miércoles, 31 de agosto de 2016

Nicolás Alvarado


Comentaba el domingo que esta semana sería de Juan Gabriel y de quien supiera subirse al tren para su beneficio. Nicolás Alvarado lo supo, lo intentó y lo logró. Le gusta el reflector y posicionar su imagen. Hace unos 10 años publicó un libro y se lo mandó a mucha gente de los medios. Como editor en un periódico de Monterrey recibí un ejemplar dedicado. No tengo el gusto de conocerlo, pero me queda claro que este tipo de "escándalos" de algún modo lo benefician. También es cierto que las redes están ávidas de carne, y el titular de TV UNAM fue una presa ideal. En unos días quedará olvidado. Lo que sí podría extenderse algunos días más serán los comentarios en torno a las pedas multitudinarias que se está organizando para despedir al Divo de Juárez como el dolor por su partida lo merece (en el Zócalo, en el Ángel y en otros puntos significativos de ciudades del país). La cantina más grande de México, como le han llamado, se montaría este fin de semana, desde el mediodía del sábado hasta amanecer el domingo. Miles de personas cantarían al son de No me vuelvo a enamorar, excepto Nicolás Alvarado, quien ya dijo que no le gusta lo naco ni la lentejuela de Alberto Aguilera Valadez. Esperemos en Dios que recapacite y vuelva al camino del sentir popular.

martes, 30 de agosto de 2016

La gatita

Hay una gatita negra que conozco desde hace años. Le doy de comer y me busca. Cuando paso por donde ella le gusta quedarse que es afuera de otra casa cercana, me sigue y sabe que tendré algo para ella; cuando me compro una cerveza a ella le compro un sobre de Wiskas. No he querido cargarla, encariñarme más de lo que ya estoy de ella. No quiero cargarla, me recuerda muchas cosas bonitas que ya no existen. La de la foto de arriba no es ella, ella no tiene cola y últimamente la veo muy flaca, sólo quiero verla bien, que me cuente que está bien. Me da tristeza y alegría seguirla alimentando.

lunes, 29 de agosto de 2016

Las ciudades desiertas

Cuando Eligio trapeaba al ritmo de las canciones de Santana, no se imaginaba que pronto iba a decidir irse detrás de su mujer, Susana, a aquel encierro de becarios en Estados Unidos. La sigue a escondidas en un viaje con ciertos toque de humor, desenfado y tensión por saber de lo que sería capaz su mujer, allá, sola. Desde que leí Ciudades desiertas, de José Agustín, no puedo evitar asociar escuchar música al momento de trapear y esa imagen casi cómica, del encuentro de una aventada Susana con ese sujeto polaco que hace a Eligio reaccionar de forma sorpresiva. Desde hace unos días se está anunciando el estreno de le película "Me estás matando, Susana", protagonizada por Gael García y basada en la novela de José Agustín. No sé qué esperar de esa película, creo que la veré. A ver si la Susana de esta película se parece a la Susana de la novela, aunque no sé por qué se me figura que se parece más bien a Margarita Bermúdez, esposa de José Agustín.

Temas de la semana

El domingo 21 comenté que el caso de la tesis de Peña Nieto iba a dar para toda la semana. El tema ya casi está muerto y nada relevante sucedió. Ayer, domingo 28, un hecho fortuito marca la agenda de la semana. Esta semana le pertenece por entero a Juan Gabriel. Los demás actores/fuentes y temas en el ámbito social, político, educativo o cultural, o se montan a la figura de don Alberto Aguilera Valadez o se esperan unos días más.

Masculinidad, emociones y Juan Gabriel



En alguna parte leí que la construcción de la masculinidad, al menos eso he comprobado en una cultura tan machista como la mexicana, se realiza en un primer momento por alejamiento, por oposición a lo femenino.
A los pequeños se les inculca desde sus primeros años a alejarse de comportamientos relacionados con lo femenino. 
Pienso que una masculinidad así es más bien endeble, pues se pone más énfasis en tener cuidado de lo que no se deber ser que lo que sí.
La expresión de la mayoría de las emociones se asocia a lo femenino, así como buena parte de lo asociado con lo doméstico y el mundo de lo privado. Por ello los hombres podemos en el mejor de lo casos expresar sentimientos y aspectos que tienen que ver con los cuidados y el asunto del bienestar general, con una escucha mujer.

