El sábado 25 de octubre del 2008 aterricé en el frío aeropuerto Schonefeld de Berlín, luego de un viaje de dos horas y media en un vuelo procedente del aeropuerto de El Prat de Llobregat de Barcelona. El Boeing 737, pintado de un favorito color naranja, distintivo de la línea Easyjet fue quedando atrás mientras me encontraba con mi hermana y con Gabriel Farkas, un doctor en Matemáticas de 35 años que también me esperaba para llevarme no sabía bien a dónde.
En el recorrido de una hora en Metro, Gabriel me hablaba en un inglés imposible primero de la historia de Hungría, y más adelante, de aquel Berlín de fines de la Segunda Guerra Mundial.
Mi hermana confirmó lo que sospeché desde un principio de la charla, al licenciado Farkas le apasionaba la historia, y creo que fue el mejor guía que pude tener en aquel viaje.
A cada pregunta mía, él se esforzaba, con la intermediación de mi hermanota, de explicarme algunos pormenores del Muro, qué abarcaba y quiénes quedaron de cada lado.
Caminamos todo lo que pudimos por Berlín. Por la noche me llevaron a cenar al Berliner Bürgerbräu, que estaba en la casa-museo de Bertolt Brecht, ese autor que nació el 10 de febrero de 1898, el mismo día un siglo antes que mi hijo Erntesto Inti.
Al día siguiente fuimos al Charlie checkpoint, antigua especie de aduana aliada, ahora convertida en punto turístico, con recuerditos a la venta incluidos.
Mientras recorríamos la Puerta de Brandemburgo, Farkas me comentaba de las varias Orquestas Filarmónicas que existían en la ciudad, y de cuál era la sede de cada una de ellas. Yo lo entendía como cuando en México se asocia un estadio con el equipo que juega en esa plaza. Sólo que aquí hay como diez orquestas. Me habló también del carácter de Herbert von Karajan, y de que, al menos para él, para mi acompañante, era posible distinguir su estilo de dirigir una misma obra respecto de otro director.
Fuimos al Monumento al Holcausto Judío, también a donde estuvo el centro de operaciones de Hitler (no quedaba nada más que un letrero y un mapa turístico). En general fue un recorrído vertiginoso, lleno de información y sensaciones en un periodo muy corto.
Si me preguntaran cómo resumiría el espíritu de la ciudad, de esa llaga cubierta de nuevos edificios y viejas construicciones, me quedaría con el tema de la memoria. Trataré de explicarlo mejor:
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