Fama vive de los ricos y famosos que no se pueden relacionar sanamente en pareja. Los exhibe. Pero en eso, en cuestión de amor, todos tenemos o hemos tenido dificultades.
Saber elegir bien a la pareja te ahorra problemas y te hará más feliz, y no sólo eso, te permite crecer y desarrollarte en los propios terrenos profesionales y no te hace gastar energía innecesariamente resolviendo asuntos que pudieron evitarse con una buena elección de pareja o con terapia temprana.
Creo que con todo lo dicho hasta aquí todas mis creencias son bastante terrenales. En resumen, punto número uno, creo en las cosas y personas que te inspiren a pensar, imaginar o a actuar. Puede ser el arte, la literatura, el cine, especialmente las personas. Hay personas cercanas que no eliges y no te inspiran nada y no puedes cambiarlo, y hay personas cercanas con las que tú has decidido estar y cultivar.
Punto dos: creo en la pequeñas cosas significativas.
Punto tres, esto no lo he mencionado. Pienso que en muchos momentos cada uno puede elegir (y afrontar, y enseguida sufrir o gozar de lo que venga), pero de pronto, el azar aparece, la coincidencia de la alineación de planetas en el momento que iba pasando aquel carro y una persona miró y otro hizo aquella llamada en el momento preciso y una infinita mesa de billar con miles de bolas en las que de pronto, dos se tocan. Creo en el azar, en las coincidencias. Hay grandes observadores de coincidencias como el escritor Paul Auster en su Cuaderno rojo. Si nos fijamos bien, nuestras pocas grandes elecciones importantes de la vida, navegan en el mar de las coincidencias, del azar. Y eso es algo real y tangible. Me relaja y entretiene más un libro de Dinámica que acabo de conseguir, con todas sus derivadas entre las que yo trastabilleo con mi poquísima álgebra rudimentaria pero feliz, que tratarle de dar explicaciones metafísicas o religiosas a lo que me sucede. Gran parte de lo que nos sucede no tiene un sentido (a veces mucho de lo que nosotros realizamos o pensamos tampoco lo tiene, y actuamos con la mayor seriedad ante ello), y tratar de encontrárselo es gastar gasolina por puro gusto pudiéndonos quedar en la casa.
El deseo es el deseo, la razón hay que cultivarla. Pero ante ciertas creencias nomás queda callarte y darte media vuelta.
sábado, 5 de mayo de 2012
La palabra y la imagen
martes, 1 de mayo de 2012
No confíes en alguien que lee
lunes, 16 de abril de 2012
Columnista
Desde hace un par de meses colaboro en un periódico de la localidad, bueno, escribo una columna y la representante ante los medios en donde laboro las envía a uno o a otro de los periódicos que circulan en Ensenada, El Vigía o El Mexicano.
Me permito publicar aquí la columna aparecida el sábado pasado, pues últimamente no escribo mucho acerca de los temas que más me gustan a mí.
El asunto de las redes sociales, sí, me dio tema para pensar, pero no quise meterme en el rollo del impacto de las redes sociales específicamente en las elecciones 2012, que me parece un asunto que tiene muchas diferencias con el proceso de hace seis años.
Pues mejor escribí sobre cómo le pegan las redes a la educación de los chamacos. Copio el texto tal como apareció. Y como lleva membrete, pues lleva anuncio. Ya veremos después.
Columna Xochicalco
Enredados en las redes
Los que no nacimos en la era digital tuvimos que adaptarnos a ella, adaptarnos a un mundo de relaciones en el que una buena parte del intercambio interpersonal, social, incluso institucional, se realiza a través de internet.
Esta revolución que nos ha introducido en la era digital no ha sido, como otras revoluciones, con armas ni caudillos, con ideas y proclamas, sino ha sido silenciosa, vertiginosa y socialmente aceptada.
Todo ha sucedido tan rápido, que no hemos tenido el tiempo de reflexionar lo suficiente en el modo en que hoy vivimos.