(No todas las mujeres tienen esa predisposición. Algunas son más bien prácticas, no le dan vuelta a las cosas y resuelven con pocos rodeos el asunto de las emociones. Recuerdo el caso de un amigo que quería desahogarse de que su mujer no le gustaba lo suficiente y no estaba del todo satisfecho, cuando la amiga en unos segundos lo paró en secó y le recordó que él no era para nada un modelo de belleza y que mejor le parara. Y zas, fin de esa plática).

Pero siguiendo con el tema de la construcción de la masculinidad, esa incapacidad por reconocer que somos personas con muchas emociones y quizá con gustos que no encajen del todo con el modelo que se espera de nosotros, nos vuelve en buena medida malos gestores de nuestras emociones.

En nuestra cultura hay dos emociones que se aceptan perfectamente en un hombre: el enojo y el deseo. El resto nos cuesta más trabajo gestionarlas. Por ejemplo, la ternura, la inseguridad, el miedo, la confusión, entre un largo listado.

*
El asunto es que aún hoy en día esa masculinidad poco fortalecida se siente amenazada. El ser hombre, en tanto que sujeto central de nuestra cultura, y por lo tanto empoderado por antonomasia se ve arrastrado con frecuencia hacia el lente de la sospecha. Todo poder está bajo sospecha, y en el caso del varón, la reacción cultural es la homofobia y la misoginia, como un grito inútil de que nuestra masculinidad no tiene que ver en nada con la homosexualidad ni con lo femenino.

Por fortuna tenemos a Juan Gabriel, que resulta la coartada perfecta.

jueves, 25 de agosto de 2016

El ideal de escucha




En mi opinión, el acto de escuchar tiene tres premisas

1). La otra persona no va a cambiar su forma de actuar o pensar por lo que yo le diga. Mis juicios, sobre todo los apresurados, no ayudan casi nada.

2) Absolutamente todo lo que esa persona me diga tiene un sentido, una motivación, un porque, lo entienda yo, me guste o me parezca que tenga sentido o no, ninguna de ellas.

3) La otra persona, en un acto de voluntad o de necesidad, decide contarme lo que le está pasando, sintiendo o planeando.

El escuchar tiene un valor en sí mismo, aunque no todos tenemos la disposición o habilidad de practicarlo.

En ocasiones no es necesario hablar/escuchar. A veces el sólo hecho de pasar tiempo al lado de una person, puede ser un excelente regalo, para dar o para recibir. O ambos...

domingo, 21 de agosto de 2016

El plagio de Enrique Peña Nieto

Con muy buen ojo, Carmen Aristegui truena el reportaje sobre el plagio de Enrique Peña Nieto horas antes de comenzar la semana, para que mañana lunes, desde primera hora, el tema esté a todo lo que da y tenga cinco largos días para darle vuelo. Fuera de "aclaraciones" (fue un "error de estilo", dice la Presidencia), declaraciones (muchos denostarán a Carmen Aristegui cuestionando su calidad periodística y su sesgo informativo) y observaciones (mañana lunes 22 de agosto, desde la noche de este domingo 22 comenzarán circular los memes del plagio y nos harán reír o sonreír, fuera de eso, no pasará absolutamente nada más. EPN puede ser lo más estúpido e ignorante que se quiera, pero difundirlo no cambiará nada, más que los ciudadanos estemos un poco más informados de otro episodio cuestionable de quien gobierna el país.

La virtud del orgasmo



"Se le debería enseñar a todas las mujeres, todas las mujeres deberían aprender, que siempre un orgasmo podría ser superior al más intenso de todos los anteriores; siempre hay posibilidades de un orgamsmo más intenso, sin importar la edad que se tenga."

