domingo, 11 de septiembre de 2016

El cuerpo femenino como agente disruptor


Dentro de nuestra cultura patriarcal, donde el cuerpo femenino es un objeto social y sancionado, es decir, desde un punto de vista es visible públicamente pero al mismo tiempo está prohibido, baste con que una mujer subvierta esa función y utilice su cuerpo transgrediendo las reglas de su uso, para que se le castigue. No necesariamente se le deje de desear, sino que al poner ella su sexualidad sobre la mesa, sigue siendo objeto, pero al mismo tiempo se vuelve sujeto transgresor.
La regla principal es que está prohibido hacerse dueña de su cuerpo fuera de las instituciones, y la infracción a esa regla es tan disruptiva que bien puede tener la fuerza de una propuesta arística, en su aspecto más cuestionador del establishment.
Y en su aspecto más cotidiano, una mujer que libremente ejerce su sexualidad sin las consabidas reglas, queda fuera de la normalidad (cada vez más endeble), y a ella se le destina un lugar aparte, un lugar, para recordar las ideas de Foucault, de castigo social.

El empoderamiento que da que una mujer renuncie a ser objeto y volverse sujeto de su sexualidad, es un paso que a los ojos de nuestra cultura las masculiniza.
Y se puede lidiar con ello, siempre y cuando sus credenciales estén visibles de antemano, si no lo están, esta cultura machista se sentirá estafada y reaccionará con violencia.

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