No sé en qué momento dejé de voltear atrás, pero seguro fue en algún momento de los últimos doce meses.
No sé cómo el barco de mis recuerdos se fue separando de la orilla de mi vida, del pedazo de playa que hoy descalzo camino. No sé cómo esos recuerdos fueron desapareciendo en el horizonte. Sólo hasta que quienes aún intentan caminar con el agua a la cintura muestran un trozo de mi arqueología sentimental que se han encontrado tan fácilmente como si nunca se hubieran alejado lo suficiente de mis naufragios amorosos, sólo hasta entonces yo me descubro extrañado.
Me dicen: "¿Recuerdas este punto de la ciudad?¿Recuerdas aquella llamada a las tantas? No, no me acuerdo. "¿Recuerdas cómo me llamabas, lo escribiste?". No, tampoco me acuerdo.
Yo, que he fijado tantas fechas con alfileres en un mapa que se está haciendo pedazos, que he levantado un reporte puntual de la noticia que siempre ha sido para mí el amor, hoy no encuentro novedad ni asombro, intensidad ni sentido en recuperar lo vivido, lo ya muerto.
Cómo es posible, me pregunto, que reciba impávido una señal de vida, un guiño, una palabra de alguien por quien hace unos años habría sido capaz de levantarme dos horas antes y cruzar la ciudad para estar con ella quince munutos.
Uno decide cómo se gasta el parque, pero en cuanto a los cañonazos de amor, esos no se compran ni con 50 mil pesos. No, el amor no se compra. Claro que no.
***
Las relaciones suelen tener tantas ventanas que a veces con una que se quede abierta es suficiente para que el viento revuelva el escritorio, las negociaciones y las esperanzas, y al volver encontremos un pequeño desorden ahí donde había flores y un aroma de amor en el ambiente. Nada de gravedad.
***
No envidio al rico ni al poderoso, sino al que, dueño de su silencio, puede sentirse acompañado siempre por su voz interior y sentir paz.
***
Me cité con dos chavos este fin de semana en un sitio de gratos recuerdos. Les llevé unos libros míos que me habían pedido y algunos de otros autores. Sus comentarios me hicieron saber no sólo que me habían leído con amable interés, sino que aún se acordaban. Gracias a Anaís y a Daniel, que me mostraron su credencial de lectores de este humilde tecleador. Chingado.
***
Regresé a mi otra realidad pero me traje lo más esencial. Me fijé y ya vi que sí me lo traje.
me gustó este post :) Me gusta que hayas aprendido a dejar el pasado en el lugar que le corresponde. El amor aunque cuesta, no se compra. Mucho aprendizaje en este viaje amor! Te amo. Ah y qué bueno que te llevaste eso contigo ;)
ResponderEliminarGracias, mi amor. El señor Vicente Fox, en su infinita sabiduría (de su planeta), nos dejó el hoy, hoy, hoy. El amor es hoy, jeje.´
ResponderEliminarLo esencial me lo traje, no pesaba, pero la máquina de rayos X sí lo detectó... Vi sólo una mirada cómplice y una sonrisa, jajajaja.
Te agradezco mucho el comentario. Beso.