PCGF

Amores que trascienden



Por muchos años en todo momento he tenido una pareja; ha sido algo común y natural en mí que nunca lo había cuestionado seriamente. Pensaba que no tenerla era de alguna manera estarme perdiendo de algo que valía la pena para mí.
Desde que volví a terapia ha sido un replantearme algunas cuantas cosas.
En estos días también he estado desmontando una superficie con mucha yerba. Es algo que debía haber hecho hace meses, y hoy que necesito disponer de ese espacio, tuve que meterle mano y en poco tiempo. Me he llevado una buena chinga además de la asoleada. Pero me ha gustado llegar casi muerto a la casa. Me di cuenta que un par de plantas, de las que crecen solas, ya estaban altas, y las raíces estaban gruesas. Batallé un poco, pero las corté. Creo que una parte de las raíces quedaron dentro, algo escondidas. Debo quitar inclusive eso.
Así estoy haciendo conmigo. Estoy limpiando lo que debía haber hecho desde hace tiempo. Estoy dejando en tabula rasa. Que no haya nada. Y lo primero que me queda claro es que se trata de un trabajo que debo hacer yo solo, y por el bien de mí mismo.
Víctor, mi terapeuta, me ayudó a verlo muy claro. Y como suele suceder, me dijo con otras palabras, ¿quieres la opción a? (la más deprimente y degradante para la persona que creo yo ser) o quieres la ¿opción b? La más normalita, la deseable. Así es este cabrón Víctor, nomás te pone las opciones, te sonrié, te da una palmadita afectuosa y desaparece. Se va el güey. Tal cual debe ser, nunca dije que fuera malo en su profesión.
El asunto es que ya van varios tragos amargos, y si no amargos, sí decisiones que en condiciones no-terapéuticas, ni madres que habría hecho. Y me siento satisfecho conmigo mismo por haberlo hecho.

Pero quiero regresar al título de este texto.
No sé cuándo vuelva a tener una pareja. Lo que sí se es que hay una sola forma de tenerla, el resto es hacerse pendejo. Felizmente, cómodamente, astutamente, resignadamente, pero es hacerse pendejo.
La única forma de entrarle es amando y comprometiéndose, en todo. No nomás en las cosas más cómodas y felices, alegres, cachondas, halagadoras y favorables. Sino viendo a la par más a largo plazo. Eso es lo que veo más difícil que suceda, se requiere de empezar en sintonía y muy pronto caminar hacia el mismo lado. Eso, seguramente, cuando emprenda una nueva relación, me tomará un tiempo, o mejor dicho, nos tomará un buen ratote. Pero no pienso en eso. Deberá pasar un buen rato para que llegue a la conclusión de que podré tener como pareja a alguien mejor, con una visión, una madurez, un amor y un compromiso más grandes que la de mi anterior pareja. Y mientras esa sea la medida cualquiera que entre a mi vida nomás se topará con pared y yo me metería solito en una trampa. Está demás mencionar el daño que yo haría.

Por ahora me veo dando vueltas al campo, entrenando para tener condición. Condición para disfrutar un poco más que ahora, el estar solo. Decirme cosas lindas como las que he descubierto que tengo y no necesitar que nadie lo atestigüe, que nadie lo vea.

Ser un buen compañero de mí mismo. En las buenas y en las malas. Y apenas estoy empezando con eso.
Volar en mi propio avión en donde sólo yo piloteo.


sábado, 20 de agosto de 2016

El asunto de la monogamia en el amor



En el asunto de la monogamía, si hay una priodidad del otro frente al yo, la cuestión de la monogamía se me cae, porque ésta no se puede sostener si no es en un fuerte paradigma del yo por sobre el otro. Porque si la prioridad es del otro no hay argumento fuerte para sostener la exclusividad.
Eso no significa que haya alguna otra propuesta que la monogamía. (...)

Si el amor tiene que ver con el otro entonces en el amor no puede haber contrato, porque el contrato tiene que ver con la salvaguarda de lo propio. Yo cuando negocio contigo de que nos vamos a ser fieles hago negocio, lo que estoy buscando es mi tranquilidad de mi propia prioridad. Fiel viene de fe. Si hay fe no hay acuerdo; hay acuerdo porque no hay fe, no te tengo fe, entonces contrato. No tiene sentido un contrato de fidelidad, es un oxímoron. Hay acuerdo porque hay una potencial infidelidad.

