lunes, 25 de octubre de 2010

Poesía




domingo, 24 de octubre de 2010

Los niños

Al comienzo no lo pensé. Estábamos en una de las dos habitaciones del segundo piso, y bajo la cobija no se escuchaba nada excepto el sonido de los labios, el aliento entrecortado de alguno de los dos, y afuera, un coche ocasional que parecía lejano en la tranquilidad del barrio.
De pronto ella se quedó inmóvil, mirando a nada, girando los ojos en varias posiciones mientras aguzaba el oído. Yo me mantuve quieto a unos centímetros de su nariz, esperando alguna reacción adicional.

C. y yo nos conocimos desde hacía doce o trece años. Debo ser más exacto: yo la conocía a ella, pero ella no sabía de mi existencia. En ese entonces coincidimos en un diplomado de tres días, y C. no podía menos que llamar la atención, no sólo porque era la más hermosa de las asistentes, sino porque a pesar de su corta edad, era de las mejores diseñadoras del grupo de estudiantes.
Durante el receso del tercer día, ella se tuvo que ir y no la volví a ver. Tiempo después alguien dijo que se había casado o que se había ido a otra ciudad, o las dos cosas a la vez, pero no volví a saber de ella.

Se quedó inmóvil mientras aguzaba el oído. Había murmurado: “Los niños”, pero yo no sabía exactamente si se trataba de dos o de tres, que se supone estarían dormidos en el cuarto de junto Ninguno de los dos se movió. Luego fue cerrando los ojos, y entreabrió la boca en algo que se reanuda, en recibir mi beso que se había quedado inconcluso.
Al principio no lo pensé, o mejor dicho no recordé que tenía niños. Teníamos meses saliendo y no le quise decir que ya la conocía.

Había regresado a la ciudad un año atrás y puso un despacho de diseño junto a otra persona, pero no explicó más sobre la identidad de esa otra persona, sólo dijo que las cosas mejoraban mes con mes.
Mi empresa solicitó un trabajo urgente y alguien recomendó el despacho de C. Lo entregaron en dos días, pero nuestro pago por un descuido se retrasó siete. C. pidió hablar conmigo y a mí se me fue la sangre a los talones cuando la vi entrar. Diez minutos después el cheque estaba en mi escritorio y yo intentaba sacarle una cita. Me dijo que no podía por exceso de trabajo, pero a los dos se nos olvidó el mundo durante los 40 minutos que duramos platicando. Así fue mi reencuentro con C.

Era la primera vez que estábamos en su habitación. Esa noche me enamoré de ella. O no, quizá fue al despedirnos, cuando ella afirmó algo que empezaba con las palabras: “Si nos volvemos a ver…”, pero que en el fondo era una pregunta. O quizá fue cuando le llamé al día siguiente a las nueve de la mañana y ella, lo percibí por el teléfono, sonrió al saber que era yo.

martes, 19 de octubre de 2010

Poses lingüísticas

(Es el título del siguiente artículo que en breve estará aquí en Turbosina passarola completo, por el momento un adelanto.)

El término puede sonar agresivo, o al menos muy duro, sin embargo no es extraño que todos en alguna medida hayamos querido adscribirnos, apegarnos o simplemente ostentar algunos rasgos identatarios que para otros puden sonar forzados o afectados, pero para nosotros "sea de lo más normal".
Esas palabras funcionarían como lo hace un distintivo en la boina o en la solapa, esos llamados "pines" que dan un rasgo personal diciendo un poco más sobre nuestras simpatías, aficiones y más ampliemente, sobre nuestra afiliación a un grupo social. A continuación algunas de las poses más recientes y actuales que he observado.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Contigo en la distancia. Taller de poesía


Taller desde la comodidad de tu hogar


Ese mecanismo lingüístico que es el poema es capaz de reflejar una experiencia común a muchos seres humanos. La práctica de la poesía puede surgir no tanto de lo que llaman inspiración, sino del conocimiento y uso de ciertos recursos (figuras retóricas, tipos de versos).





Objetivo:
Taller dirigido a jóvenes y adultos que desean adquirir herramientas para escribir poemas y prosa breve.

Temas:
Conceptos básicos: poemas, estrofa, verso, licencias poéticas, tipos de rimas. Figuras retóricas. Estrategias para la escritura.

Modalidad:
A distancia, vía telefónica (el instructor absorbe el costo de la llamada). Esta modalidad permite que el participante practique y desarrolle sus habilidades de escritura sin salir de su casa en cualquier punto de le República mexicana.

Costo:
$150.00 por sesión. Se aplican descuentos. Incluye apuntes del taller.

Duración:
Una hora por sesión,

Imparte: Gerardo Ortega*, poeta y narrador.

Información:
yadivia@hotmail.com.



