viernes, 26 de abril de 2013

Personas que dan los buenos días y sonríen

Al final de cuentas, para qué detenerse en su filiación política, en su fe religiosa o en su orientación sexual; esas son pequeñeces frente a la falta de ética. En otras palabras, el pertenecer a la tendencia general no hace una persona proba, ni el no pertenecer, lo contrario. 

Alegría da encontrar personas íntegras de quien contagiarse, y hallarlas precisamente no por estar al amparo del nombre de una empresa, unas siglas, una institución, un puesto, sino porque te sonríe, te saluda, te da los buenos días en donde se encuentren.

miércoles, 24 de abril de 2013

El Diseño Editorial y la pareja



Una de las discusiones más amargas que he tenido con mi mujer, La Nube, fue hace unos dos años y se trató sobre el diseño en general, y sobre el diseño editorial en particular. Ella es diseñadora gráfica con muchos años de experiencia, en una época fue fotógrafa y además ama el cine, en una palabra es muy visual. Yo soy un lector metido a editor que poco sabe de diseño, aunque he tomado cursos de diseño editorial eso no me hace profesional en el área.

Decía que aquella discusión fue amarga, me entristece recordarla, no sé si se me salían las lágrimas pero lo que sí fue cierto es que nuestra relación había pasado un bache ensenadense a 80 kilómetros por hora y nos había dejado un poco dolidos, al menos a mí. El meollo de la discusión, la recuerdo bien, ambos de pie a cada lado de la cama, era lo visual del diseño frente a lo funcional de la lectura. Y es que para mí el lector se debe conectarse con el autor sin nada que le estorbe. Ella acababa de presentar nuestra publicación, una que en lo editorial nos unía, en azul pálido, celeste. Casi no se leía. Esa fue la mecha de la discusión.


Hace cosa de un mes vino Jorge de Buen a dar un curso de Diseño Editorial en Ensenada, lo dio en el Cetys y me habría gustado que todos los diseñadores que hacen o alguna vez han hecho algo para leerse en papel, hubieran asistido. Jorge no sólo es diseñador, sino que es diseñador editorial, tipógrafo, editor, profesor y por fortuna, un obsesivo del trabajo con la letra impresa. Haciendo una comparación con un auto, si un diseñador gráfico puede hacer un plano de un automóvil, Jorge puede comparar 10 tipos de relaciones peso/potencia y decirte qué puedes esperar de ese modelo en carretera lluviosa la-locura.

Pues decía que Jorge vino a Ensenada, no tomé el curso pero mi mujer sí, y cuando regresó y me dijo que un diseñador editorial debe ser invisible se me salían las lágrimas. No lo fue, pero parecía una reconciliación, y las reconciliaciones terminan con los libros tirados.


Me puse en contacto con Jorge de Buen, no para contarle todo este novenario, sino para hacerle unas preguntas más directamente. La primera tiene que ver con la “invisibilidad” del diseñador, y la segunda fue así, aquí la transcribo:

En el marco de las celebraciones del Día del Libro ¿qué aspecto nos puede mover al optimismo, a la alegría? Me refiero a los bajos niveles de lectura, a que la industria editorial no parece precisamente en su mejor momento, y que muchos de los soportes en papel, especialmente los periódicos, están migrando al terreno digital.

Desde luego, no son buenos tiempos para los editores tradicionales, para quienes plasman su trabajo en papel; tampoco, por cierto, para quienes trabajan en la industria editorial, y aquí debo incluir a los diseñadores. Sin embargo, no podemos pasar por alto que la gente, quizás, lee más que nunca antes; no libros, sino mensajes telefónicos, historias de Facebook, Twitter y cosas similares. Es imposible adivinar hacia dónde nos llevará este fenómeno, pero hay algo esperanzador.

“Por otra parte, es verdad que los libros y otros artículos editoriales de papel se venden cada vez menos. Ni modo. Debemos adaptarnos a los tiempos. La tecnología ha cambiado muchas cosas muchas veces: la imprenta destruyó poco a poco el negocio del copiado manual de libros, el celular va destronando poco a poco al teléfono fijo, la televisión local pierde ante las transmisiones por microondas o cable... En fin, hay miles de ejemplos, unos más dramáticos que otros”.

Esta reflexión me hizo pensar en los jóvenes que pasan más tiempo ante un aparato que ante una persona o ante un libro, precisamente sobre el libro escribí ayer un apunte, en el que incluyo esta idea de que el trabajo editorial pase inadvertido. (Pero para que él no pase inadvertido, incluyo aquí su foto).