Hasta el 2010, según datos de la Asociación Mexicana de Internet (Amipci), existían en México 34.9 internautas, de los cuales 60 por ciento eran menores de 24 años. El estado de Baja California contaba con 1.39 millones de usuarios de internet, de los cuales unos 800 mil son jóvenes menores de 24 años.
Mario es un jovencito de 14 años que desde hace seis meses abrió una cuenta de Facebook en la que cuelga fotos familiares y algunos videos. Eso de por sí es una exposición un tanto riesgosa. Esta red social aumentó en el 2010 la edad mínima de 13 a 14 años para abrir una cuenta, sin embargo es común que los menores mientan respecto de su edad.
Pero lo que pocos saben es que Mario tiene una cuenta alterna de Facebook en la que puede explayarse, hacer comentarios subidos de tono sin que sus papás lo sepan, incluso molestar a otros jóvenes en lo que es conocido como acoso cibernético o ciberacoso.
Internet es una poderosa herramienta pedagógica, de mercadotecnia, de encuentros profesionales y de trabajo. Pero también es un serio peligro si no se vigila adecuadamente.
Corre en nuestra contra el hecho de que, nosotros los mayores, no estamos familiarizados con muchas de estas herramientas y dejamos a los menores solos conectados a una computadora.
Antes jugaban más en las calles, o convivían con el resto de la familia en la sala de la casa. Hoy, con el trajín diario, ambos padres trabajando o uno de los dos ausentes del seno familiar, la computadora es la niñera de la casa.
Todo parece indicar que ya no habrá marcha atrás en esto de las redes ni del uso de Internet, y quien no entre al aro se quedará irremediablemente rezagado.
Instituciones de excelencia como lo es la Universidad Xochicalco, utilizan herramientas pedagógicas en el aula como webquest, definida por su creador Bernie Dodge de la Universidad de San Diego como “una actividad de investigación en la que la información con la que interactúan los alumnos proviene total o parcialmente de recursos de la Internet”.
No queda más que conocer y adaptarnos a las nuevas tecnologías, para que éstas actúen en nuestro favor. Corremos el riesgo de que, como el Frankenstein de Mary Shelley, se levante y nos tome, dañando incluso a nuestros seres más queridos.
Gerardo Ortega
Editor de Publicaciones de la Universidad Xochicalco
gerardoortega@xochicalco.edu.mx
miércoles, 4 de abril de 2012
Las exes
sábado, 31 de marzo de 2012
¿La letra con Indesign queda? Tipografía Gandhi

Me da gusto compartir este tipo de noticias. Dentro del diseño editorial, la elección de la fuente tipográfica es un aspecto de primera importancia. Sé que la mayoría de los diseñadores de publicaciones en general no tienen en sus manos (ni tienen el tiempo de desear tener en sus manos) la selección de las fuentes tipográficas, pero también hay muchos, muchos otros diseñadores gráficos que se ven en la circunstancia no del todo elegida, de editar publicaciones. Los considero que pueden ser buenos ilustradores, buenos fotógrafos, muy buenos diseñadores gráficos que comunican visualmente de manera extraordinaria. Pero, aquí está el pero, a muchos muchos muchos muchísimos de ellos les tiene sin cuidado que un texto se pueda leer amablemente. En esta semana, una persona dedicada al diseño me comentó de lo más tranquilo que las pocas revistas que compraba, las adquiría por las fotos y en general las imágenes, pero que no las leía.
Me da gusto compartir este tipo de noticias como el hecho de que se difunda una nueva fuente tipográfica mexicana para que la use todo el que lo desee. Esta fuente es un producto, mejor de lo que puede ser un clipart. Ojalá que los diseñadores la tomen en cuenta.
La siguiente es una nota de El Financiero, y mero abajo puse la liga desde donde pueden descargar la mentada fuente de manera gratuita. Ahí están unos ladrillos nuevos, ahora a construir la casa.
Tipografía Gandhi
A partir de hoy, Librerías Gandhi pondrá a la disposición del público de manera gratuita una tipografía creada por la propia compañía, la cual ofrece dentro de sus ventajas “facilitar la lectura de los mexicanos”.
