Estoy comenzando a pensar que el transporte aéreo es dos árboles menos seguro de lo que creía. Ayer se volvió a caer otra nave. Algo tendrán, me pregunto, los aparatos en contra de los libaneses. Me parece que no es para tanto, pero por lo pronto el 737-800 de Aerolíneas Etíopes con 90 almas reclinadas, hacen pensar que sí. La nave perdió altura en Beirut cuatro minutos después de despegar en medio de una tormenta y de pronto adiós Nicanor. Chale.
Aún humea el helicóptero Augusta de la familia Saba que se cayó el 10 de enero, por no hablar de los tres sustos a la mexicana que lleva Mexicana en sus conectes con Cancún, dos el año pasado y el más reciente el 19 de enero, cuando los inocentes pasajeros miraron horrorizados como la cubierta de uno de los motores se desgajaba como naranja a medio pelar.
Que no cunda el miedo, para eso está la declaración que el turbante más buscado del mundo provocó a los medios, una nota estilo canción: "Osama le dijo a Obama...". Pues nada, el líder de Al Qaeda dijo esta boca es mía sobre el pedito de navidad que le sacaron a los gringos en el ataque fallido sobre la cabeza del imperio norteño. Y dijo que quiere más acción...
Mientras, miro mis reservaciones de mis vuelos con las líneas chiquitas de precios chiquitos. Y el corazón se me hace grandote.
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