domingo, 20 de junio de 2010

Día del Padre

Para Lázaro, Gabriel y Omar.
La generación de mis padres festejaban este día de otras maneras. Eran los tiempos de un papá proveedor y una mamá que se quedaba en casa para resolver todo lo que hiciera falta, desde educar a los niños, administrar el gasto, lavar la ropa y hasta atender debidamente al marido.

Pero así como está claro desde hace muchos años (o al menos desde mi generación en adelante) que una mujer es muchísimas más cosas que una persona destinada a ser madre y punto, así desde hace años me vengo cuestionando, no qué es ser padre, sino qué es ser hombre, qué es ser varón.

Si nos respondemos en función de lo que hacemos, creo que no llegaremos muy lejos, pues hoy no veo muchas actividades que sean exclusivas de los hombres, y sí lo son, esas actividades no tienen mayor relevancia.

Creo que los hombres, los varones tenemos miedo a hacernos esta pregunta, pues ya de entrada cuestiona algunos mandatos básicos sobre los que se sostiene nuestra masculinidad (como el no dudar, no tener derecho a equivocarnos, y el no colocarnos peligrosamente cerca de lo que entendemos por lo femenino).

De este modo prácticamente nada de lo que hoy hacemos puede definirnos como hombres. En cambio, sí, muchas de nuestras prácticas transgresoras han servido para definirnos. En otras palabras, nos hemos encargado de dejar bien en claro que ser hombre es aquel que transgrede.

Pero para los que deseamos alejarnos de esta concepción aún no encontramos otro modelo o asidero para asentar bien nuestra masculinidad. Algunos, quizá muchos, sabemos qué tipo de hombre no queremos ser, pero sospecho que no hemos encontrado bien cuál es el tipo de hombre al que nos queremos aproximar.

Robert Bly habla del hombre suave, pero también en algún momento introduce la idea de que a veces no distinguimos la diferencia entre mostrar la espada y necesariamente herir.

Tengo para mí de una manera algo vaga aún, que el nuevo hombre tiene la firmeza de sostener la espada cuando es necesario mostrarla, pero también no le da miedo meterse en el pantano de sus temores, en las turbulentas aguas de sus sentimientos, ni en escuchar su corazón cuando éste habla fuerte.

***

En la foto: Ernesto Inti lo asumió como deber moral y tuvo a bien romperse un brazo en noviembre pasado. En el hospital el doctor lo pegó, pero si volviera a suceder juro que yo caería en coma diabético.

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