La compañía informó a través de su cuenta de Twitter que la “Tipografía Gandhi” se encuentra avalada por un grupo de especialistas, dentro de los que se encuentran oftalmólogos, neurólogos, así como editores e impresores.
Dentro de los creadores del nuevo tipo de letra se encuentran Gabriela Guevara, David Kimura, Cristóbal Henestrosa y Raúl Plancarte, especialistas en comunicación y diseño gráfico.
“Nuestra tipografía fue recientemente seleccionada para para formar parte de la muestra principal de Tipos Latinos 2012, Quinta Bienal de Tipografía Latinoamericana, la cual reúne las obras tipográficas más destacadas de la región”, asegura la empresa.
Algunas de las ventajas de lectura que ofrece la nueva tipología que se encuentra disponible para Mac y PC son:
• Es una tipografía ligera, es decir, se compone de un menor porcentaje de negro.
• Se ve más grande que otras tipografías existentes.
• A diferencia de otras tipografías, la letra al aumentar su tamaño crean una mancha que dificulta su comprensión y cansa la vista.
• Al utilizarse en tamaños mayores no cambia su legibilidad.
http://www.tipografiagandhi.com/
sábado, 11 de febrero de 2012
Un año
No pienso regresar, pero sé que algo mío se quedó en Monterrey, lo sé porque ahora, un año después de aquel viernes 11 de febrero, la ciudad me duele, me duele cuando una ráfaga le pasa por el rostro y la tira, y salta un montón de sangre y ensucia las paredes y hace que nadie permanezca inocente y ajeno.
Me duele Monterrey porque es una ciudad tomada, hundida, expuesta. Gran parte de mi familia vive ahí, y sé que hay temor. De qué sirve una ciudad con una infraestructura orgullosa para el país, cuando la gente está muriendo.
Un año después, hoy precisamente cumpliendo un año. Estoy contento porque escucho las voces de mis hijos en este sábado en que me los traje al trabajo, me da gusto que pueda besar al Andrés y que le pueda tirar con todas mis fuerzas unos tiros al Ernesto que se para en la portería y que le gusta, le encanta jugar futbol. Ernesto, con su risa mientras juega, me muestra que hay que hacer las cosas por gusto.
Entre el Monterrey que dejé y la Ensenada que me recibió ya ha pasado un año. El día no me alcanza, el día es muy pesado, pero me gusta lo que hago, me gusta vivir aquí y ver a mis hijos, me gusta mucho amanecer todos las mañanas abrazado a Carmen y saber que a pesar de la sangre, la familia lejana y el día que no alcanza, uno se levanta a dar la pelea, como Ernesto cuando juega futbol y ríe, a pesar de las raspadas que en este momento me está enseñando.
sábado, 17 de diciembre de 2011
Una helvética en el florero que nos mira
Los editores culpamos a los diseñadores de que no leen y que no les interesa el texto más que como la mancha esa que hay que acomodar junto a unas imágenes que deben lucir lo mejor posible (corregidas, con buena resolución, etc.). Cuando un trozo de texto queda fuera, pues ni modo, que venga el editor a acomodar (y tienen razón).
Los diseñadores nos echan en cara que no les damos el texto completo de una vez y para siempre, y que a veces deseamos poner textos y fotos en un espacio no apto para ello. Nos echan en cara los tiempos de entrega porque luego los andamos presionando que nos tengan todo a tiempo cuando no hemos entregado el material completo o debidamente ordenado (y tienen razón).
Pero creo que en la mesa de esta pareja que está discutiendo, tratando de ponerse de acuerdo, hay una carta común interesante.
Hay un tema concreto que reúne el asunto de la menor o mayor legibilidad con el asunto del diseño. Este tema de bisutería editorial es la tipografía, ingrediente que pone en juego lo mejor de dos mundos. Nada mejor que ambos, diseñador y editor, se muevan en la mesa del diseño editorial, y que ambos, más el diseñador, tenga un amplio conocimiento del mundo de la tipografía.
