miércoles, 5 de agosto de 2015

Terapia

Carmen no está, desde hace tiempo. Hay suficiente distancia para ver las cosas con todo el tiempo del mundo, sin prisa, y de ello integrar lo bueno, como creo que fue mi caso.

En este texto no sé si será más de Victor que de Carmen. Y lo escribo sólo por tenerlo en claro yo, que, dicho sea de paso, tanto beneficio obtuve. De ambos.

Sé que Víctor tuvo mucho que ver, pues la Carmen que había antes era de una forma irreconocible para mí. No sé, yo no estaba ahí.

Víctor, debo aclarar, es el psicólogo. Hay gente que se acerca a la religión, al yoga, a las flores de Bach o al deporte y así exorcisan y les funciona. Cambian su vida para mejor y qué bien.
Yo no. Desde muy jovencito he ido a terapia, jovencito jovencito. Y sí, tuve experiencias medio extrañas. Pero para mí era el camino, resolver cada quien sus problemas. Abreviaré.
He estado con muchos psicólogos, unos por periodos de meses o incluso años. Y Víctor es el que me ha dado mejores resultados. Un psicólogo como de mi generación, alguien que lo conoce a él, una vez dijo que Víctor era el mejor de la ciudad. No me extrañaría que lo fiuera. Es más, Sería lo más natural. Que lo diga alguien  que va por primera vez con un terapeuta es bueno, que lo diga alguien que conoce a un puñado... Le debo mucho a este hombre.

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Creo que una de las muestras de que un trabajo está bien hecho es que no se le note el trabajo, es decir, que aparezca simple y armonioso, fácil de entener o al menos de visualizar. Víctor tiene el arte de llevarte cuando en necesario a los terrenos de algo que se parece mucho al sentido común, y ahí ponerte. En otras ocasiones te coloca fuera de tu esquema habitual, de una forma incomprensible en un principio, y ahí las cosas empiezan a acomodarse de un modo distinto. Sin desear el cliché, es como un entrenador que hace que saques lo mejor de ti, que te animes a hacerlo, que te muevas si es necesario a un mejor lugar, en todos los casos, a tomar cartas en el asunto.

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Iré más atrás. Carmen llegó con él porque sus hijos requerían atención. Terminó quedándose ella. Cuando estaba terminando su parte más complicada la conocí. Repito, no sé cómo era ella antes, pero vi la que conocí, nada que ver con la que dice era antes.

Tiempo después comencé con a ir con Víctor.

Vulgarizaría al simplificar un proceso largo, pero me queda claro que una cuestión básica de nuestras relaciones, sobre todo de pareja y más atrás, con nuestros padres, es el asunto de los límites. Hay una relación entre límites y culpa muy interesante. Esta conclusión es mía, no de Victor, pero es algo que puedo concluir de todos estos años con él.

Carmen supo pronto que hay que atender a las señales y a la intuición. Y hoy no deja pasar nada. Es tan generosa como rígida para no comprar cosas que no le sirven. En sentido emocional, me refiero. Creo que es una de las personas más saludables que conozco en ese terreno. Bueno, está mi jefa, pero a ella le tomó muchísimos más años. La gente carga basura, se complica, se engancha. O más bien permite que le carguen.
Además hablan mucho pero no resuelven casi nada. Hay muchas personas que alardean, alardeamos dijo el otro –a veces. Carmen jamás alardea ni se pelea. Hay quizá tres cosas importantes en la vida y una de ellas son la familia, los hijos. Para el resto no hay tiempo, no vale la pena. Para ella y creo que así debe ser, o estás o no estás, no cabe el chantaje ni la manipulación. Creo que hay personas muy chantajistas pero también muchas personas que se dejan.

No sé, hoy pensaba en Víctor, en el buenísimo trabajo que hizo Carmen y que gracias a la cercanía de ellos dos, mi vida se hizo más ligera y en ciertos puntos más feliz. Sin el paso de ellos por mi vida no estaría hoy aquí, en esta ciudad ni con los sentidos abiertos y las manos abiertas.

A veces me gustaría que la gente que más quiero recibiera los beneficios de ir a una terapia como la que yo recibí. Pero bueno, cada quien.



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