viernes, 18 de febrero de 2011

Cumple un siglo primer vuelo en Nuevo León

En un acto considerado por algunos como una verdadera locura, Madero se convirtió en el primer Jefe de Estado en el mundo en surcar los aires

Monterrey, México (18 febrero 2011).-
El auge por la industrialización en el Monterrey de los primeros años del siglo 20 dejó prácticamente empolvado por la historia uno de los acontecimientos más importantes que ocurrieron en la Ciudad.

Justamente hace un siglo, entre el 19 y el 21 de febrero de 1911, a unos meses de iniciarse la Revolución Mexicana, se realizó en la Ciudad el primer espectáculo aéreo del País que influyó en el desarrollo de la aviación mexicana.

"Está muy olvidado el tema. Sabemos que hubo por ahí algunos vuelos en 1911, pagados por empresarios, pero no tenemos mucha información al respecto, salvo algunas fotos donde aparecen los aviones y que dicen que fue en el parque de beisbol Cuauhtémoc", señala el historiador Carlos González.

Para los aficionados a la aviación, sin embargo, el capítulo no ha sido olvidado del todo, como lo señalan algunos documentos que consagran el desarrollo de este medio de transporte en México.

Pioneros del aire

De acuerdo con la Enciclopedia de la Aviación, de Robert Jackson, tras varios intentos por traer a México espectáculos aéreos, llegaron a Monterrey los pilotos de la Moisant International Aviators, procedentes de El Paso, Texas.

Monterrey fue la primera ciudad mexicana en la que se presentaron, señala el texto de Jackson, editado en el 2005 y que constituye una de las referencias más completas sobre aviación mundial.

Para su espectáculo se preparó un terreno aledaño al Parque Cuauhtémoc, en lo que hoy es la Colonia Sarabia.

Ahí se colocaron gradas y habilitaron pistas desde donde los legendarios pilotos René Simon, René Barrier, Edmond Audemars y el héroe francés de la Primera Guerra Mundial Roland Garros despegaron montados en monoplanos Blériot XI, modificados por los hermanos Moisant.

Los pilotos de la compañía formaban parte de una élite de pioneros del aire, y realizaban exhibiciones en Estados Unidos y, a partir de este momento, en México.

Su primer espectáculo consistió en dos vuelos sobre la Ciudad, a cargo de Simon y Garros, también recordado por el estadio parisino y el famoso torneo de tenis que llevan su nombre.

"Simón estuvo más de 30 minutos en el aire y llegó a sobrevolar la Ciudad; Garros recorrió más de 20 kilómetros, y ambos realizaron perfectos aterrizajes, recibiendo sendas ovaciones de un entusiasmado público que, por primera vez, presenciaba el vuelo de los aviones", señala la Enciclopedia.

"Durante ese vuelo, Roland Garros, además, llegó a ascender a 4 mil 820 pies de altura (unos mil 469 metros)".

Al día siguiente, los austeros monoplanos franceses, con fuselaje de madera parcialmente cubierto por tela y propulsados por un motor de apenas 50 caballos de fuerza, la mitad de la potencia de un auto compacto, volvieron a alzar el vuelo, con un programa más espectacular.

Los vuelos de Simon, Garros y Barrier "electrizaron al público", relata Jackson basado en las reseñas que hizo el cronista e historiador Carlos Pérez Maldonado, considerado uno de los pilares de la Academia Mexicana de Historia.

"Barrier trató de hacer un vuelo de altura, aunque tuvo que descender por una falla en el carburador a cerca de 4 mil pies; Simon llegó cerca del Cerro de la Silla, donde hizo varias evoluciones antes de regresar al campo", relata el texto.

"Mientras tanto, Roland Garros tuvo a su cargo un vuelo de más de 25 millas (40 kilómetros) a campo traviesa. Todos aterrizaron perfectamente y el numeroso público que, pese al intenso frío reinante presenció los vuelos, tributó estruendosas ovaciones a cada uno de los pilotos".

El tercer día, los ejercicios aéreos consistieron en vuelos alrededor del parque, en los que Simon realizó pronunciados descensos hacia el área de gradas, donde los atónitos espectadores sentían que el avión se estrellaría contra ellos.

Si bien las maniobras de los pilotos pudieran parecer sencillas hoy en día, basta recordar que el primer vuelo de un aparato autopropulsado en el mundo se había realizado sólo 8 años antes por los hermanos Orville y Wilbur Wright.

Ellos volaron su Flyer Wright I cuatro veces, con tiempos de entre 12 y 59 segundos y a no más de unos cuantos metros de altura.

Una vez terminada su temporada en Monterrey, la compañía de Moisant marchó al DF, donde se presentó en los campos de la Hacienda de Balbuena.

El año anterior a la llegada de la compañía de los Moisant, estos campos ya habían sido escenario de otro vuelo histórico: el primero en todo Latinoamérica.

El historiador Manuel Ruiz Romero, en su libro Aeropuertos. Historia de la construcción, operación y administración aeroportuaria en México, señala que el mexicano Alberto Braniff despegó desde Balbuena, el 8 de enero de 1910, a bordo de un biplano Voisin, de fabricación francesa.

Poco después del vuelo de Braniff, en mayo de 1910, el piloto de carreras Miguel Lebrija recibió un avión Blériot de la compañía cigarrera El Buen Tono, con el que sobrevoló la Capital para promocionar la marca tabacalera.

Pese a esos antecedentes, fue tanta la emoción que despertó en el público capitalino la presentación de los pilotos de Moisant, entre el 25 de febrero y el 7 de marzo de 1911, que el aún Presidente Porfirio Díaz felicitó a los pilotos por las maniobras.

Vientos de cambio

Las exhibiciones de la Moisant International Aviators se realizaron en un México afectado por la incipiente Revolución, que derivó en la salida de Díaz de la Presidencia.

Y, en cierto sentido, los pilotos de la compañía atestiguaron esta transición, pues luego de haber sido vitoreados por Díaz en su primera visita, en noviembre de 1911, fueron recibidos por un recién nombrado Presidente, Francisco I. Madero.

En esta segunda temporada en la Capital, México volvería a ser historia.

El 30 de noviembre de 1911, 24 días después de su toma de protesta, Madero subió al asiento trasero de un monoplano Deperdussin, también francés, para realizar un vuelo con el piloto Geo Dyott, de la compañía Moisant.

En un acto considerado por algunos como una verdadera locura, Madero se convirtió en el primer Jefe de Estado en el mundo en surcar los aires.

Posteriormente, la aviación se desarrolló de forma vertiginosa; para 1913, las fuerzas armadas mexicanas realizaban ejercicios aéreos y, para los años 20 y 30, en la época posrevolucionaria comenzaba a gestarse en el País la aviación comercial.

Sin embargo, pese al traicionero paso del tiempo, el año de 1911 y las imágenes de los monoplanos Blériot surcando el cielo regio ocuparán un lugar especial en la memoria de los amantes de la aviación experimental. Nota de Cristóbal Martínez para Reforma.

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