sábado, 20 de febrero de 2016

Habiendo llegado al final de mi vida de pecado

El destino de mi rosa no podría nombrarse. Si lo que más aterroriza
de la pureza es la prisa, me da vergüenza contarlo, pero qué importa ahora, en ese entonces era muy joven; no diré que fue el amor a Dios, pues él no tuvo la culpa del único amor terrenal que he tenido. Tampoco mi maestro, cuando me dijo: "La vida sería pacífica sin amor, Adso. Segura. Tranquila. 
Y monótona".



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Te agradezco el tiempo que te tomas para dejar un comentario. Mi correo es yadivia@hotmail.com