                                                             ***

Entre la idea que concibió un autor, hasta el objeto que llamamos libro existe un mercado de actividades, oficios, conocimientos y tradiciones.

Han pasado más de 460 años en que Juan Gutemberg comenzó a trabajar su Biblia de 42 líneas, no el primero pero sí su trabajo más famoso.

Desde el aparato de tipos móviles hasta el Indesign CSC6, la tradición de los impresores a lo largo de más de cuatro siglos se ha ido perfeccionando y automatizando, sin embargo, hay un cúmulo de conocimientos básicos que no cambian.

Hoy en día una buena parte del oficio de edición de publicaciones impresas las abarca una profesión de nombre diseño editorial.

Uno de los más prominentes diseñadores editoriales mexicanos es Jorge de Buen, nacido en la cuidad de México en 1956 y egresado de la carrera de Diseño para la Comunicación Gráfica de la Universidad Autónoma Metropolitana.

Sobre el trabajo del diseñador editorial, ¿desde qué punto valorar algo que por su naturaleza pasa inadvertido?, le preguntamos, ahora que recién celebramos el Día del Libro pero pocos se acordaron de quienes diseñan los libros.

 “Me gusta hacer un símil con los bailarines y acróbatas —nos escribe en una entrevista a distancia. Cuando vemos a un bailarín tomar a su pareja y pasearla prácticamente en vilo a lo largo del escenario, no nos preguntamos cuánto pesa la mujer. Por más delgada que sea, sus cincuenta kilogramos se deslizarán graciosamente sin que el público note el menor esfuerzo, porque el bailarín tendrá el gesto de quien carga una pluma. ¿Recuerdas la última vez que cargaste un bulto de arena? Eso pesa una bailarina. Así que sólo quien tiene un gran entrenamiento técnico y físico puede disimular el gran esfuerzo que imprime en su trabajo.

El también miembro de la Association Typographique Internationale, de la Society of Typographic Aficionados, continúa: “El diseño editorial puede tener muchas facetas, pero, cuando se trata de diseñar libros, periódicos y ciertas revistas, el diseñador debe intentar que el lector se ensimisme con el texto, que se sumerja en el relato, la narración o la idea.

“En muchos casos, como en las novelas, el lector querrá vivir la escena y olvidarse totalmente del autor; en otros, como en los artículos de prensa, deseará vincularse con el autor y sus ideas; pero rararmente querrá tener algo que ver con el diseñador.

“Si el diseñador, el editor, el impresor o el alzador de un periódico aparecen en la escena de la lectura, es porque se equivocaron en algo: porque hay una mancha, una página mal colocada o un diseño terrible. La magia termina cuando hay errores.”

El autor de los libros Manual de diseño editorial (2009) e Introducción al estudio de la tipografía (2011) refiere que la mano del diseñador no debe ser notada: “En ciertos medios gráficos, debe ser invisible. Tiene que garantizar que la relación estrecha y fuerte sea la del lector con la escena o con el autor. Su presencia está de más. Lo paradójico es que, como en el caso de los bailarines y los acróbatas, se necesita una gran técnica y mucha pericia para que no se noten los esfuerzos”.


domingo, 21 de abril de 2013

Despedida

¿Se puede esperar tanto tiempo la vida
en que un corazón compartido
finalmente se quiebre por la mitad?

Cuánto tiempo 
cuántas noches seguidas 
se puede sostener la respiración
a mediamuerte entre la salud y la esperanza.

¿Cuánto tiempo se necesita para despedirse del hijo amado?

¿En cuánta piel se puede dejar el significado de su vida
que para siempre desde ahora habrá sido demasiado breve?

Ahora queda el olor de sus sábanas,
el timbre fugaz de sus palabras,
las palabras que quedan guardadas
con el aliento del corazón.

Abril ya terminó.
En noches como esta
amor se ha congelado.

Pero queda algo tibio muy dentro
al recordar lo que a él tanto le gustaba.

sábado, 20 de abril de 2013

Desánimo de la lectura

Tres días a la semana me planto ante unos alumnos de Arquitectura a quienes imparto la clase de Taller de Lectura y Redacción. Su ortografía en el 80 por ciento de ellos es tan mala que luego de las primeras dos clases me dieron ganas de llorar. Llorar por la impotencia, por el desánimo, por todo lo que su no escribir con una corrección mínima, implica.

En las últimas semanas les he leído fragmentos de los libros o revistas que más me han conmovido, para ver si logro conmoverlos, contagiarlos, encenderlos un poco con lo que miro en esa ventana impresa.

Ayer simplemente se me ocurrió que quizá el camino sería mostrarles, no los beneficios que les daría la lectura, sino ponerlos ante el error que significaría no acercarse a la costumbre de leer.

