domingo, 22 de febrero de 2015

El porno, ese "engaño"


Hace unas semanas comenzó a circular un video en las redes sociales en donde con imágenes de frutas que metaforizan el guion, se intenta desmitificar y desenmascarar las falacias que encierran las películas pornográficas.

Sasha Grey, actriz porno retirada,
nacida en marzo de 1988.
El trabajo dice, por ejemplo que el tamaño del pene es de 16 centímetros en promedio y no de 23, que el tiempo de excitación dura 12 minutos y que un hombre puede eyacular en tres minutos, y no en 25 ó 30 como pretenden hacernos creer las películas porno.

Me parece que todo lo que dice ese video desenmascarador tiene sentido y muy probablemente sea cierto. Mi punto no es que diga mentiras. Mi punto es la premisa de la que parte:

Las películas porno son un engaño.

Una aclaración. Este tipo de películas, por su propia naturaleza no tienen una intención documentalista, ni de informar ni de presentar una sexualidad basada en lo que practica el promedio de la población. El objetivo de las películas pornográficas es excitar. Excitar y ofrecer un catálogo de fantasías y modalidades que el espectador no necesariamente va a experimentar en la vida real. O mejor dicho, las va a realizar en su imaginación.

Este efecto es muy parecido al de cualquier película en donde la historia nos hace experimentar la emoción de los personajes de la pantalla. Tenemos que agradecerle a nuestro cerebro que no distinga la realidad de la ficción.

En el caso del porno, el contenido como es sabido versa exclusivamente sobre actividades abiertamente sexuales, y ese sector del comportamiento humano está fuertemente sancionado por las instituciones que ejercen el control por medio del poder, como bien explicó el filósofo Michael Foucault.

A donde voy es que la postura adoptada frente al cine porno (al menos en México) está regida por los valores morales de cada grupo social y por lo que cada individuo se permita.

El gusto por la pornografía, o su rechazo, no nacen de la racionalidad, sino de la forma en que controlamos, reprimimos o enfocamos bajo ciertas condiciones nuestros impulsos sexuales. Y ahí no entran argumentos racionales, por lo que dudo mucho que alguien cambie su postura ante la pornografía por el solo hecho de que se nos desvele que se trata solamente de actores. Sería ingenuo pensarlo así.





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