lunes, 1 de junio de 2015

Escribir es tratar de meter humo en una bolsa

La psicología tiene el término "compensación" para definir la estrategia mediante la cual un individuo encubre consciente o inconscientemente debilidades, frustaciones o sensaciones de incompetencia, similares y conexos de la república mexicana (no es cierto).

A un niño de quinto año y con un coeficiente destacado, lo descalifican (en público) y lo censuran en su deseo de querer de grande "ser presidente", bajo el argumento de que pertenece a "otra" religión y por lo tanto (extraña relación) está incapacitado. El chamaco rechaza y compensa los juicios sobre él y de grande se vuelve el crítico más afilado y sagaz del presidencialismo, y se mofa de la figura. Al final de cuentas, compensa.

A veces asocio situaciones con esa "estrategia", o accionar o como se llame. Hace años por motivos de trabajo entré en contacto con una persona por medio de correo electrónico. Me llamó la atención que su dirección era su nombre de pila, pero cada letra doble, repetida. Me pareció curiosa esa reafirmación en pares y no tuvo mayor importancia. Cuando la conocí en persona hubo un detalle que me hizo recordar su correo: una de sus piernas tenía una especie de deformación que le impedía caminar derecho, renqueaba. Pensé en esto de la compensación, aunque tal vez me equivoque. El ejemplo de todos modos ilustra lo que quiero decir.

Pero no quería hablar de otros, sino de una compensación mía.

Se me dificulta concretar ideas en palabras, experiencias en frases, charlas en párrafos, imágenes por medio de expresiones escritas.

Vivo en un mundo de recuerdos, impresiones, afectos, sensaciones e ideas todo el tiempo, y siempre aparecen como algo nebuloso que no puedo tocar, ni hacer tangible ni expresar. Me esfuerzo en tocarlas pero no puedo. Es la sensación de intentar meter humo en una bolsa.

De niño, uno de los estados que más recuerdo es que fui de los niños cuyo papá le permitía estar en la mesa de los adultos, escuchar, y a veces hasta opinar como si fuera uno más. Especialmente me gustaba escuchar hablar a mi padre, quien tenía la facilidad de hacerme provocar imágenes, risas, suspenso y muchas otras emociones con sólo las palabras. Contaba chistes o anécdotas, pero las aderezaba con cierta tensión que le salía muy natural. Él podía hacerlo, pero yo no. De ahí mi interés en provocar emociones, imágenes, sentimientos por medio de las palabras (esto que escribo en pocas palabras, me tomó bastantes años descubrir y fijar). Y siempre estaba ahí mi incapacidad de lograrlo.

Aún siento a veces esa impotencia para expresar con palabras algo que me está pasando, sé perfectamente qué es porque lo estoy viviendo intensamente, pero que no sé expresar en palabras, y menos en pocas palabras.

Por eso cuando alguien me expresa el efecto que tuvieron mis palabras, le creo, pero siento que todo este afán mío de escribir, de provocar, de seducir, de mover por medio de las palabras y en ocasiones parcialmente lograrlo, es esa estrategia mía de estar compensando una incapacidad.

Me gusto así.

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