Un editor siempre agradecerá, que el diseñador sepa hacer un descolgado del andamio de la Helvética para los titulares, y se reúna con nosotros en el interletrado, interlineado y los remates. Se agradecerá que se meta un poco a los pasillos de las fuentes humanistas a ver si hay algo interesante que traer, o quiera pisar en calcetines para traer algo más geométrico para los sumarios.
Recientemente me acabo de encontrar con un artículo que toca el tema de la selección tipográfica. Lo escribió Mariana López González (@MarianaLogon), quien estudia en la Ibero en Puebla y tiene tres años de trayectoria en estos terrenos. El texto se titula
Ensayo Helvética¿La selección tipográfica debe tener relación con el contenido del texto?
Se puede decir ‘te amo’ en Helvetica, y se puede decir en Helvetica Extra Light si se quiere ser elegante, o se puede decir en Extra Bold si es muy intenso y apasionado, y podría funcionar. También se puede decir ‘te odio’».1 Massimo Vignelli
Después de ver el documental de Gary Hustwit, Helvética, algo llamó mi atención. Un concepto de la tipografía en el que hay desacuerdos entre diseñadores. Todos saben que la tipografía debe expresar algo, pero es en «el cómo» y «el qué», donde surgen ideas contrarias. Massimo Vignelli parece insinuar que puedes decir cualquier cosa con Helvética y, por el contrario, David Carson cree que hay cosas que Helvética no puede decir. Para poder saber quién de los dos tiene razón (si es que solo uno de los dos la tiene) debemos primero definir si la tipografía debe ser expresiva en sí misma, o si la expresión debe darla el contexto. Conviene hacer un análisis sobre la historia de Helvética y su evolución para encontrar una respuesta.
En 1956, Edouard Hoffmann de la Fundidora Haas, encargó a Max Miedinger el diseño de una nueva tipografía sans serif que fuera neutra, legible y clara. Esta tipografía debía ser un rediseño de Akzidenz Grotesk. Para no hacer el cuento largo, la tipografía Neue Haas Grotesk nació en 1957. Luego se cambió el nombre por Helvética (proveniente de Helvetia, nombre latín para Suiza) para comercializarla. Pero ese no es el dato que quiero resaltar. Lo importante de la historia son las características que se buscaban en la tipografía; la legibilidad es un punto que siempre se ha buscado, pero además debía ser neutra. Una tipografía que no tuviera connotaciones en sus trazos, que no tuviera ideas implícitas ni mensajes ya inscritos en ella. Una tipografía para todos. Limpia, clara, ordenada. Helvética fue muy bien recibida; por el punto de la historia en que nació, por la estética de la época, etc. Pueden argumentarse muchas cosas, pero funcionaba. Su claridad y limpieza convenció a diseñadores de todo el mundo.
En los noventas llega David Carson con su «tipografía experimental» y da pie a la «Tipografía grunge». Este movimiento da un giro completo a los conceptos que se tenían sobre tipografía. Un enfoque totalmente diferente en el que la tipografía es expresiva por sí sola. Las letras se cortan, se deforman y se crean composiciones con ellas de tal manera que lo más importante es la expresión, más que la claridad. Y si bien los diseñadores de más experiencia no aprobaron este movimiento, los diseñadores más jóvenes lo aceptaron porque rompía con las reglas que conocían sobre tipografía: claridad, legibilidad, retículas, etc. Así como la Helvética nació de un deseo de romper con lo que se conocía, ahora era reemplazada por la misma razón. Pero, como se ve en el documental, una vez «superado» el movimiento grunge, los diseñadores desearon regresar al orden que se había perdido y reencontrarse con los tipógrafos tradicionales como Bodoni, Garamond, Manuzio, Baskerville, etc.
