viernes, 18 de diciembre de 2009

¿Por qué amamos?



Por María José Casado Ruiz de Lóizaga. Nacida en Nueva York hace 59 años, Helen Fisher es profesora de investigación de la Rutgers University de New Jersey. Ha estudiado 58 culturas de todo el mundo y publicado entre otros libros Anatomía del amor: historia natural de la monogamia, adulterio y divorcio y Por qué amamos: naturaleza y química del amor romántico.

Es la mayor experta en sexualidad, matrimonio y divorcio desde el punto de vista evolutivo, además de autora de best-sellers y una de las más prestigiosas antropólogas de Estados Unidos. Vive junto al Metropolitan Museum de Nueva York, entre piezas étnicas traídas de sus viajes, en los que ha estudiado 58 sociedades de todo el planeta. Y cada noche, disfruta de los placeres de Manhattan: los pequeños teatros donde ponen a los clásicos, las exposiciones, los restaurantes baratos con encanto, porque la investigación no da para lujos. Es lo que los estadounidenses llaman una “intelectual pública”, que combina el trabajo de laboratorio con presentaciones en televisiones, universidades y otros foros. Ahora aplica a su investigación las más modernas tecnologías y escanea cerebros enamorados y corazones rotos.

Hace 10 años empezó a estudiar el gran misterio de por qué amamos, cómo elegimos pareja y qué le pasa al cerebro enamorado para que el más cuerdo se vuelva loco. Lo cuenta en Por qué amamos: naturaleza y química del amor romántico, un libro que ha presentado en España.

–¿Hay alguna clave desconocida que nos lleve a enamorarnos de alguien?
–Son importantes el tiempo y los elementos culturales. Tienes que estar listo para poder enamorarte en ese momento, y también cuentan las experiencias de la infancia. Según crecemos elaboramos un perfil inconsciente de lo que vamos a buscar a base de la experiencia de nuestros padres, del colegio, de nuestros amigos, de lo que vemos en la tele... Y cuando estás en el momento adecuado y encuentras a la persona que encaja en ese perfil, los circuitos cerebrales pueden ponerse en funcionamiento y se desencadenan las reacciones químicas. Pero la decisión de elegir una persona quizá se basa en elementos culturales: la belleza y la juventud mueven a los hombres, y a las mujeres les impresiona la riqueza y la buena posición. Y si a ellos el amor les entra por los ojos, las mujeres son más sensibles a la palabra y los detalles. La forma en que nos sentimos al enamorarnos funciona con la química de los circuitos cerebrales.

Helen puso carteles por la Universidad Rutgers, en New Jersey: “¿Acabas de enamorarte locamente?” Con 839 voluntarios de variadas edades, razas y condiciones que pasaron por la resonancia magnética nuclear demostró que el amor es universal y apenas se diferencia de unos a otros.

–¿Cuando ha explorado el cerebro enamorado qué ha encontrado ahí dentro?
–Ésa es la parte más novedosa de mi trabajo, aquella en la que hemos explorado las zonas y sustancias implicadas en el amor romántico. Cuando vi por primera vez las imágenes del cerebro enamorado con las regiones activas iluminadas de amarillo brillante y naranja sentí una admiración sobrecogedora. He visto la actividad del flujo sanguíneo en esas áreas y comprobado las sustancias químicas. Hay dos regiones muy activas: el núcleo caudado, una primitiva región en forma de C descubierta hace poco y relacionada con el sistema de recompensa del cerebro, la excitación sexual, las sensaciones de placer y la motivación para lograr recompensas. La otra es el área tegmental ventral, ATV, la veta madre de las células que producen dopamina.

–Dopamina, norepinefrina, serotonina... son las sustancias que ha detectado. ¿Somos una fábrica de drogas naturales cuando nos enamoramos?
–Creo que esa locura la producen los niveles altos de dopamina y norepinefrina, y un nivel bajo de serotonina. La dopamina en grandes cantidades, además de aumentar el nivel de testosterona – la hormona del deseo sexual–, está asociada con una gran capacidad de concentración, euforia y dependencia, que son síntomas de adicción. El colocón del enamorado lo producen las sustancias que fabrica su cerebro: el alto nivel de norepinefrina, que produce euforia y pérdida del apetito; el bajo nivel de serotonina tiene que ver con la obsesión de estar con el amado.

–Usted distingue entre atracción sexual, amor romántico y cariño, cada uno con su circuito cerebral. Y dijo que el amor dura 4 años. ¿Sigue creyendo que tiene esa fecha de caducidad?
–Después de conocer tantas culturas y tribus vi que las mujeres de todo el mundo tendían a tener niños cada cuatro años, el plazo más habitual del divorcio, tras el matrimonio; y que en otras especies que forman vínculos entre iguales, padres e hijos están juntos al menos el tiempo para criar a la prole. Así elaboré la teoría del ciclo reproductor de 4 años. El índice de divorcios crece mucho, según la mujer es más independiente económicamente, pero ese patrón no cambia. El animal humano quizá fue creado para tener una serie de relaciones sucesivas, aunque no todos se separan. Hay matrimonios que duran toda una vida, como más del 50 por 100 de los de EE UU. Parece que tenemos muchos modelos reproductivos diferentes. El cerebro es un órgano muy flexible, y diferentes personas manejan esos sistemas cerebrales de forma distinta; unas forman un matrimonio para siempre y otras sienten gran cariño por su pareja, pero al tiempo pueden enamorarse de otro.

–¿Es posible identificar de qué tipo es alguien al conocerle?
–Ése es el problema; ni siquiera puedes saber en qué patrón vas a encajar tú hoy. Supongo que por eso hemos desarrollado el lenguaje, y el lenguaje de signos, para mostrar nuestras intenciones.

–¿Cómo encaja aquí la figura del latin lover, el don Juan?
–Está por todas partes, en Nueva York y entre los esquimales. A los estadounidenses no nos gusta la infidelidad, pero algunas culturas mediterráneas pasan por alto este pequeño detalle y son muy permisivas con los hombres.

–También ha demostrado que los animales se enamoran.
–En más de 100 especies, desde elefantes a roedores, vi que eligen pareja y sienten un amor romántico primitivo: no comen, apenas beben... Darwin fue de los pocos que lo reconoció.

–¿Qué sociedades le han enseñado más ?
–Los bosquimanos kung, una tribu de cazadores con arco y recolectores del desierto de Kalahari que vive como hace millones de años, y en concreto una mujer llamada Nisa, cuya vida amorosa es prácticamente como la nuestra.

–¿Tiene futuro el matrimonio?
–Hay dos tipos de matrimonio: el tradicional y el simétrico o entre iguales; en estos últimos en que ambos trabajan, las mujeres lo que buscan es un buen compañero. Todo puede funcionar.

–Usted es de las personas que más sabe del amor. ¿Le ha servido para aplicárselo a sí misma?
–No. Me casé hace mucho y mi matrimonio duró menos de un año. He tenido 3 parejas largas y ahora tengo otra desde hace 2 años. El amor es como un pastel de chocolate: no vale con conocer sus ingredientes, hay que probarlo.

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