El problema no es la monogamia, sino la institucionalización del amor. El problema del amor es su contraposición con las reglas.

Darío Sztajnszrajber

miércoles, 17 de agosto de 2016

Escribir para mí


Una amiga me ha sugerido que escriba, ya sea en un blog privado, en una libreta, donde sea. Pero me dijo que escribiera para mí, sólo para mí. Me quedé pensando desde cuándo que no hago eso y no lo recuerdo.
Desde hace muchos años escribo para ser leído; no me siento capaz de hacer ahora escritura automática, como flujo de conciencia. Creo que eso lo podría hacer solamente con mi psicólogo, y tendría un sentido al final de cuentas.
Por eso en mucha ocasiones, o en todas, escribo poemas o relatos para publicarlos y que sean leídos, es decir, hago una pieza para causar cierto efecto. Y sí, yo sería mi primer lector, el que avalúa según yo si ese texto cumple su cometido. Pero escribir para mí mismo, sólo así, eso me costaría mucho trabajo. Escribir sin un fin estético, literario o comunicativo me parece como disparos al aire, nomás por gastar tiempo y esfuerzo.

lunes, 15 de agosto de 2016

Hay días



Hay días que extraño su compañía.
Mientras reconstruyo mi casa, quitando retazos, dibujando planos, tratando de barrer sin poder despejar del todo hasta ahora, recuerdo su compañía.
La presencia de la persona en sí.
La distancia endereza cosas, el tiempo lava, la conciencia dictamina. Me siento tranquilo porque el futuro es pura posibilidad.
Lo que busco, lo que debo, es estar solo debidamente, con esta compañía mía que es la primera y más esencial.
El sentimiento de pérdida deberá dar paso a otro escalón, a otra forma de relacionarme conmigo mismo.
He estado aprendiendo, pero no deja de doler no haber estado preparado desde antes.
Me digo a mí mismo que está bien, que vamos adelante. Sueño con algunas cosas bonitas que podrían suceder, pero como le aprendí en estos años, hay que trabajar todos los días por lograrlo.

Extraño platicar y reirnos mucho, eso no será posible en ninguna otra parte.

sábado, 13 de agosto de 2016

El acoso es el acoso



El acoso es el acoso. Es una práctica muy común ejercida en su enorme mayoría por los hombres hacia las mujeres.
Al respecto no podría decir mucho como víctima de acoso, pues las veces que una mujer me ha acosado son prácticamente nulas; en todo caso ha sido tan pero tan tenue, que llamar a eso acoso es una burla para quienes en verdad lo sufren de forma más cotidiana.
Dos aspectos me llaman la atención en esa actitud acosadora de los varones. Primero la sensación de impunidad y segundo, esto por parte de ellas, la falta de conciencia de límites.
Sobre la impunidad no tengo gran cosa que aportar. Si no hubiera sentido de impunidad, el acoso sería mínimo o no existiría; sin la complicidad institucional y de género el acoso se extingue.