Hoy, gracias a una lectura y a los consejos de una amiga, he pensado que lo que me gustaría transmitirles es que la lectura no es un acierto, grande o pequeño, sino que leer es una manera de confrontarse con uno mismo, de verse al espejo, de preguntarse cosas, que leer es un diálogo con los muertos, como suele decirse, que es un acto íntimo movido por la curiosidad y la duda.

Aún estoy un poco en el desánimo, sus resultados son malos, tan malos que la mayoría no es capaz de colocar acentos en el sitio correcto. La verdad no sé de lo que seré capaz con ellos.

Pueden pasarse la vida sin conocer un libro. Y son los estudiantes. Dios.

viernes, 19 de abril de 2013

Porno feminista

La primera vez que entré a un cine porno debió ser en la primavera —¿estas cosas deben suceder en primavera?— del año 88. Mi amigo Alfonso y yo fuimos a dar (elegante forma de decir que andábamos de jariosos, husmeando, planeando cosas para entrar), decía fuimos a dar al Florida 2 cuando aún no nos aventábamos al Chapulín, el América daba miedo y el Cometa Vición (así dice el anuncio exterior) todavía no lo descubríamos. Llegamos al Florida 2, en Galeana entre Madero y Reforma y hacía un calorón porque no tenía clima.

Así empezó el recorrido de muchos.

El tema del porno está vedado, excepto por dos o tres libros que lo abordan, a mucha gente se le ponen los pelos de punta al escuchar ciertas palabras relativas a los cuerpos (y que mi querida Elia Martínez-Rodarte renombra que da gusto).

Decía que el tema está bastante vedado. Creo que un poco más en Monterrey donde predominan los valores (lo digo con ironía). Qué esperanzas que algunas de las muchachas que conozco llegara un día y dijera ¿ya vieron qué joven se veía Rocco Sifredi? o ¿nunca me imaginé ver una autofelación como las de Ron Jeremy?

Pues ahora me encuentro con que hay hoy más mujeres que abiertamente les gusta el porno, y que no sólo les gusta, sino que lo están realizando y modificando a su modo y gusto, lo que me parece perfecto, una evolución de la humanidad especialmente de las muchachas (ya era hora, Simone murió hace 27 años).

Es más, se habla de un porno feminista, lo que me hace sentir satisfecho y lleno de alegría, pues significa que estas mujeres están diciendo: porno sí, pero a nuestro modo, no uno en el que se nos someta y aparezcamos en tales situaciones etcétera, sino uno más acercado a la realidad.

Sin más preámbulos les comparto esto, añorando la decadencia de esas salas de arte, como la de Héroes del 47 entre Arteaga y Carlos Salazar. Románticos tiempos. Muchas gracias. (Les aclaro que el artículo de abajo no contiene imágenes con el contenido de las cintas, por si no desean abrirlo en el lugar inadecuado).



miércoles, 17 de abril de 2013

"La belleza femenina"

Nuestra cultura, que exalta el consumo y que refuerza ciertas visiones tradicionales por cómodas y rentables, refuerza también las diferencias en roles, lo cual clasifica mejor al mercado. Para que esta clasificación sea más visible, nuestra cultura, que yo llamo patriarcal, subraya lo que es propio de hombres y lo que es propio de mujeres.

En el caso de ellas, subrayar su ser mujer desde la parte más visible implica un arma de doble filo, encierra jugar con fuego.

¿Por qué? Porque por una parte implica que las mujeres, antes que personas son mujeres, es decir son personas con cuerpo de mujer.Esta corporeidad se presta para dos fines que me parecen que opuestos.

Una, la de la visión femenina, que si lo pusiéramos en primera persona y en pocas frases, diría algo así como: "Mi cuerpo es lo más mío que tengo, es algo íntimo y yo soy o quiero ser dueña de él tanto como pueda. Tienen que respetarme, empezando por mí cuerpo, al que yo visto como mejor me agrada porque me gusta verme y me gusta agradarme; encuentro placer en ello".

Por la otra parte, la otra visión, la patrircal, muy mercadotécnica, dice que una persona del sexo femenino antes que todo es mujer, y como tal se le clasifica de acuerdo a su ser para otro, en relación con el otro y en función con el lugar que ocupa no en el espacio público, sino en el privado: ¿quién es ella? ¿es hija de familia?¿está casada?¿vive aparte?¿por qué?¿divorciada?¿con novio?¿madre sola?, y se le clasifica también de acuerdo a su "disponibilidad". Comúnmente se cosifica a las mujeres (lo hacen ellas y lo hacen ellos y lo hace el mercado y la cultura en general) como fuente de goce, de disfrute o de provecho, a la mujer se le goza y se le admira, o a veces se le admira para ver si después se puede gozar. Se reconoce su belleza que, quizá para ella misma es en parte orgullo y en parte poder, pero en todo caso es principalmente ser para el otro, vivir a través del otro y estar a expensas del otro.

