lunes, 29 de junio de 2015

Olvidaba (...)

Tiempo después nos separamos y con el aliento de los años fumamos el acta de divorcio. Ella se llevó a mi hijo a quien aún veo en las vacaciones largas. Con el tiempo me dediqué a trabajar en uno que otro periódico hasta que me instalé en el que estoy actualmente.

Los viernes o los sábados viene Poncho por la casa. Poncho es un amigo que conozco desde antes de tener uso de razón, lo cual no es una referencia fiable. Diré que teníamos entonces la edad de jugar a las canicas solamente dentro de la casa de alguno de los dos. Viene y nos ponemos a platicar. O a estar en silencio, bebiendo.

Me gusta estar en mi casa porque aquí nadie me molesta ni me pide cosas ni me pregunta nada ni me pide un texto ni me llama ni me dice Miguel queriendo decir dame esto.

Aquí puedo dedicarme a mis cosas que básicamente son tres: escribir cosas del trabajo, recoger la casa, y pintar con acuarelas. A veces también leo.

Las acuarelas son como goterones que me caen de los ojos. Y entonces todo se me olvida y no pienso más que en los colores. Poncho está siempre. Quiero decir que está cuando tiene que estar, aunque no hablemos. A veces me ha de ver triste porque no me dice nada, luego abre el periódico y comienza a comentarme cualquier nota. Y platicamos un poco.

Él sabe que no soporto hablar de nada que tenga que ver con ideologías, ni partidos, ni ideales, ni derechos de las mujeres, ni derechos de los niños, ni derechos de los perros, ni derechos humanos, ni ninguna otra clase de derechos que nos sea el derecho a cerrar la maldita boca. Cuando alguna amiga anda metida en esas cosas yo me alejo y no le contesto el teléfono.

Cuando Poncho se enamora, se pierde por meses, entonces yo sé que tiene una historia. Cuando la historia termina, regresa y bebemos en silencio.

Cuando yo me enamoro mis pinturas toman un color rojo o naranja con amarillo. Entonces él hace un comentario cortés, amable, sobre algún escritor (Poncho escribe, pero no le gusta que nadie lo sepa) y poco a poco se me va desenredando de la cabeza el nombre de aquella mujer.

Me gustaría saber escribir para hacer una novela o un cuento, pero me siento mejor pintando. A veces me paso todo el fin de semana pintando. Me gustaría escribir un cuento y leérselo a Poncho, pero pienso que no es para tanto. Basta que él vea lo que pinto para que sepa lo que pasa y ya.

Un día me sucedió que estábamos tomando aquí en la casa y yo me puse a llorar de pronto. Me dio mucha pena, entonces él dijo, Ya, Miguel, está bien. Y yo me sentí más mierda y me dieron más ganas de chillar. Pero como me dio pena que me viera berrear sin razón, le dije borronándome los cachetes, Qué tal si mañana nos vamos a volar el avión, hace mucho que no sale, y él, Sí, vamos, e intentó una sonrisa que significaba algo así como No hay bronca, ca.

Entre más crezco entiendo menos cosas.

Si todo fuera tan sencillo como volar un avión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Te agradezco el tiempo que te tomas para dejar un comentario. Mi correo es yadivia@hotmail.com