Al analizar mi trabajo de diseño, me doy cuenta de que está más bien influenciado por la etapa post-grunge, que recupera el orden, incluso por la tendencia del minimalismo. Me gustan los diseños limpios y claros. Quizás por eso me gusta la Helvética, la limpieza y casi perfección de sus líneas. Pero aunque esa sea mi forma de diseñar, no puedo decir que estoy cien por ciento de acuerdo con Vignelli cuando dice que una palabra debe expresar lo que dice la palabra, más no la tipografía. O con Wim Crowel que también está en desacuerdo con diseñar con muchas tipografías diferentes. Sobre este tema Vignelli dice: «No es que no crea en la tipografía, es que no creo que haya muchas tipografías buenas».
En su Diccionario Crítico de Diseño, Juan Guillermo Tejeda aborda este tema: «¿Hay una sobrecarga de tipografías, una Babel de textos?». Habla de Rudy VanDerlans, parte de un grupo que se dedica a la tipografía digital. VanDerlans piensa que seguir diseñando tipos es innecesario e incluso crea ruido. Parece entonces estar de acuerdo con los diseñadores que mencioné anteriormente, cuya idea es que sólo se debe trabajar con unas cuantas tipografías, y más es redundante. En el documental de Helvética se habla de la costumbre de usar muchas tipografías dependiendo de cada caso como una característica de los diseñadores jóvenes.
Pero no todos los diseñadores entrevistados piensan así. Mencioné ya a David Carson con el caso de la tipografía grunge, pero hay más diseñadores que tampoco consideran oportuno usar pocas tipografías. Stefan Sagmeister, con un punto de vista más radical, hace la comparación entre un diseñador y un escritor: el diseñador que sólo utiliza una cantidad limitada de tipografías es como un escritor que solo escribe con un número limitado de temas. Se pregunta por qué teniendo un mundo de diferentes tipografías que escoger, solo trabajarías con unas cuantas.2
Tantas opiniones diferentes me impulsaron a buscar la mía. Tal vez no hay una respuesta correcta, o ambas posturas son correctas. Si nos apegamos a la definición de tipografía, las letras hechas a mano quedarían fuera. Sin embargo, hoy en día con la revolución digital, esa definición ha cambiado. Porque la tipografía está al alcance de todos, y no solo puede cualquier usuario acceder a diferentes tipos, sino que también puede modficiar sus características, como grosor, familia, tamaño, interlínea, etc. Tejeda lo llama una «alfabetización tipográfica universal». Si la tipografía ya es universal, entonces por definición debe ser diversa.
Para resolver la pregunta que planteé al inicio, vuelvo a citar a Tejeda:
«El diseño de letras, finalmente, se alimenta de la necesidad de devolverle al texto escrito la vivacidad del habla».
La vivacidad del habla, eso es lo que se busca, y estoy de acuerdo con ese planteamiento. Entonces la tipografía que se use debe de ir relacionada con el tipo de habla que se va a traducir: un logotipo, un libro, una portada de CD. Todos estos productos de diseño tienen diferentes entonaciones, por decirlo de alguna manera. Un profesor, un amigo, un padre, todos hablan diferente. Así, los productos de diseño deben de hablar diferente. El mundo no sería igual sin los alocados diseños de Carson, pero tampoco lo sería sin los ordenados diseños de Crowel. Todos los diseñadores tienen parte de razón, y esos desacuerdos, esos puntos de vista opuestos, son los que convierten al diseño en una disciplina que visualmente da resultados muy ricos. La tipografía es parte del diseño, ¿por qué entonces no nos sabría igual de rico? Solamente es cuestión de descubrir qué tipo de sabores nos gustan para saber si vamos a trabajar con Garamond, Helvética Regular, con Futura Condensed Extra Bold, o nuestra propia caligrafía.
1.Cita original en inglés: «You can say ‘I love you’ in Helvetica, and you can say it in Helvetica Extra Light, if you want to be fancy, or you can say it in extra bold if it’s really intense and passionate, and it might work. You can also say ‘I hate you’».
2.Sagmeister trabaja también con letras trazadas a mano, y en ocasiones para el mundo de la música, en portadas de discos.
Las manos y el verano
Porque uno puede creer en la lluvia o en la playa, porque los pies la saludan y nos hace sonreír, pero no se puede creer en lo que no es cierto, o en aquello que es un error de algún Dios oculto y mentiroso.