Exaltar el ser mujer en su parte burda y más visible antes que el ser persona es un riesgo que pocos vemos, quizá porque es más placentero hacerse de la vista gorda. Esa es la trampa de la "belleza femenina".


lunes, 15 de abril de 2013

Sus amigas


Ahora que estábamos chupando muy a gusto y que recordaba a mucha gente que hace tiempo no veo, me acordé de un bato que conocí hace muchos años, era un tipo algo extraño, entre simpático, interesante, pero que también era un desmadre bien hecho.

De la cosas que más recuerdo de él es que andaba por todos lados y platicaba con mucha gente, tanto de la escuela, maestros, gente que se encontraba en la calle, conocía a todo mundo. Yo que siempre he sido un poquitín sociable, pues varias veces nos pusimos a platicar.

Y me cayó muy bien, no sólo porque te hacía sentir en confianza, sino porque le gustaban muchas cosas y de todas podía hablar con mucha naturalidad.

Este tipo tenía la cualidad, después observé bien, que sabía escuchar. Esto es una cosa que no es muy común, y creo que es relevante para lo que enseguida voy a contar.

Otra cosa que vi en él es que era muy amable, por ejemplo de la gente que acababa de conocer recordaba su nombre, como si la conociera desde hacía mucho. En cuanto a sus gustos bohemios, el tipo no era particularmente afecto al alcohol ni al tabaco, ni le gustaban ningún tipo de drogas.

Lo suyo eran las mujeres.

Si a alguien podría parecerle que el cuate este era un desmadre, pues sí, pero curiosamente también era muy buen alumno y le encantaba la lectura y el cine.

Un día pasó algo que se me quedó muy grabado. Sucedió en una de esas reuniones en las que llega un chingo de banda, raza de la escuela y amigos de otras carreras que ni siquiera se conocían, había hasta chavos de otras ciudades. Un pinche fiestón bien cabrón donde la mayoría no eran amigos, pero sí muchos conocidos, al menos de vista. Calculo que fácil había más de cincuenta personas.

Estábamos tres sentados cuando la plática se acabó por unos instantes. El güey me dice, no sé si a mí o pensaba en simplemente al aire, pues ya andaba un poco pedo:

"—Míralas. Y ellas tan amigas".

Por la forma en la que lo conocía, de inmediato supe que se refería a dos de sus ex que se habían vuelto amigas y que andaban seguramente platicando muy animadas por ahí. Supongo, no sé, que quizá no lo sabían entre ellas, quién sabe, porque en muchos de sus casos no era precisamente un noviazgo lo que había.

Enseguida reaccioné. Y se me ocurrió algo. Aprovechando la ocasión, le pregunté en una clave que no tuvo dificultad para entender:

"—¿Y cuántas hay?"

El güey por poco arroja el buche de cerveza en una arcada que parecía de sorpresa o de risa. No voy a olvidar nunca su cara. Me miró fugazmente con un brillo que me atravesó, pero también que me hizo sentir cómplice de algo. Fue muy raro ese momento.

Respiró y soltó una risa como si le estuviera levantando un infundio que le hiciera gracia de tan absurdo. Luego se quedó mirando a nada, con cara de recordar alguna hazaña realizada hacía cincuenta años. El güey miró a varias partes como buscando un mesero. Luego se compuso y le dio otro trago a su cerveza.

Yo lo seguía y esperaba.

Se echó para delante, bajó la cabeza como si fuera por efecto del alcohol y se agarró las manos, luego se enderezó. Dijo:

"—Quince."

"Hijo de tu chingada madre", murmuré.

Una hora despúes llegaron otras cinco conocidas y claro, ya no quise preguntarle. No bailó en toda la noche. Platicaba eventualmente, pero me di cuenta que los otros, amigos y amigas, eran los que pasaban y se sentaban con él un rato. No sé por qué, pero a partir de ese momento lo vi un poco como el anfritrión.

***

Ahora que estoy contando todo esto, ahora que finalmente se decidieron a aparecerme cinco o seis canas, ahora que he visto, que he convivido con gente más extraña todavía, ahora que platico anécdotas de otros, pero que quizá no debería contarlas, me digo a mí mismo que daría seis meses de mi vida a cambio de la discreción de muerte de muchas más mujeres de las que no me puedo imaginar. Los secretos de ellas son un misterio que sólo Dios podría escuchar cuando estuviera cansado.

