lunes, 8 de noviembre de 2010

Soñó, creyó y ahora es la única paraguaya que pilota un airbus

Para Letizia, la vida es una escalera infinita, tan inmensa como el cielo que recorre con sus 3 a 4 vuelos semanales. Dueña de una energía única, muestra cómo la perseverancia hace que los sueños se cumplan.

Por Patricia Figueredo / Última hora.com
pfigueredo@uhora.com.py

Letizia quiso ser astronauta, y su hermano sutilmente le recordó que no había nacido en los Estados Unidos. Después tuvo ganas de ser agente de la FBI, lo que tampoco prosperó.

Incluso tuvo deseos de ser miembro de la CIA, dice. Pero ahora esos son solo recuerdos, porque visitar un aeropuerto y ver despegar un avión fue suficiente para que a los 7 años sepa que volar sería su verdadera pasión.

Al principio pensó en ser azafata, porque no sabía que alguna fuera piloto de aeronave. Hoy, Letizia Ruiz, con 35 años de edad, es la primera paraguaya piloto con licencia comercial y habilitación IFL (vuelo por instrumento) que comanda aeronaves Airbus 319–320–321 de TAM líneas aéreas.

"Le dije a Alfredo, mi hermano: voy a ser azafata porque vi que eran hermosas, y él me dijo: ′No, vas a ser piloto′. Y allí dude... Pero, si solo eran hombres, dije, y él insistió con que sea piloto, y añadió: ′ Vas a ser la primera, Letty′", recuerda.

Así empezó el vuelo de su vida. En el año 1993 comenzó su carrera de piloto con la licencia de aviación civil, nivel que muchas otras ya lo habían alcanzado, pues es el primer escalón dentro de esta profesión.

A escondidas de toda su familia fue a las Fuerzas Armadas para entrar en la aviación militar, pero nunca la recibieron. Sin embargo, su sueño seguía intacto. Tal es así que en el 95 formó parte de la empresa aérea Lapsa como azafata y en el 96, con osadía, pidió ser piloto, donde fue aceptada.

De ese modo siguió estudiando y pudo pagar las horas necesarias de vuelo para finalmente alcanzar la licencia comercial en 1998 y romper paradigmas, convirtiéndose en pionera dentro de un rubro netamente masculino. A Letizia no le fue fácil. El estrés del perfeccionismo, ese plus de no equivocarse, además de estar en la mira en un país que aún conserva raíces de machismo, pesaron.

Ella sostiene que jamás menospreciaría al Paraguay, y reconoce que aprendió a sobrevivir y a fortalecerse de cada tropezón experimentado durante su carrera. "Mi filosofía de vida es la siguiente: del sufrimiento me fortalezco y de lo bello me edifico", dice.

UNA PASIÓN
No le basta con subir al avión, darle potencia y volar. No. Aún habiendo hecho un montón de cosas durante el día y con el cansancio a cuestas, al abrocharse el último botón del uniforme, una adrenalina intensa le inunda y todo cambia a su alrededor.

"El ambiente ya tiene otro color, el aire tiene otro olor... Chemoporimba cuando empiezo a hablar de eso", asegura, mientras deja ver cómo se le eriza la piel. Controlar el combustible, las condiciones climáticas, la seguridad y otros detalles son las actividades que con sumo cuidado realiza en cada vuelo, como si fuera la primera vez.

"Tenés una responsabilidad tan grande, tan divina. Cuando le estás dando potencia a esos motores y salís de la tierra ahí comienza todo, hay la responsabilidad de llegar a destino", señala Letizia, quien tiene un brillo distinto en los ojos cuando de aviones se trata la conversación.

Asegura que en la aviación es difícil querer describir todo con palabras. El amor, el aprecio y el respeto que le tiene a la profesión son inmensos. "Es como querer darle forma al aire, es imposible. Esto es muy grande", sostiene.

Letizia aún quiere seguir conquistando los aires con más vuelos. Ella sabe que los límites se los pone cada uno y precisamente no tiene la intención de parar. En categoría de pilotaje llegó a lo máximo. Ahora le queda volar aviones cada vez más "grandototes", como dice su pequeña hija Valerie.

ESPOSA, MAMÁ, AMIGA, VETERINARIA...
"Mi marido normalmente me dice que cuando voy a volar estoy descansando, pero cuando no estoy volando estoy trabajando", comenta, mientras ríe explosivamente.

Letizia, como toda mamá que desempeña funciones fuera de la casa, es una mujer multifacética e hiperactiva. Ella lo reconoce. "Cuando aterrizo ya me saco el uniforme y me transformo en veterinaria, doctora, pediatra, jardinera, arquitecta, lo que sea. Para dar soluciones a todo y en todo y en un solo día. Nacimos con ese don, gracias a Dios", dice.

Tiene dos hijos, Alexander Matías y Valerie. Está casada con Alberto Blanco.

3 comentarios:

  1. Me cayó muy bien Letty, ahora que necesito cambiar ovarios. Saludos, licenciado. carmenalanís

    ResponderEliminar
  2. Licenciada, ¿sus ovarios no andan bien o cómo?
    Esta Letty se ve que le gusta manejar jejeje. A mí también me cayó bien.
    Saludotes, licenciada.

    ResponderEliminar
  3. Mis ovarios andan cansadones; requieren fuerza y renovación :) Calanís

    ResponderEliminar

Te agradezco el tiempo que te tomas para dejar un comentario. Mi correo es yadivia@hotmail.com