jueves, 6 de mayo de 2021

Mujeriegos infieles no es pleonasmo

 


Con frecuencia me entero de casos en los que un hombre es infiel o lo fue o lo ha estado siendo, lo pescaron y por lo general hay al menos una damnificada.

Puede tratarse de un conocido, de una estrella de cine o de un cantante. La lectura que percibo en el ambiente acerca de estos hechos se traduciría en "qué mal, este cuate, lo pescaron y le fue mal". O bien: "Lo entiendo, no se pudo contener, las tentaciones estuvieron muy fuertes y cayó, qué mala onda". 

También hay una velada admiración por estos sujetos debido a su estatus económico o en general de celebridad. A muchísimas mujeres (ojo, dije muchas; mis tres lectoras ¡nunca!) les atrae ese estatus porque en su cerebro lo leen como "seguridad", "certidumbre", "certeza". Eso no es criticable en sí mismo, sólo que es muy arriesgado colocar la seguridad más en el estatus del susodicho que en la ética con la que se conduce. Un varón con prestigio y al menos algo de poder necesita muy poquito machismo para pisotear un acuerdo al que llegó con una mujer que es su pareja. A algunas les sale bien, a otras les va mal en ese juego del patrocinio a cambio de compañía. Lo mejor es no ser ingenuo, hablar claro y abrir bien los ojos (pero esa es otra historia).

No voy a justificar ni mucho menos a aprobar la infidelidad de ningún sujeto, tampoco la de ninguna morra. 

Cuando un bato con pareja tiene relaciones con otra o con otras, y sus andanzas se hacen públicas, parte de la atención se centra en quién o quiénes eran esas otras (¿jóvenes, bonitas, famosas, con un gran atractivo físico?). 

Hay factores biológicos para que las mujeres procuren, para una relación de largo plazo, como compañero de vida a un ser confiable. Esto se explica porque en el largo y lento transcurso de la evolución son ellas quienes conciben, cargan el embarazo, paren, alimentan, cuidan sumadas a otras trescientas tareas más en por los menos los siguientes 12 o 15 años en los que ella debe saber en dónde, con quién y qué está haciendo su hija o hijo menor. 

Todo esto ha contribuido para que ellas observen varios aspectos para que consideren que el pelado es de fiar (Alerta de manazo: muchas se fijan de manera muy exigente, se toman un tiempo largo, y luego de tanto pedo resulta que la cagan bien feo, porque eligen a malandros, a candidatos a formar parte del crimen organizado y de ahí para arriba; pura fichita y lástima de morras bien valiosas. Pero esa es oootra historia).

Decía que las mujeres se fijan más porque tienen más que perder. Un óvulo es mucho más caro que un espermatozoide. Después, la marca evolutiva hizo que el perfil de los candidatos se fueran afinando. Las morras más sensatas, las de mayor inteligencia emocional que son un montón, son buenas para obtener una radiografía ética del candidato, del posible galán (sepa éste o no que está siendo evaluado). 

Mi punto es el siguiente: A las morras realmente les importa poco la trayectoria, el currículo del pelado en su vida pasada en cuanto a carreras producidas, hits, jonrones, bases robadas, en su historial ginecoamoroso. No les importa a menos que pueda ser un foco de alerta para la eventual, inminente vida amorosa presente. Los medios y muchos varones cuentan como logro si el fulano tuvo que ver cuántas y qué tan atractivas. En el mercado relacional no todas las mujeres (no todas aspiran a eso) tienen la hermosa fortuna de que les pidan matrimonio con toda la parafernalia romántica etcétera. ¿Es fácil de entender eso, verdad? Exactamente del mismo modo, no todos los varones tienen la exquisita fortuna de que una mujer muy hermosa acceda (o más aún: busque) a tener un encuentro íntimo, horizontal y apasionado. Sí, eso es parte del ego y es otra historia que luego quiero tocar, pero hago la comparación para que se entienda que en el mercado del emparejamiento no todas, no corren con la misma suerte, sea lo que valore cada uno. 

*

En el tema de esto de andar circulando y la infidelidad, lo que realmente importa es hasta dónde un tipo ha madurado, se ha conocido y sabe qué le gusta y qué necesita para experimentar una vida de crecimiento y gozo.

Ser mujeriego no significa ser infiel. Se puede serlo sin hacer daño, simplemente sin engaño, es decir, no estableciendo una relación monógama para que después no se cumpla con el acuerdo. Ese es el punto de todo esto: el engaño, no la cantidad y aspecto de las mujeres que están dispuestas a tener algo íntimo con uno. 

Defiendo el goce, el placer. Y éste puede darse con una pareja únicamente o bien con varias. Pero si uno elige un camino, después tiene que ser consecuente con ello. Y ese es un trabajo personal y solitario.


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