No como este cabrón que me estaba revelando algo que yo no tenía por qué saber.

Quince en un mismo sitio son un chingo. Y reconozco que por un tiempo estuve haciendo mi quiniela, de las que al menos a cinco nunca las quitaba.

Al año siguiente de aquella fiesta el bato se fue a estudiar una maestría a Morelia. Esto debió haber sido en el 95 o 96; sin embargo, cuando he tratado de recordárselo a algún amigo o amiga de la época, nadie, absolutamente nadie se acuerda de él. Ni por el nombre, ni por el apodo, mucho menos de la fiesta, quizá la única reunión en la que él vio, al mismo tiempo, a quince mujeres con las que en algún momento había compartido la cama.

El muy hijo de la chingada.

¡Mesero chingadamadrelasotras!

viernes, 12 de abril de 2013

El Negro se confiesa

Mi artículo empieza así: "No voy a justificarme, aunque sé que los que han vivido de escribir para otros, aunque fuese por breve tiempo, tendrán sus propias razones, algunas válidas. Tampoco es algo de lo que me sienta especialmente orgulloso.

"Era estudiante de séptimo semestre de Letras Españolas, una carrera que ya no existe. Tenía dos años de casado y un bebé de cuatro meses. No es justificación, es sólo de contexto.

"Buscando chamba encontré que necesitaban a alguien que supiera de redacción. Me presenté y firmé un contrato en donde decía que cedía mis derechos por el trabajo que entregara. El contrato era bastante específico."

(El resto, con la información que tengo hasta el momento, se publicará en una revista impresa de circulación nacional en México).

sábado, 6 de abril de 2013

La música 2 —Celso Piña—

El baile iba a durar de quinta a séptima hora, en los salones de tercero. Ese día nos dejaron ir sin uniforme. Se decía que algunos de los Comanches iban a estar afuera, esperando al Pina afuera de la escuela. Yo miraba el salón en donde era el baile, desde la ventana. El Pedro, La Gaviota, los de tercero pues. Bailaban "La cumbia de la Paz".

Celso Piña, en 1984 era y el Ronda Bogotá. Celso Piña y el Ronda Bogotá, no y su Ronda Bogotá. "La cumbia de la paz" causaba furor. Las camisas floreadas, con el cuello huango hacia atrás, los Convers. Se bailaba distinto a 10 años después.

A mí me gustaba Cristina, pero Cristina no bailaba, y yo menos. En 3 "B" había unos bafles en cajones negros enormes que se oían hasta la esquina. El prefecto, circunspecto, vigilaba, se esforzaba por mantener la cara de policía, pero más de una vez lo observé sonriendo, bromeando.

Al Pina lo vi con dos hijos y su chava. Los Comanches de las Industrias se casaron, o terminaron en la cárcel, o muertos. A las 12:30 apagaron el baile. Cuando se acabó apagó el sonido —Cristina y yo nunca cruzamos palabra—, me hice creer que aprendí a bailar colombiano, pero eso yo sé que no es verdad (a veces logro apantallar a algún amigo incauto).

En esa idea falsa crecí desde entonces, y a veces iba al Inter a engañarme, a eso iba realmente. Celso Piña terminó hace más de 25 años, con "La cumbia la paz", con "La piragüa", con "Gitana" que no volvió a tocar.

Este Celso es otro, toca en el Zócalo, sale en la tele, viaja mucho, hace bailar "Macondo" a García Márquez en el museo Marco, toca en cenas con Fernando Botero en el Palacio de Gobierno, la gente lo compra y me da gusto, de veras que me da gusto, pero a aquel Celso es el que me gusta escuchar.

La gente que hoy sabe de música, que dice saber de música, dice: esto es ochentero, esto es de los noventa, esto es "bien setentas" ¿Saben que quisiera decirles? Me gustaría decirles: "Sabes qué, chinga tu madre", la música de cada quien está prendida como una sanguijuela que no te quieres quitar porque gozas, y deja marca, porque una cosa es bailar "encima" de la música de fondo que te ponen en la boda, en la reunión social, en el cierre de un evento, y otra, muy distinta, es bailar la música "desde adentro" de la música, como El Pedro, como La gaviota, incluso como El Pina.

Quienes bailan colombiano en la pista del Inter, han bailado esto, lo puedo apostar, más de la mitad de su vida, o desde morros.

Me gusta engañarme, pero no, no sé bailar colombiano. Los que sabían ya no están aquí para enseñarme.