martes, 2 de enero de 2018

Se me cuida bien




Desde que era muy pequeño sentí fascinación por los efectos del lenguaje. Estoy describiendo un recuerdo con los ojos de adulto, pues claro está que a mis cinco años no tenía el concepto de fascinación ni de lenguaje.
Recuerdo que quedaba impresionado por la forma en que mi papá contaba chistes, anécdotas, situaciones cotidianas y la forma en que en mi mente se formaban imágenes, incluso emociones muy vívidas.
Veinte años después tomaba la clase de Análisis del Discurso que impartía mi maestra Lidia Rodríguez Alfano. Ella, en un apartado relacionado con la sociolingüística, nos mostró cómo hay acciones que se realizan al momento que se actualiza (¿ejerce, nos habita?) el lenguaje. Prometer, jurar, bendecir, entre otros, son actos que sólo se llevan a cabo al momento de pronunciar determinadas palabras, y siempre en presente y por lo general en primera persona. Ahí fue cuando me quedó claro lo que ya había empezado a entender con S.I. Hayakawa*: lenguaje y acción humana van de la mano y se modifican mutuamente.
Pero el lenguaje es engañoso. Se parece a una persona que no rompe un plato pero que puede producir los deseos más virulentos, apasionados y enfermos. O bien, mover a las acciones más sublimes, elevadas y generosas. El lenguaje es todo menos natural.
Pienso continuamente en los vericuetos del lenguaje, que para mí es una forma de comportamiento social y sólo engañosamente, falsamente individual. Reflexiono en la forma en que adoptamos comportamientos, es decir, expresiones, creyendo que somos cada uno quien se expresa, pero más bien reproducimos patrones, formas de pensamiento. Lo cual no es condenable de ningún modo, sólo que me parece un autoengaño creernos dueños de algo que en realidad es propiedad colectiva.
No deja de rechinarme un poco el oído cuando escucho en la expresión "Diosito me la bendiga"** cierto machismo embozado, un poder disfrazado de cariño, una distancia no horizontal entre el hablante que se coloca a una venerable distancia, y el receptor. Lo mismo con las expresiones al estilo "te me tapas bien" y "se me cuida bien", etcétera.
No hay duda que el lenguaje tiene la capacidad de situar al hablante y al oyente en un lugar simbólico que puede llegar a ser agresivo sin mostrarse así. Las sutilezas son tan importantes como el "mensaje principal", y sólo cuando revisamos qué formas de lenguaje asumimos como válidas nos damos cuenta un poco más de las ideas que hemos adoptado, pues todo lo que nuestra cabeza se ha apropiado ha entrado por medio del lenguaje. Y se los pongo por escrito.





*El libro El lenguaje en el pensamiento y en la acción (1938) me voló la cabeza cuando lo leí en 1992, por su enfoque semántico y su llamado a la cooperación humana, en un momento en que el fantasma de la guerra amenazaba no sólo Europa sino el mundo entero. Hayakawa fue un lingüísta norteamericano que explicó en este ensayo, de una manera muy didáctica, las funciones del lenguaje y la forma en que impacta en el pensamiento y la percepción de la realidad.

**Para mayor análisis revisa los pronombres de objeto directo.

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