jueves, 3 de noviembre de 2016

Los inéditos



Hay tanta basura publicada que nos hemos vuelto muy poco críticos con el gusto. El soporte, la firma y a veces la amistad nos llama más que el contenido, vínculo ante el cual o bien terminamos asintiendo ante el traje del rey que ciertamente va desnudo, o bien nos alejamos de esa escritura porque la mera verdad ese "estilo" no nos satisfizo.
Parece que publicar es más importante que tener algo que decir. Además, tener algo que decir no significa poder decirlo de un modo claro y a veces ni correcto.
En otras palabras, quienes no han sido mordidos por el virus atroz de la lectura, que en México son como el 99 por ciento de los habitantes, leen —es un decir—por compromiso o porque han escuchado que tal autor es muy bueno, aquella novedad editoral viste y no vaya uno a quedar mal.
Hay un par de blogues que sigo sólo porque sus autores escriben claro, honesta y eficazmente. En ellos transmiten una parte de su visión del mundo dejando una extraña inquietud, algo similar a la que sentimos al salir del cine luego de ver una película que nos movió el tapete.
Ellos no están interesados en publicar un libro o aparecer en un periódico o revista, sólo escriben por gusto y saber la cantidad de lectores y su respectiva opinión los tiene sin cuidado. Desean ser leídos puesto que lo suben a la red, pero no se asumen como escritores. Y sin embargo sus letras mueven, y hacen que al lector se le olvide que está leyendo.
En los talleres de escritura que he impartido suele haber uno o dos participantes con un talento sobresaliente para narrar o para elaborar poemas. Lo hacen por pasión y necesidad vital, y por desgracia no están demasiado interesados en publicar.
Puedo afirmar que esa minoría de escritores que elabora textos en privado tiene más herramientas y habilidades que más del 70 por ciento de los autores publicados en periódicos y revistas.
Mientras no nos pongamos exigentes con nuestras escritores, no podremos entablar un buen diálogo con el texto. Será como tratar de sostener una amena charla con alguien que apenas balbucea.






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