El expositor es licenciado en Letras Españolas por la UANL, obtuvo premios literarios en la Facultad de Filosofía y Letras en 1993, y en la UANL en 1994. Ha sido instructor de talleres literarios en la UNAM y maestro de español para extranjeros. Ha sido corrector de estilo y editor de Cultura del periódico Milenio en Monterrey, así como coeditor de la revista Monterrey Magazine. Fue becario del Centro de Escritores de Nuevo León (96-97) y candidato a recibir el Premio Nacional de la Juventud en 1996 en la categoría de Artes. Tiene publicados varios títulos, entre ellos De lunes a diciembre (ed. de autor, 1995, Monterrey, NL). Saudade o su último cumpleaños (ed. Mixcóatl, México DF, 2002) y De lunes a diciembre (antología personal, UANL-Diáfora, 2008). Ha publicado su obra en los periódicos El Norte, Milenio, El Financiero, El Porvenir, ABC y La Jornada. Aparece en la antología Región sin dónde, Huelva, España, 2005. Actualmente mantiene un blog literario en el sitio Milenio.com e imparte talleres de poesía presenciales en diferentes espacios, como la librería Gandhi en Monterrey, y en el Instituto de Producción Musical, en San Pedro Garza García.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Del amor

Hace unos días platicaba con mi jefa acerca de si había maneras más saludables que otras de enamorarse. Antes pensaba que este asunto estaba ligado necesariamente al dolor, incluso al sufrimiento. Y sí, en las relaciones puede haber momentos de dolor, como en la vida, pero ahora pienso que no es un requisito; de ningún modo hay algo así como una cuota mínima (como el salario mínimo) para una relación estable y madura, es decir, para que sea feliz, pues.

Hace falta, eso sí, que cada una de las partes tenga la cabeza muy libre para pensar y haber resuelto esos problemas que todos venimos cargando tal vez desde la infancia, o con nuestros padres. Esos asuntos que nos hacen repetir patrones y seguirla cagando por el mundo, enamorándonos o emparejándonos de una manera que nunca va a ser profunda.

Desgraciadamente hay quienes nunca adquieren las herramientas necesarias; es más, no saben que se pueden adquirir y así mejorar la relación con nosotros mismos.

Todo esto salió porque veo personas que siguen cumpliendo años, pero no siguen cumpliendo sueños, es más, son adultos de más de 40 o 50 años y siguen actuando como adolescentes, casi con los mismos tropiezos y actitudes ante la vida y el amor.

En resumen, creo que primero debe estar bien uno para luego poder estar bien con el otro. Lo digo yo que durante años fui en la dirección opuesta, que durante años hice lo que no se debe. En fin. Pero muy contento ahora.

Vuelvo a la pregunta. ¿Hay maneras más sanas que otras de enamorarse y de estar en pareja?

No sé, se me ocurre.

sábado, 2 de octubre de 2010

De caminar y platicar

Toda la semana que termina, incluso creo que casi todo el mes de septiembre, han sido días extraños. Por una parte revolotean sobre mi cabeza ciertas pequeñas nubes de incertidumbre, y por otro, se abren nuevas perspectivas.

No utilizo un coche como hace algunos años (un coche amplio y cómodo), tengo días sin internet ni teléfono en casa (cortesía de la ineficiencia de Cablevisión), estoy tomando decisiones importantes que afectarán mi vida y la de mis hijos, y a pesar de todo esto la ciudad se muestra distnta para mí. Este clima que no ha sido caluroso, sino uno ensenadense, y por lo tanto evocador de amor, es el más apto para caminar, para caminar y reflexionar, en planear los pendientes y especialmente disfrutar.

Y he caminado y caminado estas calles. Calculo que cada día camino unos seis o siete kilómetros, disfruto cuando me toca un camión con clima, y me la paso viendo la etiqueta con las líneas del Metro que hacen cruz en la ciudad.

Es cierto, no me gusta la ciudad, o mejor dicho no me gusta la doxa regiomontana, pero a donde voy, voy conmigo mismo, y el que soy para mí me sonríe, y cuando llego, cansado, de noche, el otro desconocido que soy me abre la puerta.

Decía que no me gusta la ciudad, pero ahora me gusto yo en la ciudad. Sucede que una o dos veces por día, me encuentro en la calle con un amigo o conocido, Hola qué tal, fulnanito, En dónde andas ahora, No has visto a, y platicamos unos minutos o simplemente agitamos la mano de un lado a otro de la calle. me gusta platicar con gente, mirar sus ojos, la expresión de su frente mientras habla, a veces cierta tensión en la comisura de sus labios cuando a veces me comparten sus miedos. Es muy padre cuando te encuentras a alguien y simplemente se sonríen. Nos sonreímos.

Creo que esto es parecido a disfrutar la ciudad. Creo que esto es parecido a disfrutar de uno mismo y lo que hace.