Estoy ahora en el Golfo y miro la playa del Pacífico, como si mirara mi mano izquierda, desde la derecha que está escondida en la distancia. El sol ya duerme bajo la tierra, y el aire, que había bajado la cara humillado, ahora respira. Del mismo modo ahora respiro e intento juntar mis manos, no para orar, sino para volver en paz a mí mismo en donde me recojo en dos a la mitad de mi vida.
Tal vez vivir y amar sea una contradicción, pero no lo es juntar estas manos que alguna vez te acariciaron, y esperar a que pase este verano para que llegue otro más grande y más lejano.
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Los diseñadores
Primero en una revista del Congreso por dos números, y después en Conarte por unos cincuenta números, me tocó conocer y de inmediato hacer pareja con Martín. Luego nos hicimos cuates, pero en los primeros años me tocó lidiar con su mutismo, con su aparente indiferencia ante el mundo exterior y con su humor. Nos quedábamos hasta la madrugada cuando era necesario, revisábamos las pruebas en la imprenta, la calidad de la impresión, diálogos mínimos.
Juntos hicimos medio centenar de números de 64 páginas cada quincena. Más tarde me fui al periódico, ahí fueron tres páginas diarias durante casi dos años, más un suplemento diario adicional con esto del Fórum de las Culturas. El diseñador no tenía tiempo de decir pío, mucho menos de quejarse.
Para el Urbanario también trabajo con una diseñadora, y en La huella del coyote lo mismo. (El trato con el diseñador es un capítulo aparte)
Alguna vez tomé un curso de diseño editorial, por ahí otro de corrección de estilo y en otro tiempo uno de periodismo digital. Con esto quiero decir que he intentado revisar mi trabajo tratar de mejorarlo.
Pero volvamos con los diseñadores.
En otro momento ya he comentado que la gran mayoría de los diseñadores editoriales provienen del campo del diseño gráfico. Tal vez sea la rama más cercana que hay, pues se manejan casi las mismas herramientas (excepto el fundamental Indesign que pocos diseñadores gráficos conocen bien), pero con el tiempo las diferencias entre ambos tipos de diseñadores me parecen cada vez más grandes.
En principio, los DG tiene su base en la cultura visual y publicitaria, esa que atiende a proporciones, colores, equilibrio, mensaje, y que le apuesta a un único impacto eficaz. Los DE, por otra parte, deben o deberían tener sólidas bases en una cultura de la letra impresa. No encuentro otro modo de encuadrar el trabajo de aquellos que cuyo objetivo es armar libros, periódicos y revistas (no sólo carteles). Es elemental que estén familiarizados con estos tres objetos.
Por desgracia, según he visto de cerca, los diseñadores (gráficos) y buena parte de una instancia empleadora tienen la creencia de que el diseño editorial lo puede realizar sin mayores problemas un diseñador gráfico. El problema es que sí hay problema.
Estoy acostumbrado a que la chamba sale o sale, no importa cuántas horas continuas hay que trabajar. Ese es un problema mío, porque no en todos lugares piensan así. El asunto es que si hay que quedarse toda la noche, o si hay que elaborar una muy buena coartada, en ambos casos el diseñador tiene que ser tu sombra, debe haber una coordinación absoluta, casi telepática (exagero)
Sin embargo, cuántas veces mi diseñador y yo pensábamos lo mismo al escuchar el timbre del teléfono, o cuántas veces uno entendió perfectamente cómo iba a estar la jugada con sólo escuchar el tono de voz del otro al teléfono.
Dios: danos muchos diseñadores editoriales. Dios: danos muchos y muy buenos diseñadores editoriales, que tu santo reino de la letra impresa necesita más de estos que amen y veneren con mucha devoción al menos al santo de su familia tipográfica, y tengan el placer de posar su vista, Dios por tu merced, en un libro, por favor Señor nuestro, bien diseñado. Te lo pedimos por tu santo nombre, amén.