Sobre lo segundo, veo una actitud más sutil.
Hace tiempo, una conocida cuando hablábamos informalmente del tema del acoso laboral, mencionó a especialmente a dos hombres (el uno y el dos) de quienes había sufrido molestias. El primero ya no trabaja en la empresa con ella, el segundo sí. Decía que en una charla que este segundo varón, a quien llamaré Pedro, también era acosador (incluso él lo escuchó, pero no le dio importancia). Como yo conozco a Pedro, sé que en privado ha hecho comentarios acerca del aspecto de sus compañeras, expresiones asociadas a sus apetitos por ciertos cuerpos femeninos que ambos conocemos. A veces también lo ha hecho en grupo. Yo no le contesto nada, sólo lo escucho. Lo escucho y pienso en los comentarios que alguna vez yo he hecho y mi complicidad "neutra" ante ese tipo de violencia. Pero me estoy saliendo del tema.
A donde voy es que esa misma chica, que tiene claro lo acosador que es Pedro, diariamente pasa, lo saluda de abrazo y de beso y veo cómo a Pedro se le van los ojos.
Si yo me sintiera incómodo por una persona que me mira de una manera desagradable, ni me acercaría.
Una golondrina no hace verano; lo que hace ella no lo harán todas, claro está. Lo que pienso es en la incapacidad de poner límites, distancia ante lo que nos es nocivo. Sé que en muchísimos casos, los encuentros dentro del trabajo son ineludible.
Por ejemplo, como el acosador número uno mencionado arriba. Cuando él veía que la chica de la que hablo iba llegando, él se esperaba unos momentos en su carro, esperaba a que ella entrara primero, y luego entraba detrás de ella para lograr verle el trasero al subir las escaleras. Todo eso es incómodo y de algún modo ineludible (a menos que se confronte, se trate de desenmascarar, pero pocas tienen el temple, las herramientas o las ganas para ello).
¿Por qué no en todos los casos se sabe poner distancia incluso esa distancia se evita?¿Es por no parecer grosera?
No sé. El acoso no debería dar espacio a las dudas, me refiero, que siempre se debería rechazar, con actitudes, palabras, distancia, pero creo que no siempre se hace así. Tal vez haya otra parte que yo no sepa. Pero creo que deberíamos tener claro que el acoso es el acoso.








Lo que sé de los hombres


Qué mirada tan hermosa la de Alma Delia Murillo acerca de nosotros los varones. La reconozco humilde, observadora, sensible. Y aunque no estoy de acuerdo del todo con ella, encuentro poesía en sus palabras, en su visión que hace de los hombres. Este artículo que encontré en Sin embargo:


Es que no sé nada, que no entiendo nada. Y, lo puedo decir ahora, cuánto me alegro de no entender y de que no me importe.
Recuerdo mi período de policía del pensamiento de mis exparejas: sometidos a interrogatorios, a encuestas del tipo “¿qué estás pensando?” o “¿me estás diciendo la verdad?”. Llevados a  tribunales femeninos donde juzgamos al compañero en turno y a la familia entera: repasando desde la madre o la hermana insoportable hasta los amigos buenos y los amigotes. Dioses, qué tortura.
No es que sepa, pero ahora intuyo. Intuyo que el silencio es bueno cuando va acompañado de una mirada amorosa. Intuyo los sudores, qué viaje maravilloso transitar por el universo de los sudores masculinos: meter la mano en la entrepierna o en la corva de la rodilla y humedecerla. Hundir la cara en su pecho y conversar desde ahí, desdoblar un diálogo entre mis mejillas tibias y el latido de ese caballo que los hombres llevan por corazón sacudiéndoles el cuerpo.
Intuyo que la certeza del enamoramiento puede nacer del gesto más fino, del toque más sugerido y que un “estoy enamorado de ti” puede resultar burdo e innecesario.
Intuyo cuando el brazo en la cintura quiere decir una cosa o la otra. Intuyo la distancia y la cercanía. Y bailo.
Intuyo el no definitivo y el sí desmesurado. Los hombres son tan diversos y tan complejos que a veces se me antoja convertirme en otras cien mujeres para conocerlos más. Y me entristece el prejuicio ridículo de que los hombres son simples o son todos iguales, quien diga eso tiene el espíritu irremediablemente chato. Me confieso culpable de haberlo pensado varias veces, culpable de que todavía, en un arranque de resentimiento, me ganen las fieras y quiera repetirlo. Pero sé que no es verdad.
Las mujeres -tenemos que admitirlo- somos caprichosas, esperamos y demandamos demasiado, vivimos aprobando y desaprobando a nuestros compañeros. Cuánto se habla de que la mirada y la sensibilidad masculina deben cambiar, ¿y nosotras?, al menos hagamos una pausa para preguntárnoslo. Sugiero.
Tengo cuatro hermanos varones, todos tan diferentes que resulta difícil creer que llevan la misma sangre.
He tenido pocas parejas pero mi amor con ellos ha sido absoluto. El dolor también.
Sé que hay hombres que abandonan pero hay otros que se quedan y están. Y hay mujeres que gritan: vete.
Veo a algunas de mis amigas feministas avergonzar a sus parejas en público y después renegar porque el pocoshuevos que estaba a su lado, no las aguantó, no tenía los tamaños para ellas. ¿Será esa la única lectura posible?
Si yo tuviera una pareja que me avergonzara en público tampoco aguantaría, lo doy por hecho. Y no sé si eso me convertiría en una pocoshuevos.
No creo en las recetas y, a estas alturas, tampoco creo en el feminismo a ultranza. Creo en la condición humana, creo que tenemos que dejar repetir clichés y lugares comunes, dejar las taxonomías de culpables e inocentes, víctimas y victimarios.
Ya veo venir las quejas en los comentarios: que digo esto porque no vivo las duras condiciones de injusticia que viven otras mujeres. Aclaro que no estoy obviando esa realidad ni minimizándola, pero es que hoy no vine a hablar de  eso.
Hablo de las relaciones de pareja por voluntad mutua. Hablo de los vicios de las mujeres, quién puede negar que los tenemos. Sería una declaración de estupidez total insistir en que nosotras lo hacemos todo bien y que los hombres son los cabrones, brutos y violentos de la  historia. Suena horrible, ya sé, pero en buena medida es parte del discurso radical y deformado que vengo escuchando durante los últimos años de lucha feminista. Sí, merezco que me apedreen por atentar contra la bondad divina e incuestionable de las mujeres. Heme aquí.
Y vuelvo a mi tema. Lo que sé de los hombres es que me gusta cómo comen. Mucho. No me canso de contemplar su relación con la comida, no los veo contando calorías ni eligiendo grupos de alimentos: comen por instinto, por gula, por tragones, porque sí.
Lo que sé de los hombres es que a veces lastiman, como mi padre, por ejemplo.
Lo que sé de los hombres lo sé por sus sudores y sus silencios, por su manera de sostener mi rostro entre las manos, por su manera de quedarse o de irse.
Lo que sé de los hombres es que son todos diferentes, gloriosamente diferentes, sorprendentemente diferentes.
Sé que huelen distinto, que palpan distinto, que muerden distinto, que aman distinto.
Y hoy sé que me he permitido el enorme placer de escribir sobre ellos con gozo, con asombro, sin resentimientos y sin rabia. Y cuánto me alegro de poder hacerlo.
@AlmitaDelia
http://www.sinembargo.mx/opinion/01-12-2012/11009

