lunes, 19 de septiembre de 2011

Ensenadeándose

Contrario a Monterrey, Ensenada es una ciudad bastante segura. Aquí los coches generalmente se detienen para que pase el peatón, y en los siete meses y ocho días que llevo durmiendo en este puerto, no he escuchado ni siquiera por equivocación de algún disparo mal intencionado. Aquí la gente se puede morir de aburrimiento, o ahogada en el mar, pero difícilmente de un bombazo, una ráfaga de cuerno de chivo, o colgada de un puente.

Todo esto viene a cuento porque llevo meses pensando en la diferencias entre las dos ciudades. Me llaman la atención especialmente las diferencias en el habla, pero también aquellos rasgos en el comportamiento de los habitantes.

Luego de algunas pláticas con personas, algunas de ellas avecindadas desde hace años en la ciudad, pero no nativas de aquí, me he formado la idea de que Ensenada es una ciudad relativamente abierta a recibir a nuevos pobladores; quizá esto no tiene tanto mérito si tomamos en cuenta que posiblemente más de la mitad de los casi 700 mil habitantes que hay no nació en la ciudad.

Pero por otra parte, frente a esa relativa apertura al fuereño, noto que los nacidos y que han vivido aquí toda su vida, tienden a ser un poco más cerrados, más reacios a confrontar, discutir o ya de plano conocer otros puntos de vista.

Sí, seguramente varios de ustedes me dirán que en cualquier lugar pequeño o grande, las personas que no salen, que no viajan, se quedan atrapadas en sus prejuicios, que a la larga es como no salir de tu casa. No voy a contradecir eso ahora, más bien al contrario, yo provengo de Monterrey, un enorme rancho con un dudoso orgullo de ser del norte, que más bien se acerca a un prejuicio enraizado en no conocer ni querer conocer más allá de los centros comerciales de Laredo y vacacionar en la Isla del Padre.

Leo en internet que Ensenada es considerada dentro de las ciudades mexicanas con un más alto nivel de vida. Y sí, lo creo. Aquí las preocupaciones son otras. Pero no son muchas. Hay buen vino, playa, todo está cerca, el clima es muy amable (cuando se sale de la franja de los 17 a 24 grados la gente detiene al que va pasando para contarle que hace mucho frío, o que está haciendo mucho calor). Aquí no llueve caóticamente, pero cuando cae una lluviecita mediana que dure más de media hora, todo mundo lo comenta y me ha tocado que lo publiquen en el periódico.

La ciudad es noble (entre el día en que me bajé del autobús y mi primer día de chamba, pasaron 28 días, cuatro viernes exactamente).

Veo las dos ciudades y definitivamente elijo Ensenada. No sólo por el clima. No sólo por la playa. No sólo por la chamba (que para mí es muy importante, pues soy editor de publicaciones y encima me pagan). No sólo por eso. Sino porque aquí viven mis hijos y porque está conmigo la mujer a la que amo.

3 comentarios:

  1. Se lee tentadora che. La tendré en cuenta en caso de TENER que regresar. ¿Los chamacos contigo? Buenísimo.

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  2. Sobres. Los niños al menos en la misma ciudad. Gracias por comentar. Saludotes. GO.

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  3. :) Pos ya tienes todo pa ser feliz no? T.A.

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