martes, 5 de mayo de 2015

Mi mujer

Cuando mi mujer se hizo trotamundos, desapareció y por tres años no supe de ella. Ni un correo.


Cuando mi mujer se hizo zapatista, se largó a la selva y tardó meses en regresar.


Cuando mi mujer se hizo pintora, no salía de casa y no quería ser interrumpida ni para comer.


Cuando mi mujer se hizo feminista, sólo veía películas con sus amigas y organizaba manifestaciones en la calle Morelos. Ella leía mucho y yo fui el prototipo de machista. También tardó meses en regresar.


Cuando mi mujer se hizo terapeuta, empezó a actuar como si mi contrincante, y permanecía callada, me contestaba con otra pregunta, luego también se fue por meses de la casa.


Cuando mi mujer se hizo traductora, aprendí a esperar en otro idioma. Algún abrazo y un beso con palabras que nunca entendí.


Cuando mi mujer se hizo repostera, le indignaba mi analfabetismo gastronómico. Yo me zampaba los pasteles en silencio frente a la tele y ella se largó, sola, por meses, a la cocina.


Cuando mi mujer estuvo en el siquiátrico, sólo podía tener diálogos del tipo Palabras elefantes camiones hasta dónde, por qué no así pero más quedo, que me sujeto a la alfombra y tú parado. También fueron varios meses.


Cuando mi mujer se hizo “guerrera del arcoiris”, la casa se llenó de panfletos y uno que otr@ amig@ sediento de emociones.


Siempre me verán barriendo la calle.


Hablando solo.






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