Declaración 3 de 3




Decidí que siempre no haré mi declaración 3 de 3. 
Menos me van a creer. Frente a los intangibles bienes que guardo en mi corazón, van a empezar a decir en redes que mi riqueza es mal habida, pero yo sé que no, que son años de trabajo.

Visita a la Catedral



En más de cinco años en la ciudad nunca había entrado a la Catedral. Como no soy católico siento que no tengo necesidad de visitar un templo. Lo hago en las bodas ineludibles. Total, sin darle demasiada importancia, ayer entré a una iglesia de forma espontánea. Tenía curiosidad de conocer el edificio por dentro, pero también a esa hora deambulaba por el sector –por cierto, la Catedral queda a unas cuadras de mi casa–, hacía algo de sol, estaba amodorrado, era mi día de descanso y entré. Me senté en una banca a media nave y ahí estuve disfrutando del enorme espacio gratuito y del silencio. Era como entrar a una alberca gratis, o a una cancha de atletismo o un gimnasio. Vamos, un espacio público para disfrutar de algún bienestar. Habría no más de 10 personas diseminadas al azar por toda la iglesia. La banca estaba dura y no tan amplía como me habría gustado, pero ahí estuve quiza una hora, dormitando; creo que sí hubo varios momentos en que me quedaba dormido, porque me iba de lado, y cuando estaba a punto de dar el azotón, el cabeceo pues, me estremecía y despertaba. Quizá ese mismo silencio lo podía haber encontrado en la biblioteca central –que queda también a pocas cuadras–, pero siento que al menos ayer, disfruté el enorme espacio y el silencio que da una iglesia, y eso me gustó mucho. El silencio es importante para la vida. Pasar tiempo tranquilo, solo, en silencio, sin hacer nada en especial.

