martes, 3 de febrero de 2015

Dueños de nuestos actos

Somos dueños de nuestros actos, y dueños a medias, corregiría el licenciado Freud Natanson con voz grave.

Ser dueños a medias de nuestros actos es poco, pero es lo que nuestra voluntad, –muy limitada, matizaría el profesor austriaco que pocas veces lo limitaron de chiquito– puede.

Decir que sí, decir que no, guardar silencio, hacer esa llamada, mandar aquel correo, cumplir nuestros compromisos, decidir aceptar a tal persona, alejarse de aquella otra. Actos todos ellos voluntarios.

Pocas cosas tan grandiosas, tan importantes como nuestra libertad. Y como todo asunto pesonal e íntimo, a veces incomprensible hasta para los más cercanos.

No sé si sólo nuestros actos nos definan, lo que tengo claro es que éstos, nuestros actos, son los que se quedan por ahí, seguro en las páginas de otros. No nuestras ideas, no nuestros credos, no nuestras opiniones y pensamientos, ésos se van –¿A quién le importan?

Creo que solamente siendo dueños de nuestros actos se puede lidiar en igualdad de condiciones contra ese adversario, contra ese oponente, a veces enemigo que es uno mismo.
No hay otro más.

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