jueves, 11 de julio de 2013

El acto de discursar


Discursar es elaborar un discurso. En nuestro imaginario un discurso es algo que elaboran los políticos o los maestros de ceremonias, está hecho de palabras y generalmente son muy aburridos. También es algo ante lo que debemos desconfiar en automático o simplemente descalificarlo.
Para el análisis del discurso, su materia de estudio puede ser hablada o escrita y constituyen actos comunicativos. Lo peculiar es que se trata de una transdisciplina, porque pude aludir tanto a la sociología, como a la epistemología, la lingüística, la psicología, entre otras posibles.
Ahora bien, aquello que en apariencia es un asunto solamente teórico, en realidad es un tema que está metido en la vida pública, en los medios de comunicación y en la forma en que se refuerzan ciertas creencias.
Para uno de los teóricos del análisis del discurso, el holandés Teun van Dijk, “el discurso es la bisagra entre el Poder y la mente”, es la manera en que se afianzan nuestras ideas. El análisis del discurso nos llevaría a revisar qué hay en este objeto que pueda ser relevante en los asuntos públicos. Mi respuesta es: todo.
Actos de habla
Estos eventos son el poder puro de la lengua, son palabras que al mismo tiempo son hechos. Uno puede ofender verbalmente, y este hecho solamente puede realizarse en presente, por ello sucede al momento de enunciarse. Lo mismo pasa al momento de prometer, asegurar, descalificar, jurar, incluso al pronunciar las palabras mágicas: “sí, acepto”.
Los discursos públicos están cargados de este tipo de actos que inciden en la mente de la audiencia. Un enunciante autorizado, es decir, alguien que por su lugar social tiene los micrófonos disponibles, puede “crear objetos con palabras” como dijo un estudioso, puede decir “que se está actuando con todo el peso de la ley”, y esto nos hace pensar que probablemente se está haciendo algo al respecto.
Discursos racistas
El mismo Van Dijk ha dedicado varios años al estudio de los discursos racistas. Esto es importante porque es a través de los discursos sociales que se afianzan creencias y comportamientos para excluir, rebajar, denigrar o anular a un grupo en particular.
Este tipo de estudios hace énfasis en aquellos rasgos que adjudican las características más preciadas al grupo del hablante, y los rasgos negativos al grupo que se trata de denostar. A nivel de habla un marcador es el uso del “nosotros” frente al “ellos”.
A ese “nosotros” le podemos adjudicar ser defensores de la democracia, honestidad, trabajo altruista, tolerancia, coherencia ideológica, higiene, educación, unión familiar, ser defensores del bien común, “estar de acuerdo con la naturaleza humana”, piedad, lealtad. Al grupo de “ellos” todo lo contrario. Y claro, estas ideas están implícitas en el discurso del hablante.
Baste hacer el ejercicio de poner en el rubro de los “otros” al grupo social que consideramos lo más alejado a nosotros, en virtud de su condición social, color de piel, orientación sexual y lugar de nacimiento. Esa palabra en acción es la que se esconde mejor.

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