Relación con nosotros mismos



Nos preocupamos por la relación con nuestros padres, nuestros hijos, nuestra pareja o nuestro vecino, pero solemos descuidar mucho la más importante de todas: la relación con nosotros mismos.
Si realmente trabajáramos en serio en ella, nos conoceríamos mejor, tomaríamos mejores decisiones y seguramente seríamos más felices, solos o acompañados.
Pienso que toda forma nociva, incómoda, tortuosa, violenta, triste de relacionarnos con las otras personas tiene su origen en una manera inadecuada de relacionarnos con nosotros mismos, y eso incluye falta de autoconocimiento, falta de aceptación y dificultades para aceptar lo que hemos sido en el pasado.
A toro pasado no cabe ningún remedio, en todo caso simplemente aprender. De haber regresado a mis sesiones de terapia hace algunos meses, creo que otro gallo me cantara. Ahora, a trabajar con la pedacería, con los retazos, con la triste condición de construirse tras un vendaval, que lo deja a uno como náufrago, pero con todas las posibilidades felices del mundo. Porque esa felicidad es estar avanzando. A chingadazos, pero avanzando.

jueves, 11 de agosto de 2016

Un mundo de varones adolescentes



Vivir en un mundo de hombres adolescentes. Cumplir años pero no crecer. Evadir la edad adulta como el no querer meterte a la casa al oscurecer. Vivir adolescente y abrirte la cabeza de un cristalazo contra la vida.

lunes, 8 de agosto de 2016

Agradecimiento



Estaré agradecido por siempre con la ciudad que me recibió. Es de noche ya. El silbato lanza fuerte su sonido. Esta noche será muy larga, pero por la mañana zarparemos. Será de mañana, de eso estoy seguro. Hay que reunir víveres, repostar.

domingo, 7 de agosto de 2016

Aniversario



Me gusta verte así
con tus momentos buenos
Como cuando aún no
te habías enamorado

Me gusta verte así
en tus momentos malos
que siempre fueron buenos
porque nada nos impacientaba

Me gusta verte así
en tus momentos buenos
cuando enamorada
contestabas el teléfono

jueves, 4 de agosto de 2016

Deporte extremo

Cada quien lo juega solo. No se sabe si es deporte nacional pero hay exponentes para el Salón de la Fama y una larga fila de aspirantes. El uniforme completo, de cuerpo entero, sólo se puede ver ante un espejo limpio, de preferencia en las mañanas muy temprano. A nadie le gusta ser visto entrenando, porque a cualquiera le incomoda ser reconocido dentro de esta gran disciplina, ese íntimo deporte que es hacerse pendejo solo.

miércoles, 3 de agosto de 2016

Dos palabras, dos pasos, dos golpes






¡Pinche Víctor!

Planes y sueños

Al mundo no le interesan nuestras contradicciones, paradojas ni debilidades. Uno hace lo que puede con lo que tiene, pero eso no quita que uno lo haga a veces al revés.
Una cajita de zapatos no es suficiente para todo esto, para guardar tanto. Quisiera que pasara ya el tiempo pero también que no pasara. Quisiera estar en dos lugares a la vez, pero en realidad quiero uno solo, uno donde las cosas sean felices, iluminadas, con planes y sueños. Como antes.

martes, 2 de agosto de 2016

Tierra natal



Pero siento yo en mi corazón que tarde o temprano volveré a mi tierra natal, que será otra, con un pozo.
Ya no habrá ciudad ni corazón ni nada. Será un desierto, un pinche desierto.

lunes, 1 de agosto de 2016

Tristeza



La tristeza es para vivirse, es una emoción fuerte. Pero que hay que dejarla reposar para que se lave, se vaya. La próxima vez que vaya al psicólogo le diré que si es normal que uno dude si tomó la mejor decisión. Especialmente cuando no hay marcha atrás, pienso.
Son muchos recuerdos, unos pequeñitos y otros medianos y otros muy grandes. La palabra que me viene a la mente es ilusión, estar ilusionado, para que luego se rompa o lo rompas. Pero no, no se puede romper con todo aquello en poquito tiempo ¿y en mucho tiempo?