martes, 2 de junio de 2015

El rapidín

Las reuniones de chamba tienen fama de ser muy poco eficaces: se habla mucho y al final se llega a poco. El termómetro son los empleados más eficientes, que se ponen desesperados y salen mirando el reloj y lamentándose.

Pero hay otro tipo de juntas, que en rigor no lo son. Yo les llamo las juntas de 10 minutos o el rapidín, Se trata de encuentros informales o semiinformales en los que, mientras se fuma un cigarro en la banqueta, se toma un café, se chatea o se camina hacia el estacionamiento, se pulen detalles, se aclaran malentendidos, se hacen citas más formales y una larga lista de fines que tienen que ver con los acuerdos. No vayan a creer que se trata del puro chisme porque no es así.

De hecho, unas de las grandes virtudes que ofrecen esos 10 minutos es el intercambio de información subjetiva. Por ejemplo una inconformidad o incomodidad con algún compañero, információn que no se pone sobre la mesa en una junta oficial.

En esos encuentros de 10 minutos, charlas que no se suscriben a compañeros de trabajo, son importantes porque:


  • No están sujetas a un horario y por lo tanto se pueden cortar en cualquier momento, esa libertad le da espontaniedad, lo que propicia una sensación de confianza.
  • Se afianzan vínculos, alianzas y empatías que más tarde pueden desembocar en un vínculo distinto. De cualquier tipo y de beneficio mutuo.
  • A diferencia de lo que sucede en una reunión laboral, en las charlas de 10 minutos predomina una relación más horizontal, más de tú a tú, o al menos no hay testigos que de entrada puedan inhibir el flujo de la plática, ni que presencien algún posíble equívoco.

Ah, y como era de esperarse, el rapidín es para disfrutarse, de lo contrario no tiene sentido.

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