jueves, 16 de agosto de 2018

Pausa





Cuando vivía en Ensenada, los miércoles asistía a unas sesiones guiadas de meditación. Aunque me he propuesto seguir con ese hábito, lo cierto es que viviendo en Monterrey no lo hago todos los días. Quizá unas dos o tres veces por semana y no una hora, apenas un lapso o quizá dos de siete u ocho minutos. De todas formas me hace sentir bien. De todas formas siento que agarré la onda de cómo se hacía y eso me gusta.

Sucede que a veces me detengo del ajetreo, tengo un tiempo para mí y tengo varias emociones relacionadas con lo que he vivido en el último año y medio. Ha sido rápido, me he movido, me cambié de ciudad, me alejé emocional o físicamente (o ambas) de algunas personas y me aproximé a otras. Fueron meses que los caminos se me presentaron como cuando las palomitas empiezan a brincar. Y sí, libré todo con cierto optimismo y brincando siempre hacia adelante.

Antes yo creía que la meditación era reflexionar sobre ciertos temas, pero no. El acto de meditar es exactamente lo contrario: no pensar en nada y sumirse en el aquí y el ahora.

El día de hoy la camioneta que conduzco está en el taller. Algo le sonaba muy feo y era mejor pararla. Un poco eso siento yo, como que algo me suena y me tengo que detener. Quizá en este momento no para meditar, pero sí para caminar, salir, salir de un cuadrito emocional en el que me movía y retomar de nuevo el ritmo de la respiración.

En el último año y medio he adquirido algunos hábitos que me dan satisfacción; también he cerrado capítulos que era obligado clausurar. Hoy me tomo unas horas para pensar en esto y en pasar lista, de una forma tranquila y en paz, de las personas que van dentro de mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Te agradezco el tiempo que te tomas para dejar un comentario. Mi correo es yadivia@hotmail.com